Lo que Mia no esperaba era que, poco después de esa tranquila tarde, la vida les lanzara una prueba inesperada. Una tarde lluviosa, cuando se encontraban caminando por la playa, una llamada alteró el curso de los acontecimientos. Chris recibió una noticia inesperada sobre su pasado, algo que había estado evitando confrontar. En ese momento, Mia se dio cuenta de que, a pesar de lo que había prometido, ni ella ni él estaban listos para enfrentar los secretos que seguían enterrados.
Pero esa noche, mientras la lluvia golpeaba las ventanas y la tormenta rugía afuera, Mia entendió que las promesas, como el mar, no siempre eran suaves y tranquilas. A veces, necesitaban ser enfrentadas con valentía. Y con la misma intensidad que sentía su amor por Chris, también podía sentir el miedo a lo que podría pasar. Pero lo más importante era que, por primera vez, no iba a dejarlo ir.
El sonido de la lluvia golpeando las ventanas se convirtió en el acompañamiento constante mientras Chris y Mia se sentaban en silencio en la sala de su apartamento. La tormenta afuera parecía reflejar la tormenta interna que ambos estaban viviendo. Mia había notado que algo estaba mal desde que Chris había recibido la llamada esa tarde. El cambio en su expresión había sido inmediato, y aunque intentó disimularlo, el peso de sus palabras había sido claro.
—Lo siento, Mia —dijo Chris en voz baja, rompiendo el silencio—. No quería que te enteraras así.
Mia lo miró fijamente, con una mezcla de preocupación y comprensión. Había algo en su tono que le decía que aquello no era algo sencillo. Estaba claro que Chris no estaba listo para compartir ese pedazo de su vida. Pero Mia también sabía que, si iban a continuar juntos, necesitaba entender la verdad. No podía dejar que los secretos siguieran flotando entre ellos.
—Chris, lo que sea que hayas estado evitando, quiero que sepas que estoy aquí para ti. No tienes que hacerlo todo solo. Lo que sea que te haya preocupado, lo enfrentaremos juntos.
Chris se frotó el rostro con las manos, como si estuviera buscando la manera correcta de explicarlo. Finalmente, sus ojos se encontraron con los de Mia, y por un momento, parecía que estaba tomando la decisión de confiar en ella, de dejar salir lo que había estado oculto durante tanto tiempo.
—Hace algunos años, antes de mudarme aquí, pasé por una experiencia difícil. Perdí a alguien muy cercano. Una tragedia que... que me dejó marcado. Por mucho tiempo, intenté escapar de esa realidad, alejándome de las personas que más quería. Pero la verdad es que nunca me he perdonado por lo que pasó.
Mia se quedó en silencio, sintiendo el peso de sus palabras. No sabía a qué se refería exactamente, pero podía ver en su rostro la carga de dolor que arrastraba. La historia de Chris no era solo una simple anécdota; era algo profundo, algo que había definido su vida.
—¿Qué sucedió? —preguntó Mia con suavidad, consciente de que no quería presionarlo, pero también sabiendo que solo a través de la verdad podrían superar lo que quedaba entre ellos.
Chris respiró hondo y se levantó para caminar hacia la ventana. Miró la lluvia caer y luego, en un susurro, comenzó a relatar lo que había mantenido guardado.
—Era mi hermano. Estábamos muy unidos, pero algo cambió entre nosotros. No fue de un día para otro, pero llegó un momento en el que nos distanciamos. Yo me mudé a otro lugar, empecé a construir una nueva vida, y él se quedó atrás. Un día, me llamaron para decirme que había tenido un accidente. Ya era demasiado tarde. No pude estar allí cuando más me necesitaba.
La voz de Chris se quebró al final, y Mia sintió cómo el dolor de esas palabras la atravesaba. La culpa, la tristeza, el arrepentimiento que emanaban de él eran abrumadores. Entendió por qué había estado tan cerrado, por qué había huido de su pasado. El amor y la culpa estaban entrelazados en lo más profundo de su ser.
Mia se levantó lentamente y caminó hacia él. Sin decir una palabra, extendió su brazo y lo rodeó con sus manos. Lo abrazó con fuerza, como si pudiera aliviar su dolor solo con su presencia. No necesitaba decir nada. Sabía que las palabras a veces no eran suficientes, pero en ese abrazo había algo más: comprensión, apoyo, amor incondicional.
—No puedes cambiar lo que pasó, Chris. Y lo sé, es difícil, pero no puedes seguir castigándote por algo que ya no puedes controlar. Lo importante es lo que eres ahora, lo que decides ser. Y yo… yo creo en ti.
Chris cerró los ojos y dejó que las lágrimas cayeran, sin tratar de esconderlas. Era la primera vez en años que se permitía ser vulnerable frente a alguien. La tormenta exterior parecía reflejar la tormenta interna que ambos compartían. Pero en ese abrazo, Mia le estaba diciendo que, sin importar lo que había ocurrido, ella estaba allí para él.
—Gracias —dijo finalmente, con la voz temblorosa—. Gracias por no alejarte, por estar aquí.
Mia le sonrió suavemente, apartándose un poco para mirarlo. Sus ojos brillaban con una determinación nueva. Aunque el dolor seguía presente, había algo en el aire que les decía que juntos podrían superar cualquier cosa.
—Lo que hemos empezado… no es fácil, pero lo enfrentaremos. Prometido.