Pasaron los meses, y la relación entre Mia y Chris se fortaleció. Juntos comenzaron a construir una vida nueva, pero nunca olvidaron lo que había sido el punto de partida. La promesa bajo las estrellas, el apoyo incondicional, el amor que floreció en medio de las tormentas internas… todo eso se convirtió en el fundamento sobre el que cimentaron su futuro.
Un día, durante una caminata por la playa, mientras las olas rompían suavemente a sus pies, Chris se detuvo de repente y miró a Mia con una expresión seria.
—Mia, quiero pedirte algo —dijo, su voz llena de nervios y emoción.
Mia lo miró, sorprendida. ¿Qué estaba sucediendo? Había algo en su mirada que le decía que este momento era diferente.
—¿Qué es? —preguntó, con el corazón acelerado.
Chris se agachó frente a ella, sacando una pequeña caja de su bolsillo. La abrió lentamente, revelando un anillo sencillo pero elegante. El corazón de Mia dio un vuelco en su pecho, y sus ojos se llenaron de lágrimas.
—Mia, ¿quieres casarte conmigo? ¿Quieres pasar el resto de tu vida a mi lado? Prometo que, pase lo que pase, siempre estaré aquí, amándote.
Mia no pudo evitar la sonrisa que se dibujó en su rostro. Las palabras de Chris, las promesas, el amor que compartían… todo parecía culminar en este momento. La tormenta, el pasado, las dudas… todo había valido la pena. Ahora solo quedaba una cosa que hacer.
—Sí, Chris, quiero casarme contigo. Prometido.
La playa, el mar, las olas… todo estaba en silencio, como si el mundo entero los estuviera observando, celebrando ese momento. Juntos, habían enfrentado las tormentas del pasado, y ahora, bajo las estrellas y las olas del mar, podían mirar hacia el futuro con esperanza.