Prométeme

Capítulo 3

— ¿Estas bien?  — me pregunta un chico demasiado alto, de cabello castaño, de tez blanca y con unos ojos color azul, ah, pero ahí no termina eh, esos ojos eran de un azul hipnotizantes, enigmáticos y cautivadores, su quijada firme y bien marcada, y unos labios finos y muy masculinos.

¿Quién es este chico? ¿Sera Albert? Si la respuesta es sí o no la verdad no me importa, eso no cambia el hecho de que me he quedado de piedrita, estática y muda por solo admirar la belleza de este chico.

 — Su primer nombre será Manuel — dirijo mi vista hacia mi padre y es ahí que regreso a pisar tierra.

 — ¡No! será Antonio — gritó, un señor con una voz muy conocida para mí.

 — ¿Y si es niña? — pregunta mi madre metiéndose en la conversación.

 — Manuela

 — Antonia

Dicen los dos mayores al mismo tiempo.

Carraspeo llamando la atención de todos, y es ahí cuando me doy cuenta de la cantidad de personas que hay, son seis pares de ojos mirándome. Ay Dios mío en que me he venido a meter.

 — Cierto nos olvidamos de lo importante — papá se posiciona a lado mío y me abraza.

Díganme algo, alguna vez no les ha pasado que no saben como continuar, digo referente a cualquier índole, por ejemplo; cuando empiezas a hacer un proyecto: Tenes el tema ya listo, pero a la hora de continuar tu cerebro se funde, y tus pocas neuronas en vez de ir pensando en como seguir, solo se estancan en cuestionarse el porqué de aquel tema, o del que no podéis seguir.

Se trata de avanzar o estancarse, de sacar un 10 o de quedarse a hacer el supletorio, en el ejemplo del proyecto, algunos piensan que no podremos lograrlo, nos pierden la fe y es eso en lo que nos convencen, en perder la fe, pero si elegimos seguir, no rendirnos, y al final nuestro esfuerzo es un 10. Dejamos con la boca abierta a los que no creyeron que podríamos. ¡En su cara!

La verdad, es que la realidad no se aleja del ejemplo, muchos piensan que no podremos lograr cualquier cosa, a veces se tratan de nuestras metas, en otras ocasiones de dificultades, aun así, se empeñan en desanimarnos, varias veces les conté de mi situación a personas que creí eran mis amigos, ¿Cuál fue su respuesta?

 — No podrás hacerlo — me repetían una y otra vez, quizás pensaban que me estaban retando e impulsando a su manera.

Que equivocados solemos estar a veces.

¿Para qué desanimar, cuando podemos animar? Una incógnita que merece buscar su respuesta.

En cuanto a seguir…

Papá me miraba enternecido, mientras la familia Vazquez se estaba preparando para presentarse, vi en la mirada de mi padre duda, y quizás, solo quizás tuve la esperanza de escuchar de su parte que lo que estaba haciendo era un error. Ahí me di cuenta, él no sabía como seguir, ya lo dijimos, supo el tema, ahora le falta el contexto.

 Al mismo tiempo me negaba a esa idea. ¿Saben por qué?

Sus ojos, los ojos de mi padre brillaban con una emoción que se palpaba desde kilómetros.

Quizás esta era su forma de dejarme ir, por eso la duda, lo que significa que esta es mi forma de por así decirlo dejar el nido.

Egoísta. Las personas estamos basados en esta palabra.

Solemos ser egoístas con los demás, para pensar en nosotros, o solemos ser egoístas con nosotros para pensar en ellos, es una balanza donde a cada rato se encuentra en movimiento. ¿Qué podemos hacer?

 — Te amo mi bebe — papá me agarra la mejilla tan dulcemente, que con aquello me otorga la respuesta.

Equilibrio. Es lo que debemos buscar, un equilibrio.

 — Me alegra que al fin estés aquí Gloria — él señor Antonio se acerca y me saluda con dos besos en cada mejilla.

 — Igualmente señor Antonio

 — Llámame Antonio

 — Esta bien Antonio — sonreí con la boca cerrada.

 — Ven te voy a presentar a mi familia — me lleva consigo a la entrada de la puerta donde puedo ver a dos personas.

 — Ella es mi esposa Victoria Vazquez — me presenta a una señora muy bonita, rubia y con unos ojos color café, yo le calculo que está a punto de llegar a los 40, pero aun así se ve de 30 años, le extiendo mi mano y ella la acepta.

 — Un gusto — le sonrío

 — El gusto es mío hija — a ella se le ve contenta, hay dos posibilidades o le gusta esto, (al igual que la mayoría de los mayores) o sabe fingir muy bien. Las apariencias engañan, es un lema que tengo gravado en mi mente.

 — Y ellos son mis hijos, Albert y Mateo.

Ok recapitulemos, el chico que me preguntó si estaba bien no es Albert, sino Mateo. Y el chico con el cual me voy a casar es…

 — ¡Es un dios griego!  — grito mentalmente.

Sus ojos son azules, pero estos son divertidos, y al mismo tiempo peligrosos, porque una vez que caes en esos ojos, no existe salida, de ley harás lo que esos hermosos ojos te pidan, su cabello es de un color castaño claro, casi rubio, y sus facciones están tan marcadas, ¿Cómo es eso posible?

Ni idea, pero que maravilla que sea así.

Albert Vazquez es esa clase de chico que sabe que domina todo a su paso, pero que al mismo tiempo te aporta una sensación de bienestar. Como esos candidatos que parecen una maravilla a la hora de hacer promesas, tanta es su elocuencia que hasta a los mas pequeños enamoran. Algunos cumplen, otros no.

¿Albert Vazquez cumplirá? Quien sabe, solo se que con su magnifica figura y su postura confiada, pronostican que él será un ganador.

 — Es un gusto conocerte hermosa — él estaba tan cerca de mí, ¿Cómo llego aquí tan rápido?, me agarra una muñeca y la besa, tan dulcemente.

¿Estoy soñando? No me despierten por favor.

 — El gusto es mío — logro decir sin tartamudear, sí, así es señores, por mas hermosa que sea la rosa, yo no me pincho ningún dedo.

Siento que alguien me observa y al ver a mi derecha veo quien es. Él chico enigmático me observa, como si me estuviera analizando, Mateo, recuerdo que se llama, pero algo en mi cerebro hace clic.



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En el texto hay: obsesion, promesa, humor romance juvenil

Editado: 09.10.2021

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