Estaba sentada abrazada a mis piernas, lloraba, ¿Por qué? No lo sé, solo sé que aquí me siento bien, quizás porque ellos no están aquí, o porque él decidió dejarme en paz, la verdad no se en que pensar, me aferro mas a mis piernas imaginando que muy pronto todo acabará, y que ellos dejarán de molestarme, mi pequeño vestido de flores está todo lleno de tierra y creo que también de goma, mi garganta está muy seca, tengo sed, pero se que si salgo ellos me verán y volverán a molestarme sin importarles el que este llorando.
Ellos son unos niños muy malos.
Quiero que venga, pero no lo hace, él está demorando mucho y temo que también lo hayan encontrado y ahora le estén haciendo cosas malas. Me sorbo la nariz para limpiar los mocos que están empezando a salir.
" — Eso es de mala educación —" recuerdo las palabras de mamá, ella siempre se pone molesta cuando hago algo que no es digno de una princesa, yo le dije que quería ser una princesa, pero me gustaría ser como la princesa Mulán, no como las demás, ella no me escuchó después.
Quiero salir a ayudarlo, pero se que si lo hago las cosas empeoraran y no quiero que lo lastimen, decido quedarme aquí. Tengo miedo y no soy fuerte, salgo del rinconcito en el que estoy, este es mi lugar favorito y solo él lo sabe, en una esquina hay unos libros, arrugo mi pequeña frente, eso no estaba ahí antes, sin razón alguna no me importa y me acerco a ellos, el primero que agarro es grande, al menos para mis pequeñas manitos, y también pesa un poco, El Principito, leo el titulo y vuelvo a sentarme esta vez con el libro en manos, quiero leerlo, aunque todavía no soy tan buena en eso. Abro el libro y me dispongo a intentar leerlo.
— Yo te lo puedo leer — su voz me hace sonreír, ha llegado, se dirige hacia mí y me toma la mano.
— Si — digo con mi voz de niña pequeña.
Veo unos reflejos de luz color anaranjado, se sienten tan cálidos que me hacen querer no despertarme, pero es algo que necesariamente tengo que hacer, abro lentamente mis ojos mientras me estiro haciéndoles saber a mis huesos y músculos que es hora de que empiecen a funcionar. Mi vista esta un poco borrosa, pero a medida que me voy restregando mis ojos mi visión mejora y lo primero que veo son unos hermosos rayos de sol entrar por el balcón Todavía no quiero salir de mi cama así que me siento y me abrazo a mis piernas.
¡Me abrazo a mis piernas!
Al instante recuerdo mi sueño, se sintió tan real que dudaba que en serio estaba soñando, toco mi ropa desenfrenadamente y me levanto rápido para ir hacia el espejo. Veo mi reflejo, todo está limpio y no cargo el pequeño vestido de flores, me miro por todos lados y no encuentro nada. Esto esta mal, solo fue un sueño, no tengo porque armar un escándalo por algo que no es real.
Aun así, cargo con esa sensación que me dice una y otra vez que me deje llevar por mis pensamientos. Mi mente solo puede maquinar la idea de que ese sueño era realidad, o por lo menos parte de la realidad. Es como ver una muy buena película en 3D en una sala solo para ti. Se siente como estar dentro de la película, tanto que dudas por cierto tiempo de que lo que estas viendo es ficticio y piensas que esa es tu realidad. Sí, así me sentí y la verdad es que, aunque en ese momento, en ese panorama de aquel sueño que la situación no pintaba nada bien . Tengo la ligera esperanza de volver a estar ahí, de volver a soñar aquello; y no lo digo por el libro y las lágrimas, o los mocos, o lo que sea que esos niños estuvieron haciéndome.
Hay algo en mí, una electricidad que me recorre la espina dorsal, me pone los vellitos de punta, y a pesar de que estas sensaciones siempre se dicen en el mal sentido, o cuando el asesino de la película está a punto de matar a los protagonistas, esto es diferente y quizás deba empezar a preocuparme, porque todo esto me pasa por querer volver a soñar aquello, por querer volver a escuchar la vos de aquel niño, lo mas raro es que no le vi el rostro y aun así su voz me hacia sentir segura.
≪ ¿Quién eres? ≫
Me cuestiono, pero por mas que intente buscar una respuesta en lo mas profundo de mi mente. No encuentro nada.
Miro el reloj de noche sobre la mesita a lado de mi cama. 7:00 a.m. es temprano y debería de estar dormida, sobre todo si es domingo, pero yo no soy así; lo máximo que me permito dormir hasta tarde es hasta esta hora, soy una persona organizada por lo que también mantengo mi tiempo organizado. Aunque no tenga nada con que ocuparlo.
Decido darme una ducha para empezar el día. Estiro mis brazos y bostezo, al instante muchos de mis huesitos truenan. Sí, esta huesuda truena ¿y?
En el camino a la ducha me voy sacando mi ropa, primero mi blusa, pero esta se me traba ¿Por qué demonios me ocurre esto? Ni idea, pero la maldita no quiere salir.
— Vamos blusita bella, se que tengo un cuerpo bonito y todo, pero ya dame un descanso — trato y nada — a ver blusa de patoquilla sal de una bendita vez de mí, sos peor que un novio toxico — me exaspero y vuelvo a intentar y esta parece que quiere colaborar. Ya voy por la cabeza, pero se vuelve a trabar.
— Hasta aquí, te voy a quemar
— Si quieres te ayudo — escucho una voz. Y la blusa decide salir ¡¿Justo ahora?!
Es que solo a mí me pasan unasssssss desagraciiiiiassssss. La blusa esa sale volando de mi cuerpo y aterriza lejos, muy lejos.
Ni creas que te vas a salvar ¡De que te quemo, te quemo! Esa blusa tiene los días contados.
Vuelvo mi dirección a la persona que interrumpe en mi habitación.
— ¿Qué haces aquí Albert? — pregunto
— Yo… bueno — comienza nervioso — yo… quería darte una sorpresa y después se me antojó ir al baño así que fui, tu seguías dormida, y quise aprovechar eso e ir.
— Pudiste haber tocado la puerta
— Era una sorpresa — repite, y su postura vuelve a ser la de alguien confiado.