— ¿Lista para esto? — Albert me preguntó, mientras se desabrochaba el cinturón de seguridad.
— Si — contesté un poco segura. Él volvió a sonreír se le notaba contento, y eso a mí tenía que encantarme, ¿verdad?
— Nos divertiremos mucho princesa — anunció y después entrelazó su mano con la mía dándome un suave beso en esta y haciéndome sentir un poco nerviosa.
La soltó solo para bajar del auto, y yo estaba a punto de bajar también, cuando él se movió rápidamente hacia mi lado del carro y me abrió la puerta. Al parecer Albert es todo un caballero, eso le suma puntos no lo negaré.
Salí del vehículo y él volvió a entrelazar su mano con la mía.
Me era raro el estar caminando con él agarrados de la mano, se supone que eso es lo que hacen las parejas; y de cierta forma lo somos, pero no lo sé, siento un poco… de decepción. Siempre he querido estar con alguien así de esta forma, agarrados de la mano, que sea todo un caballero conmigo, que sea gracioso — claro a su manera — y que me vea como lo mas importante en su vida.
Albert cumplía con algunos requisitos de aquella pequeña lista, en cuanto a escoger de quien quiero enamorarme.
Él es alguien caballeroso.
Él de cierta forma es un chico gracioso.
Él es apuesto.
Él no consume sustancias que dañen su organismo.
Y sigue en adelante algunas de sus cualidades que le suman punto a ser un buen partidazo para cualquier mujer.
Al darse cuenta que no estábamos haciendo nada para conocernos mejor, y hacer algo al respecto. Me demostraba que de cierta forma yo ya era parte de su vida. A sus ojos yo si existo, y al ver la manera en como su mano aprieta suavemente la mía, creo que él se está esmerando en cumplir con su parte de la dichosa "promesa"
No demoramos mucho para que la suela de nuestros zapatos pudiera hacer contacto con la arena de la playa. El día estaba muy hermoso para que nosotros estemos aquí, un sol radiante y un poco fuerte, perfecto para un digno bronceado, unas cuantas personas, pero no una aglomeración, y un rico viento característica de cualquier playa que no dejaba de hacerme sentir en paz y en calma.
No lo pensé ni dos segundos cuando deje de caminar haciendo que él también se detenga.
— ¿Ocurre algo? — preguntó y se acercó más a mí.
— Bueno ocurre que quiero que mis pies sientan la textura de la arena — y dicho esto comencé a sacarme los zapatos, él me sostuvo para evitar que mi equilibrio produjera una caída, y de por si soy famosa con caídas vergonzosas.
Una vez que mis pies estaban libres de zapatos, los enterré en la bella arena, sonriendo como una niña con una paleta en sus manos.
Agarré mis zapatos para poder llevarlos en la mano, pero alguien sin siquiera avisarme me los arrebató.
— De esto me encargo yo — ni siquiera pude protestar porque una vez que él tuvo mis zapatos en su poder me agarró de la cintura y volvimos a caminar.
Si para mi me era raro el que camináramos agarrados de las manos, ahora imagínense como me he de sentir sabiendo que su mano está en mi cintura. Él era alguien que tenía mucha confianza en si mismo, observé su perfil, su nariz recta y al mismo tiempo un poco respingona, sus pestañas largas y luminosas, su mandíbula bien marcada. Todo en él era muy masculino. Creo que se dio cuenta de que lo estaba observando porque volteó su rostro mirándome solamente a mí.
Se detuvo a observarme fijamente, — tal vez esperando a que yo me sonrojara — quien sabe, aunque si era para eso perdía el tiempo, yo era alguien que muy pocas veces se sonrojaba, de un momento a otro en su rostro se vio una muy grande y atractiva sonrisa.
No dijo nada, yo tampoco dije nada, no sabía lo que pasaba por su mente, él tampoco sabía lo que pasaba por la mía. Solo nos mantuvimos en silencio, siendo golpeados por algunas pequeñas ráfagas de viento.
Y la verdad es que su mirada no me intimidó, pero el silencio con él si me incomodó.
Llegó a mi el magnifico olor del mar, así que aparté mi mirada de la suya y no pude evitarlo, corrí hacia la orilla del mar y una vez que sentí lo frio del agua comencé a dar vueltas.
Sí, yo era así ¿y qué? Se que ya no estoy pequeña para hacer estas cosas, pero vuelvo y repito ¿y qué? El hecho de que este grande, con mis 21 años cargados en los hombros no significa que deje mi infancia a un lado. ¿Qué hay de mi niño interior? Prefiero que me vean divertirme dando saltos, o lo que sea, a que me vean estando caminando pesadamente con una cara de persona seria, porque según eso es lo que hacen las personas mayores y responsables — palabras de Anna no las mías —
Si alguien pasa mirándome con mala cara, pues no me importa, es mas le saco la lengua.
Me detengo solo para coger un poco de aire, busco con mi mirada a Albert, nada en frente, nada a mi derecha, nada a mi izqui.
Bueno como les explico. Él es mi prometido, la persona con la que me voy a casar, así que… ¿Qué tengo que hacer cuando está muy a gusto conversando — que mas bien se ve que está coqueteando — con tres chicas? No siento nada, ni un pequeño revuelto en mi estómago, ni un pensamiento malo, nada de lo que es nada, ES MAS me parece mas importante el carrito de helado que está a unos pocos metro de él.
Pero a él parece importarle, porque cuando se percata de que le estoy mirando se aleja de ellas rápidamente como si no hubiera pasado nada, algo así como — señoritas ya le indiqué donde se encuentra ese lugar, adiós — y se acerca a mí.
Una vez que está conmigo toma una fuerte respiración y continúa sonriente.
— Vamos tienes que cambiarte — me indica y vuelve a agarrarme de la mano para llevarme quien sabe a donde
— ¿A dónde vamos? — pregunto.
— Mi familia tiene una casa en esta playa — comienza a explicarme — así que ahí esta todo lo necesario para sentirnos cómodos.