Prométeme

Conversación de una llamada telefónica desconocida

Este es un anexo al capítulo 10

Quizás eran pasadas las 12 de la noche, y ya todos, incluida la persona que estaba metida en medio de todo este caos, estaba durmiendo.

La oscuridad escondía perfectamente la sombra de la persona que a esas horas deambulaba por todo el patio trasero de la gigantesca casa. Nadie podía culpar a esa persona. Digo. Es su trabajo. Estar ahí aguantando el frio, los mosquitos, y el miedo a las probabilidades de que lo atraparan.

Aunque, a decir verdad. Más miedo le tenía a fracasar.

Si tuviera que elegir entre ir a la cárcel, o enfrentar lo que pasaría si fracasaba. Con mucho gusto aceptaría cadena perpetua.

Y es que. Sabía de lo que aquella persona era capaz de hacer. Si tenía malas noticias o fracasaba en el trabajo tenía que aferrarse a grandes consecuencias. Él era el noveno empleado en el puesto. ¿Los demás? Bueno en un futuro serán polvo, así que, no es interesante saber dónde están ahora. Un cuerpo sin vida no se mueve, y a nadie le gustaría hacerle compañía. Ni vivo, ni mucho menos en su mismo estado.

Sí, mejor la persona se puso a hacer bien su trabajo.

¿Por qué quiso aceptar el empleo sabiendo lo que este conllevaba?

Una sola respuesta: dinero. Todo era por el dinero.

Se agarró fuerte de la gruesa rama que sostenía su cuerpo, pasando sus piernas alrededor de esta. Como pudo tomó bien la cámara y con una sola mano empezó a tomar cientos de fotos.

De cualquier ángulo. De cerca. De lejos. Capturando todas las muecas que la chica hacía.

No había momento que no estuviera grabado en esa cámara.

Si te ponías a detallar cada una de las fotos que estaban en la cámara, podías ver todos los movimientos que hizo la chica estando dormida.

Toda una hora dedicada a fotografiarla.

Nadie se enteró. Ni siquiera lo supusieron, jamás les pasó y al parecer… les pasará por la mente, que en las noches cada 3 días uno de los integrantes de la casa, estaba en peligro.

Y no era un peligro cualquiera.

Una vez hecho el trabajo. La persona, con sumo cuidado y con un silencio que parecía que no estaba pasando nada, cuando en realidad pasaba de todo. Bajó del árbol, y emprendió su camino a la salida.  

Acelerando su paso, y con unas ansias de entregar el paquete, la persona entró en su coche y se marchó de la mansión Vazquez.

Condujo por media hora, o incluso más. No debía dejar ningún cabo suelto, aunque dentro de la mansión estaba su jefe o jefa resguardándolo para que no lo descubrieran. No conocía ni el sexo de la persona que dictaba las ordenes, podía ser él, o podía ser ella. Pero lo que si sabía era que era una persona poderosa, capaz de hundir todo a su paso.

Se detuvo en una cafetería que todavía estaba atendiendo a estas altas horas de las noches, bueno, mejor dicho, de la madrugada. Ya estaba muy lejos de la mansión, así que pensó que ese era un lugar seguro.

Entró y un olor a panecillos y café lo recibió.

Fue a sentarse a la barra, se acomodó mejor la gorra y se sacó los guantes negros, guardándolos en los bolsillos traseros de su pantalón.

 — ¿Qué desea?  — le preguntó la camarera con una sonrisa de amabilidad forjada en el rostro, una chica joven y con un vestido que le llegaba más arriba de las rodillas.

 — Nada, gracias — la chica se alejó de él, y él como todo hombre soltero y con algunos que otros historiales criminales, no pudo evitar verle el trasero, e imaginarse estar en otras situaciones.

Inmediatamente sacudió su cabeza, era estúpido pensar en aquello.

Su lema era que; en horas de trabajo, eran horas del trabajo.

Se levantó y se dirigió al que al perecer era el baño. Vio por todos lados cerciorándose de que no haya nadie. Revisó en todos los compartimientos donde había retretes, y no había nadie.

Cuidadosamente sacó de su bolsillo un teléfono viejo, muy antiguo, y muy necesario para este tipo de llamadas.

Marcó al único número que se encontraba en el pequeño aparato. Y esperó, dos timbrazos, y él ya estaba nervioso. El tercero fue el vencido, y sus nervios se incrementaron, pero hizo lo posible por mandarlos al lugar donde pertenecen.

¿Qué le pasaba? Era todo un profesional. Maldijo a la persona de la otra línea por todo.

 — Espero que todo esté bien hecho

 — Sí, está todo bien hecho

 — Mañana a las 3 de la tarde, te espero en el lugar de siempre, ni un minuto más, ni un minuto menos, ya sabes lo que le pasa a los que me desobedecen — al escuchar eso, él sin darse cuenta trago saliva.

Y es que a pesar de que escuchaba su voz, no podía saber que sexo era, la persona encargada de traumarlo, pero que también le daba una muy buena paga, utilizaba una voz robótica, maldijo de nuevo a la persona de la línea por eso.

 — Si, ya se el procedimiento

 — Perfecto, hay que movernos más rápido, todo cambio con la llegada de ese jodido piano.

 — ¿Ya llegó?

 — Corrección, el juego ya comenzó, ya movió su primera ficha, me toca a mi dar el siguiente paso.

 — ¿Y que piensa hacer?

 — Hare lo posible para que no gane, ella estaba muy contenta, y me regocijé por ello, pero después vi como aprovechó la oportunidad de el momento de debilidad de ella. Ingenioso, debo admitirlo, pero ridículo, no hice nada. Todos estaban viendo, y mi fachada como integrante en esa familia es muy respetable. Me costó mucho, y mis impulsos no deben joderlo todo.

Siempre se comunicaba con él y tenían esas conversaciones. Necesitaba hasta el mínimo detalle para realizar su trabajo, pero, aun así, su mente y sus acciones no eran tan jodidas para este caso.

 — ¿Hasta donde piensa llegar?

 — Hasta que yo gane

 — ¿Y cual será el precio?

 — Si tiene que ser la vida de alguien, entonces tendrá que ser así, incluso si pertenece a la familia.



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En el texto hay: obsesion, promesa, humor romance juvenil

Editado: 09.10.2021

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