— Felicidades por su compromiso
— Muchas gracias
— No la conozco muy bien, pero felicidades — otra señora se me acercó. Con un señor que le llevaba de la mano. Me imagino será su esposo
— Muchas gracias — volví a responder
Las personas a mi alrededor no dejaban de felicitarme, apenas daba un paso y alguien desconocido me detenía y me felicitaba.
Todavía estaba aturdida por la sorpresa de Albert. Pero no podía quejarme o hacer algo al respecto. Las cosas fueron así, y así debían de quedar. A los pocos segundos de terminar de dar las gracias a la pareja, divisé a mi padre en frente mío, a unos metros de distancia.
Él y mamá se estaban acercando. Así que solo los esperé en mi lugar.
— Ya estás muy grande mi niña — la sonrisa de papá era muy grande y eso recompensó mi acciones.
— Sigo siendo más baja que tú. Así que creo que sigo siendo tu pequeña.
— Siempre serás nuestra pequeña — me dijo mamá. Sus ojos estaban un poco aguados. Sabía que se estaba aguantando las ganas de llorar. Ella es alguien muy sentimental. Cosa que yo no saqué, antes de llorar primero como un ajo entero.
— Eso ya lo sé mamá.
— Cambiando de tema, te traje una sorpresa
Arrugué mi frente. Ellos se miraron y se dieron una sonrisa cómplice. ¿Qué hicieron ahora?
— ¿Qué esta pasan….
Pero no pude terminar de preguntar porque de un momento a otro alguien me tapó los ojos y sentí que me arrastraban. No entré en pánico y me dejé llevar. Digo, no serían capaces de secuéstrame en medio de tanta gente y con las luces alumbrando casi tanto como una calle en New York. ¿Verdad?
— ¿Quién es?
— Me ofendes el que no me hayas golpeado por traerte de esta manera. ¿Qué pasó con todo lo que te enseñé?
Escuchar su voz fue como volver al pasado, y eso solo hizo que mi sonrisa aumentara más tanto que si fuera posible podría hacer comparación con el guasón. Bueno no. Pero entienden el punto. Sus manos dejaron mis ojos libres, y ni siquiera esperé a que mi vista dejara de estar borrosa. Me giré y me lancé dándole un abrazo de oso.
— Sabía que eras tu
Aun seguía abrazándola
— Eso ni tú te lo crees
Me separé de ella. Y fue cuando vi a la recién casada, mi mejor amiga.
— Anna siempre te gusta corregir mi pensamientos — reproché
— Tus pensamientos son puras malicias y a veces en ti veo mentiras.
— Pero nunca me dejas hacer mis malicias — hice un puchero como de niña pequeña
— Si lo dejara la pobre Carmita estaría calva de por vida
No pude evitar reírme. Ella también comenzó a reír conmigo. Les explico, Carmita era una compañera nuestra que siempre molestaba a un chico, él era por decirlo así era un poco friki, y ella le hacía bullying cada que él se cruzaba por su camino. Así que me hostigué de tener que presenciar como ella lo humillaba. Mi paciencia llegó a su límite cuando ella en una tarde mientras él estaba en las duchas de los hombres después de la clase de educación física, le agarró sus cosas y lo dejo encerrado con llave. El pobre a la mañana siguiente fue llevado al hospital porque estaba presentando indicio de pulmonía, había pasado la noche en la escuela con un frio tremendo.
Hice alguito con su cabello sin que ella lo supiera, pero digamos que durante un año quedó calva, hubiera sido permanente. Pero Anna me detuvo. Ella no se quedó atrás. Mi mejor amiga era de actuar dejando su marca. Y sí que dejo la marca de su puño en el rostro de Carmita.
— De pobre no tiene nada.
— En eso estamos de acuerdo.
— ¿Y qué haces aquí? Me sorprende no ver a Oscar por ningún lado.
Al instante que dije eso sentí unos brazos enrollándose en mi estómago. Su aroma me dio la respuesta.
— Y piensas que dejaré sola a mi esposa. No, eso ni pensarlo. Hay muchos hormonales hoy en día, primero lo aparto de un manotazo si se encuentra a tres metros de mi mujer.
— No te cansas de ser celoso Oscar — me soltó y fue por Anna, se besaron, en frente mío. Par de sinvergüenzas. Se separaron solo un poco.
— No, no me canso troll traviesa — y volvieron a besarse.
— Oigan no coman en frente de los pobres.
Eso los hizo detenerse y mirarme con una cara de ¿en serio?
— ¿Qué?
— Lo dice la persona que le dio un espectáculo a más de 100 personas — dijo Oscar
— No fue mi culpa — me defendí.
— Pero si fue tu boca — aclaró Anna.
— Arg, como sea. ¿Qué hacen aquí?
— Pensaste que perderíamos tu fiesta. No mi amor. Si te sentías incomoda nosotros te secuestrábamos y te llevábamos a vivir con nosotros. Pero como vimos que fue todo lo contrario decidimos dejar las armas en el auto.
— ¿Enserio tienen armas?
— Claro, solo que son de juguete. Pero nadie lo iba a saber — Oscar guiñó un ojo.
Estos son mis mejores amigos.
Anna llevaba un vestido de color negro, largo, con un escote también largo en la pierna, resaltaba su figura, ese vestido encajaba de maravilla con su piel trigueña y sus ojos color café, su cabello lo llevaba recogido dejando ver su cuello delgado y fino. Se le veía muy hermosa. Si Oscar no estaba para ahuyentar a los hormonales. Pues estaba yo. No cualquier tipejo se acerca a mi amiga.
Oscar llevaba un traje gris, ajustado en las partes adecuadas, con una ligera barba que lo hacía ver como un hombre serio y atractivo. Aquel traje resaltaba sus ojos de una manera impresionante. Todo en mi amigo demostraba poder y también risas, al igual que Anna, su piel es trigueña, pero con esos ojazos grises, atraían la mirada de más de una mujer. Y si el estuviera solo. Alejaría a cualquier lagartija que se le intentara acercar.
Sí. Ellos me protegen y yo los protejo. Al final de cuentas eso hace la familia.
Nos quedamos a hablar por más tiempo. Podría decirse que la mayoría de la noche la pasé con ellos. Hubo un momento en el que Albert llegó a mi lado, y tuve que presentarlos. Ellos conmigo eran sonrientes, pero con Albert fueron todo lo contrario, serios y apáticos. Ellos me habían comentado que me querían dejar en buenas manos. Y para eso le iban a hacer un prueba a Albert. Él no protestó, y se fue muy sonriente sin ninguna pizca de nerviosismo.