Prométeme

Capítulo 14

Mi caso era un asco. Sí, no había mejor palabra para definir mi situación.

Todo mis planes se estaban tumbando como una pared de ladrillos mal hecha. Empezando por la mala relación en la que mis mejores amigos llevaban con Albert. Estábamos en un restaurante donde; como había dicho mi prometido. La comida era exquisita, se me hacía un poco raro que haya acertado en cuanto a mi preferencia a la hora de comer.

Soy vegetariana.

Y aunque nunca se lo dije, al parecer ya conocía eso de mí. Su actitud se había vuelto como de novio sobreprotector en historia de adolescentes. No se alejaba de mí, a veces hasta tenía un poco de miedo en que también me quisiera seguir hasta al baño, razón por la que cierro con llave la puerta cada que tengo que hacer mis necesidades.

Aunque suene algo absurdo pensar que iba a hacer eso, lo hago.

En cada oportunidad, estaba a mi lado, me decía cosas hermosas, me halagaba hasta cuando me veía recién despertada (y eso que cuando me despierto soy como la viva imagen de un ogro, con saliva y todo). Sus regalos seguían llenando mi cuarto, varias veces sus manos buscan las mías, o está intentado hacer que nuestros cuerpos rocen. Me he percatado de ello, él intenta. Y digo intenta; porque no ha logrado besarme en los labios. Por ahora sus labios solo han tocado mi mejilla, y el recuerdo del beso en nuestra fiesta de compromiso iba haciéndose cada vez más borroso.

Olvidaba con facilidad. Y eso no se lo diría.

Por otro lado, ayer regresé a la casita del árbol por la foto, pero al subir, con ego de un detective seguro de encontrar su pista para resolver el caso. Me quedé peor que el stiker de payasa. Fui a una hora en la que nadie pasaba por ahí, llevé mi auto por si tenía que escapar.

¡Hasta me puse guantes para no tener que dejar mi huella!

Pero, al llegar al último escalón, y, al abrir la puerta. La idea de tener esa foto en mi poder se desvaneció como hombre irresponsable al saber que va ser padre.

Busqué por todos lados, hasta en el más pequeño rincón de la casita, pero no había nada. Nada de nada, y casi lloro al leer la nota que estaba en el pequeño escritorio donde antes estaban todos esos papeles y la foto.

"La curiosidad mató al gato"  decía.

≪Pero murió sabiendo≫ le grité a una persona que no conocía.

Me frustré, bastante, y es que sea quien sea esa persona, estaba a muchos pasos más adelante de mí.

 — Entonces trabajaste un tiempo de modelo— Albert apoya sus codos en la mesa y se inclina un poco para observar mejor a la parejita.

 — Si — responde seca mi mejor amiga.

Estamos los cuatro, Anna y Oscar están juntos al frente nuestro. Albert está a mi lado.  El silencio predomina en la mesa, y la situación se vuelve incomoda, por lo menos para mí. Albert hace lo posible para crear conversa con mis amigos, pero ellos se la ponen difícil, muy difícil. Tanta que en algunas ocasiones he escuchado a Albert suspirar y echarse al espaldar de la silla con los hombros caídos y la cabeza gacha.

Ellos están empeñados en buscar lo malo que hay en la vida de Albert, desde el día de la fiesta no han dejado de decirme que en su rostro yacen puros oscuros secretos.

Yo no se como es que se les ha metido eso en la cabeza a ese par.

Lo único que yo veo en el rostro de mi prometido es un perfecto cutis sin mancha o arrugas, con unas lindas pecas rodeando todo el espacio de su nariz y mejillas. Y unas envidiable pestañas largas.

Maldito con suerte.

 — ¿Saben lo que deberíamos de hacer?  — nos pregunta Albert, al parecer todavía no se ha rendido con caerle bien a mis amigos.

 — ¿Qué?  — pregunto, ya que Anna y Oscar no dicen nada.

 — Que tal si vamos al cine, podemos ver una película de acción.

 — Yo paso — dice Anna.

 — Yo igual — le sigue Oscar.

 — Sera para otro día — le sonrío tratando de consolarlo.

En eso volvemos al silencio, acabamos de comer, así que solo nos encontramos bebiendo vino. Y esperando a que uno se levante y se despida, o a que algo más interesante que tener que estar aquí suceda.

Suspiro. Estoy aburrida.

Mi teléfono vibra así que lo saco del bolso, enciendo la pantalla y a pesar de las dos llamadas perdidas de mi padre, lo que me hace poner rígida en mi asiento es el número desconocido que me ha enviado una foto de la persona que es.

Estúpido Mateo.

Han pasado tres benditos días donde no he sabido nada de él, ni su nombre he escuchado en la casa, desde la fiesta, y mis palabras (donde culpo al sueño por decirlas y donde le ruego al cielo para que no las haya escuchado). No lo he vuelto a ver.

Pero el solo pensar en él hace que me de un coraje de chihuahua.

¿Pueden creer que al señorito se le ocurrió la brillante idea de dejarme sola en la casita del árbol?

Más que sea me hubiera dejado una nota.

Pero no. Tuve que arreglármelas para volver a la casa sola, y ni hablar del interrogatorio que me hicieron. Lo bueno es que se mentir muy bien.

Tremendo amigo me he conseguido.

Ahora viene; con que no se como ha conseguido mi número, me ha enviado una foto suya; (donde se lo ve muy bien al condenado), y diciendo que vaya a la casa de la playa de la otra vez.

¡Y ni por favor dice!

Maldito, egocéntrico, testarudo, caradura, hijo…

 — Gloria — vi unas manos subiendo y bajando en frente de mi cara — ¿Qué dices?

Albert me sonríe tiernamente.

 — ¿Disculpa que dijiste?

 — Que si ya quieres ir a casa.

No le conteste a Mateo. Miré a mis mejores amigos y ambos me estaban mirando con una ceja alzada. Era cómico, pero al mismo tiempo un poquito intimidante.

 — Claro.

 — Mesero — llamó y nos atendieron rápido. Pagó la cuenta y los cuatro salimos. Afuera hacía un rico viento fresquito.

 — Gloria debemos hablar.



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En el texto hay: obsesion, promesa, humor romance juvenil

Editado: 09.10.2021

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