Prometeus

La ira de Neptuno

Capitulo 3 L a ira de Neptuno

Después de la batalla, el ambiente inmediato era de celebración, los capitanes de varios navíos fueron llamados por el mismísimo emperador y un obispo de la Iglesia cristiana ortodoxa para emitirles felicitaciones y condecoraciones, en las calles se aclamaba a los marineros que estaban de pie en las calles a unos cuantos metros de los puertos y muelles de Constantinopla. Los plebeyos y campesinas, además de los niños de varias edades acompañados de sus padres y algunos que tenían hermanos, acudían curiosos a la celebración observando el espectáculo, mientras unos cuantos legionarios desfilaban junto a los soldados de la Armada, entre tripulantes, galeotes, y capitanes, éste tipo de desfiles era habitual desde la época de la República Romana, era una manera de rendir homenaje y reconocimiento en cuanto un ejército había logrado un importante triunfo en alguna batalla, así de la misma manera que se le rindió homenaje a Escipión el Africano después de su victoria contra el temido y gran estratega cartaginés Aníbal, ahora se le rendía reconocimiento a los marinos que habían defendido a el Imperio Bizantino, heredero oriental de la ciudad eterna Roma, mientras algún ciudadano les vitoreaba la clásica frase "¡Repisce post te! ¡Hominem te ese memento! ¡Memento mori!" es decir "Recuerda que eres solo un hombre, recuerda que morirás" esa frase servía para recordarles a aquellos que se sentían demasiado orgullosos por la batalla que en realidad no eran más que nadie, y que después de trabajar todos al polvo volveremos, para evitar que los generales victoriosos se creyeran seres divinos y procedieran a actuar con soberbia contra la ley y los ciudadanos de Roma.

 

Después de la condecoración se procedió a una celebración popular solo a miembros de las tripulaciones que habían participado en la  en una taberna de la marina de guerra bizantina, los soldados brindaban mientras bebían cerveza e hidromiel, entre ellos estaba Arcadius, sin embargo después de unas dos horas de platicar incoherencias con sus compañeros de barco y de ver como algunos de sus compañeros trataban de hablar con alguna campesina por lo regular, esta los rechazaba para diversión de muchos, sin embargo una que otra accedía a charlar con algún marino, en medio de ese escándalo, Arcadius decidió aprovechar el tiempo libre para visitar a su esposa Ágatha, desde la última vez que se embarcó no la habia vuelto a ver, y ansiaba pasar unos cuantos días con su esposa e Hijos, el pequeño Diógenes y la dulce Athena que tenía solo 5 años.

 

Caminó por las calles de adoquines de la ciudad llenas de vendedores, en otra calle se encontraban llenas de pordioseros, y otra se encontraba llena de campesinas que se dedicaban a hacer artesanías de madera para venderlas a los viajeros que llegaban de todas partes del Mar Mediterráneo, era sin duda todo un espectáculo de colores, puesto que la ciudad Constantinopla era el centro del comercio entre Asia y Europa, ahí encontrabas desde Seda de Oriente, Madera del Sacro Imperio Romano hasta especias de la lejana India y alfombras persas, por ello es que la ciudad era continuamente codiciada por más de un reino.

 

En ese momento se detuvo en una pequeña casita hecha de piedra y con puerta de madera, y con la llave entró, encontró a su esposa comiendo a la mesa en platos de madera junto a sus hijos, un júbilo le recorrió el cuerpo y los abrazó a los tres.

 

-Cuanto los extrañaba, 

 

-Nosotros a ti papá- le contestaron la pequeña Athena y su hermano Diógenes

 

-Está lista la cena, hice carne de borrego con especias- dijo en voz alta Ágatha desde la cocina

 

-Muy bien, estoy cansado de la comida asquerosa que nos dan en la Armada, solo pan y con suerte con muy poco moho,

 

Después de la cena fue a la habitación matrimonial para hablar con su esposa a solas.

 

-Hemos escuchado que han ganado la batalla del Mar Egeo, ¿Cómo te fue? - le preguntó con voz amable su esposa.

 

-En realidad puede que pudiera haber tenido mejor suerte, - en ese momento se quitó la cota de malla para tener solo una camisa de tela de algodón, se veía la herida de flecha que le había atravesado parte del hombro, 

 

-Dios santo, eso necesita curación rápido o se infectara y podrías morir en menos de lo que canta un gallo.

 

-Ya me aplicaron alcohol y me cauterizaron la herida, no te preocupes ahora solo necesito un par de días de descanso.

 

Los próximos días los disfruto estando con su familia, que tenía mucho sin ver, hasta que se tuvo que despedir para poder regresar a los cuarteles de la Armada, el capitán de guardia los había llamado anticipadamente a todos los tripulantes de navíos de guerra y les confirmó que había una nueva misión.

 

Recientemente los marinos venecianos han estado mucho más agresivos de lo que parece, atacan a nuestros barcos comerciantes y se roban todo lo que pueden, el Almirante nos ha pedido que vayamos a una operación para emboscar al puerto de Malta, desde donde tiene su base de operaciones la Republica de Venecia, y extirpar de una vez por todas ese problema.

 

Tenemos que rodear la ciudad al amanecer, desde el este y oeste, y desembarcar cuando la mayoría de los barcos estén en sus amarres, para poder tomar ventaja y tomar la isla antes de que puedan hacerse a la mar.

 

Esa noche Arcadius no pudo dejar de preguntarse como siempre, si aquella vez sería la última vez que vería a su familia, tarde o temprano al marino se le acaba la suerte, y a él le había durado ya mucho. Llevaba demasiadas batallas ganadas, la ley de la suerte dice que tarde o temprano se termina.

 

Al día siguiente un conjunto de 100 Dromones de batalla zarpó de los muelles hacia la isla de Malta, en el barco Heraklión se encontraba Arcadius y otros 100 tripulantes entre remeros y los demás tripulantes Iban a ser dos semanas de camino entre la ciudad hasta la pequeña isla. En el día diez, empezó como una borrasca ligera, pero en la tarde se tornó como una tormenta huracanada, los barcos se movían de arriba a abajo por el oleaje tan alto que golpeaba la proa de los barcos, y el agua llenaba la cubierta, había tanto viento que en algún momento los de a cubierta pensaron quizás que se romperían los mástiles del barco, de pronto una ola alta de aproximadamente siete metros de alto pasó sobre tres barcos y los volteó por completo, quedando la cubierta y las velas sumergidas bajo el agua, en una de esas naves se encontraba Arcadius.




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