Prometida por Obligación, Amante por Elección

Capitulo 2

(Minutos antes)

El pasillo del Edificio Jangsu respiraba silencio bajo las luces amarillentas que parpadeaban cada cinco pasos. Paredes descascaradas, puertas marrones idénticas, y ese olor a jabón de pino que siempre quedaba después de la limpieza nocturna.

Tres figuras avanzaban en formación perfecta:

  1. Lee Mia, con sus zapatos de tacón resonando contra el cemento frío, practicaba una sonrisa frente al espejo de su compacto. Demasiado dulce. No. Así no. Los labios se reajustaron en una curva más calculada. Perfecto.
  2. El guardaespaldas izquierdo (el de la cicatriz) masculló sin mover los labios:
    Jovencita, no olvide lo que su abuelo le entregó. Es crucial.
    Sus dedos rozaron el sobre de lino guardado en su bolso.
  3. El guardaespaldas derecho (el de nudillos rotos) escaneaba cada sombra.
    ¿Segura de que es el piso 3B?
    Mia no respondió. Ya estaban ahí.

Un suspiro. Un último repaso mental de su discurso.

¡Toc, toc, toc!

Ahora:

La desconocida —ya no tan desconocida— dio un paso adelante. Su sonrisa se expandió como fuego en gasolina, iluminando cada rincón del diminuto apartamento.

¡AMOOOOOOOOOOOR!

Su voz resonó en todo el apartamento, haciendo que los platos en la cocina temblaran y que Min-ji se llevara las manos a los oídos.

Seok-woo se quedó paralizado, la boca abierta, los brazos colgando inertes a los lados, como un personaje de dibujos animados al que acaban de golpear con un martillo.

Y justo en ese momento, Seok-woo la empujó con fuerza, haciendo que Mia diera un paso atrás. Sus ojos ardían de indignación.
—¿¡Quién diablos!? —rugió, señalándola con un dedo tembloroso—. ¡Te has vuelto loca! ¿En qué mundo somos esposos?

Lee Mia solo se enderezó con calma, alisando los pliegues invisibles de su traje de seda negra (que ahora mostraba las arrugas del empujón). Sus dedos descalzos —recién liberados de los tacones— se aferraron al borde de la mesa mientras recuperaba esa sonrisa de princesa diplomática.

—Hola de nuevo —dijo, como si él no hubiera gritado—. Soy tu prometida. Si me dejas pasar... te lo explicaré todo con manzanas y peras.

Antes de que él pudiera reaccionar, ya se deslizaba hacia el sofá con la elegancia de una gata, mientras el guardaespaldas moreno dejaba las maletas Louis Vuitton junto a la puerta con un golpe sordo.

Minutos después, con todos sentados en incómodo silencio (excepto los guardaespaldas, que seguían plantados como estatuas), Mia comenzó su explicación:

—Mi nombre es Lee Mia —hizo una pausa dramática, jugueteando con su collar de perlas—. Sí, lo sé... suena a "chica de Miami", pero mi abuelo materno era americano. El tipo que puso el nombre. Aunque por sangre soy coreana (de mi appa) y mitad latina (de mi eomma).

Seok-woo cruzó los brazos, resoplando. Min-ji, en cambio, se inclinó hacia adelante, fascinada.

—Ah, lo importante —Mia chasqueó los dedos—. Hace 18 años, tu abuelo salvó el negocio del mío. Y entre ceremonias de soju y lágrimas, prometieron unir nuestras familias. "Cuando cumplan 20, se casarán". Y voilà... —Extendió las manos como mostrando un cartel invisible—. Aquí estoy.

El silencio fue tan espeso que podía cortarse. Hasta que Mia añadió, mientras examinaba sus uñas impecables:

—Toda mi vida me entrenaron para ser tu esposa perfecta. Tus comidas favoritas, tu tipo de música, hasta tu marca de jabón. Sé doblar calcetines en cuadritos y preparar ese estofado picante que solo tu abuela hacía bien. —Sus ojos brillaron con algo peligroso—. Y otras... habilidades conyugales.

Seok-woo se atragantó con su propia saliva.

—Por eso viviré aquí —continuó ella, levantándose con gracia—. Para que te acostumbres a mí. Ahora, si me disculpan... —bostezó teatralmente—, el jet lag me está matando.

Seok-woo saltó como un resorte.
—¡¿OYE?! ¡¿A DÓNDE CREES QUE VAS?!

Mia se volvió en el umbral, su silueta recortada por la luz del pasillo.
—A la habitación vacía, obvio. Ustedes ocupan dos, quedan dos. Yo tomaré la que huele a lavanda —sonrió maliciosamente—. La que tiene fotos tuyas de bebé en el clóset.

—Hermano, ¡ella está exhausta del viaje! —intercedió Yuna, guiando a Mia al cuarto libre—. Descansa, ¿sí?

—Gracias, amor —susurró la recién llegada, lanzando un guiño que hizo hervir la sangre del muchacho.

Continuara



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En el texto hay: drama amor, enemistolover

Editado: 19.07.2025

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