Prometida por Obligación, Amante por Elección

Capitulo 4

—¡¿QUÉ?!

El grito de Seok-woo retumbó en el salón al levantarse de un salto, haciendo caer su silla con un estruendo. Todos los ojos se clavaron en él, pero su mirada ardiente estaba fija en Yuna, quien palideció al verse señalada.

—¡NO, ESO ES MENTIRA! —rugió, apretando los puños—. ¡ELLA NO ES NADA MÍO! ¡ES UNA LOCA QUE SE METIÓ EN MI CASA!

Lee Mia, en lugar de molestarse, esbozó una sonrisa casi imperceptible al notar cómo su reacción giraba en torno a Yuna. Con movimientos deliberadamente lentos, recogió su mochila y caminó hacia el asiento vacío justo al lado de Seok-woo, haciendo crujir ligeramente el piso de madera bajo sus zapatos de vestir.

Él la siguió con la mirada, los músculos de su mandíbula tensos.

—¿En serio vas a perseguirme todo el día? —susurró entre dientes, hundiéndose en su silla—. Ya veo. Vas a ser mi fastidio este año.

Ella se sentó, cruzando las piernas con elegancia bajo su falda verde esmeralda (parte del uniforme veraniego de la academia), y volvió su rostro hacia él.

—No, cariño —respondió, dulce pero firme—. Te prometo que no será así.

—¡TE DIJE QUE NO ME LLAMES ASÍ! —estalló él, golpeando el escritorio.

La profesora Kim giró en redondo, sus gafas reflejando la luz mientras clavaba una mirada gélida en Seok-woo.

—Seok-woo —dijo con voz calmada pero cortante—. Deje los gritos, a menos que quiera pasar el resto del día en dirección.

Él tragó saliva, conteniendo su furia.

—…No, profesora. Lo siento.

El salón quedó en silencio, pero la tensión seguía flotando en el aire como un humo espeso. Seok-woo se dejó caer en su asiento con un movimiento brusco, los nudillos aún blancos de tanto apretar los puños. Durante las siguientes 3 horas interminables, permaneció rígido, la mirada clavada al frente como si a su lado no hubiera nadie.

Pero ahí estaba ella.

El asiento junto a él no estaba vacío. Lee Mia ocupaba ese espacio con una tranquilidad que lo exasperaba. Podía sentir su presencia sin siquiera voltear: el suave roce de su falda verde al moverse, el aroma discreto a flores de su perfume, el ocasional crujido de su pluma sobre el cuaderno. Cada pequeño sonido, cada movimiento, era como un recordatorio constante de su intrusión en su vida.

Y lo peor de todo era que ella no parecía afectada. Mientras él fingía con todas sus fuerzas que no existía, ella tomaba notas con calma, incluso lanzando una o dos miradas furtivas en su dirección, como si lo estudiara.

El reloj de la pared avanzaba con lentitud agonizante.

Seok-woo suspiró por dentro.
Todavía faltaban tres horas para que terminara este infierno.

Finalmente, el timbre resonó en los pasillos como una liberación.

Seok-woo no salió de su asiento; salió disparado como un resorte, apenas dando tiempo a que la profesora terminara de hablar. En un instante, ya estaba al lado de Yuna, siguiéndola como un perro fiel que mueve la cola, su expresión tensa derritiéndose en cuanto sus ojos se posaron en ella.

Mientras tanto, Mia no se apresuró.

Observó la escena con calma, guardando sus libros uno por uno, sin perder detalle de cómo Seok-woo se transformaba frente a Yuna. Luego, sacó con cuidado la lonchera de madera tallada —la misma que había preparado esa mañana— y se levantó con elegancia, ajustando el pliegue de su falda verde.

No necesitaba correr.

Después de todo, sabía exactamente dónde encontrarlos

Después de unos minutos del timbre

El patio hervía de actividad: grupos de estudiantes reían alrededor de mesas de picnic, otros jugaban béisbol en la cancha de tierra rojiza (donde ya se marcaban las huellas de zapatillas y pelotas), y unos cuantos se refugiaban bajo la sombra de los árboles.

Seok-woo, Yuna y Ji-hoon ocupaban su lugar habitual bajo un gran árbol de ramas extendidas, sobre una manta a cuadros rojos y blancos que Yuna siempre llevaba. Él estaba apoyado contra el tronco, cerca de Yuna, como si buscara su aprobación, mientras Ji-hoon devoraba un sándwich con desinterés.

Entonces, apareció Lee Mia.

Caminó con determinación bajando las escaleras de cemento que llevaban al patio, su blusa blanca inmaculada ondeando levemente con la brisa. Al llegar frente a ellos, sostuvo una lonchera de madera tallada (herencia de su abuelo) y sonrió.

—Cariño, te traje almuerzo —dijo, antes de girar hacia Yuna—. Hola, un gusto. Soy Lee Mia, la prometida de Seok-woo.

Alargó la mano, pero Seok-woo la golpeó hacia abajo.

—¡Ellas no necesitan conocerte! —espetó, mirando a Yuna—. Y yo NO soy tu prometido. ¿Entiendes? —su voz bajó a un susurro áspero—. Me gusta otra persona.

Mia no se inmutó.

—No te preocupes, querido —respondió, con un brillo juguetón en los ojos—. Es mejor que me seas infiel ahora… que cuando estemos casados.

Ji-hoon casi escupe su bebida. —¡JA! —soltó, entre risas.

Seok-woo enrojeció de furia, pero Yuna intervino, incómoda.

—Yo soy Yuna, y él es Ji-hoon —dijo, ignorando la tensión—. Un placer.

Mia asintió, pero Yuna, curiosa, añadió:

—Perdona que pregunte… ¿De dónde vienes?

—Mmm… de América —respondió Mia, jugueteando con su collar.

—¡Eso está lejísimos! —exclamó Yuna—. ¿Y viniste solo por…?

—Por una promesa que mi abuelo hizo hace años —contestó Mia, su voz suave pero cargada de algo indescifrable.

Yuna sonrió. —Interesante. Creo que podremos ser buenas amigas.

—¡¿Amiga de ELLA?! —Seok-woo casi saltó—. ¿No ves que es una falsa?

—¡Seok-woo! —Yuna lo regañó, pero él no cedió.

Mia, sin embargo, sonrió con sarcasmo (solo por un segundo) antes de endulzar su tono:

—Bueno, cariño, aquí está tu almuerzo. Lo preparé con amor.

Él miró la lonchera, luego a ella… y la tiró al suelo. El arroz y la tortilla se esparcieron sobre la tierra.



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En el texto hay: drama amor, enemistolover

Editado: 02.07.2025

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