En el patio
Seok-woo observó cómo Mia se alejaba, su figura esbelta destacándose entre la multitud de estudiantes. Sus cejas se fruncieron levemente mientras recordaba su reacción anterior: esa mirada fría, esos puños apretados... y luego, esa repentina calma.
"Ella tiene que recordar una promesa... ¿Qué promesa?" pensó, mordiendo el interior de su mejilla sin darse cuenta. "Y esa actitud... es como si estuviera ocultando algo. Esta chica es demasiado extraña."
De pronto, parpadeó, como si despertara de un trance.
"¡¿Qué estoy pensando?! ¿Por qué me interesa esta mentirosa? ¡No debería importarme!" Se pasó una mano por el pelo con frustración, como si intentara borrar sus propios pensamientos.
Minutos después, Mia reapareció, su falda verde ondeando levemente con la brisa, y se detuvo frente a Seok-woo con una sonrisa que brillaba como el sol de mediodía.
—Bueno, querido —dulce, casi cantarina—, no te preocupes. Comerás en casa. Te dejé comida lista para la cena.
Yuna, que estaba a su lado, levantó una ceja con sarcasmo.
—¡Ah! Así que viven juntos —Yuna arrastró las palabras con una mezcla de sarcasmo picante y molestia genuina, mientras se levantaba de un salto, agarrando su bolso como si fuera un arma.
—¡No es lo que piensas! —Seok-woo se puso de pie con tal brusquedad que casi cayéndose mientras se colocaba de pie. En dos zancadas largas, ya estaba tras Yuna, como un cachorro regañón siguiendo a su dueña.
Mia no movió un dedo para detenerlo. En cambio, una sonrisa de Maldad se dibujó en sus labios durante exactamente 1.7 segundos (el tiempo justo para que nadie más la registrara, pero suficiente para helar la sangre).
Con un movimiento digno de una reina, se sacudió los pliegues imaginarios de su falda verde y alzó dos dedos en una señal discreta. Sus guardaespaldas, que parecían haber salido de las sombras, asintieron en silencio.
—Es hora de ir a clase —murmuró, alejándose con pasos que hacían "clic-clic" elegante en el suelo.
Mientras tanto, Ji-hoon observaba toda la escena desde el pequeño rincón al lado del arbol...
...con un enorme bocado de tortilla de arroz que había sacudido del suelo sobresaliendo de su boca.
—Mmhpf — masculló, encogiendo los hombros antes de dar otro mordisco a su comida. ¿Drama amoroso? ¿Celos? Nada de eso superaba el manjar esponjoso que tenía entre manos.
—¿Seok-woo se enoja por cualquier cosa — pensó, masticando con la satisfacción de un oso panda en temporada de bambú—. Si la nueva hace comida así, yo me caso con ella.
Un trozo de huevo cayó sobre su cuaderno.
—Ah Diablos— susurró, limpiándolo con el dorso de la mano antes de volver a morder, completamente ajeno al hecho de que:
—¿Quieres un poco? — le ofreció a nadie en particular, alzando su tortilla a medio comer.
El universo entero giró alrededor de su sándwich.
Y eso era todo lo que importaba.
Mia mientras tanto en camino a su salón Uno de los hombres, un joven de rostro serio pero ojos preocupados, se acercó lo suficiente para hablar en voz baja.
—Joven ama, disculpe mi intromisión —dijo, con un tono que equilibraba respeto y advertencia—, pero creo que reaccionó de manera... intensa hace un momento. ¿Qué dirán los demás?
Mia no disminuyó su paso.
—No te preocupes —respondió, con una risa ligera que no llegaba a sus ojos—. Solo dije la verdad. ¿O me equivoco?
El guardaespaldas tragó saliva.
—Sí, señorita... —vaciló—. Noté que se dio cuenta de los sentimientos entre el joven amo y la señorita Yuna.
Mia suspiró, casi con ternura fingida.
—¿Quién no lo notaría? —murmuró, jugueteando con su collar—. Pero tranquilo, solo quería divertirme un poco. Aunque mi prometido es un poco maleducado... —hizo una pausa dramática—. ¿No crees que merece un pequeño escarmiento?
El guardaespaldas la miró con ojos suplicantes.
—¡Señorita! —su voz fue un susurro urgente—. No haga nada imprudente. Recuerde por qué vinimos. Se lo ruego.
Ella rió, esta vez con genuina diversión.
—Tranquilo, solo bromeaba contigo —dijo, dándole un golpecito en el hombro como si fueran compañeros de escuela—. Eres casi de mi edad, ¿no? Trataré de controlarme... después de todo, él es mi esposo. —La última palabra la pronunció con un dulzor exagerado, seguido de un suspiro teatral.
El guardaespaldas asintió, aliviado pero aún tenso.
—Gracias, joven ama...
A la hora de la salida
El timbre sonó y los estudiantes salieron como un enjambre, pero Mia se quedó atrás.
Se acercó a Seok-woo con pasos silenciosos, deteniéndose justo a su lado.
—Oye, querido —dijo, inclinándose ligeramente hacia él con una sonrisa que hacía juego con sus ojos brillantes—, ¿a qué hora sale tu hermana?
Seok-woo la miró de reojo, desconfiado.
—¿Por qué preguntas? —su voz era áspera, pero menos cortante que antes.
—Porque viene el auto a buscarnos —respondió ella, como si fuera lo más natural del mundo—. Quiero esperarla.
—¿El auto? —él frunció el ceño.
—Sí —Mia jugueteó con un mechón de su pelo—. Mi abuelo nos lo envió. Así estamos más seguros... y más unidos.
Seok-woo apretó los dientes.
—No, no me comentaste nada —gruñó—. Pero da igual. Ni mi hermana ni yo nos subiremos a ese auto.
Mia hizo un gesto de falsa sorpresa, llevándose una mano al pecho.
—¿Pero... pero por qué, amor? —su voz era melosa, casi una caricia.
—¡TE DIJE QUE NO ME DIGAS AMOR! —Seok-woo estalló, golpeando su pupitre con el puño.
Ella no retrocedió. En cambio, lo miró directamente a los ojos, su expresión cambiando a una curiosidad genuina.