Prometida por Obligación, Amante por Elección

Capitulo 6

En un instante que pareció congelarse, el pie de Yuna se enredó en la correa de una mochila abandonada.

—¡AH!

Mia lo vio antes que nadie: Yuna iba directo a los brazos de Seok-woo. Sin pensarlo, extendió el brazo y la agarró de la cadera con firmeza, girándola hacia sí con un movimiento fluido.

El resultado:

Yuna quedó sostenida en un ángulo de 45 grados, con Mia inclinada sobre ella, una mano en su espalda y la otra aún en su cintura. El salón contuvo el aliento. Hasta el polvo flotando en los rayos de sol pareció detenerse.

—Uff, eso estuvo cerca — Ji-hoon rompió el silencio, masticando un último bocado de tortilla—. Por poco te golpeas fuerte, ah.

Yuna parpadeó, ruborizada.

—Ah… sí. Gracias, Lee Mia — murmuró, antes de pensar: "¿Por qué me salvó? Si hubiera caído… Seok-woo me habría…" Se sacudió mentalmente. "¿En qué estoy pensando? ¡Parece la villana de un drama!"

Seok-woo, con los brazos cruzados, arqueó una ceja.

—Veo que tienes buenos reflejos — dijo, con un tono que no sabía si era admiración o sospecha.

Mia enderezó a Yuna con delicadeza.

—Oh, no, cariño. Solo no quería que se lastimara — respondió, ajustándose un mechón de pelo detrás de la oreja.

—¡Te dije que no me llames cariño! — rugió él, enrojeciendo—. ¡Y ahora me llamas así delante de todos! ¡Estoy empezando a creer que eres idiota!

—No, amor, no digas eso — Mia puso una expresión herida, pero sus ojos brillaban con algo más… ¿diversión?

Seok-woo suspiró, frotándose el puente de la nariz.

—Y tú, Yuna… ¿con qué te tropezaste? — preguntó, evitando mirar a Mia.

—Con el bolso de alguien — señaló el objeto culpable, un modelo de lujo tirado como un obstáculo más.

Mia tomó la palabra con autoridad suave:

—Tengan cuidado. Esto pudo terminar mal — dijo, mirando directamente a Seok-woo—. Tú también, amor.

Él la fulminó con la mirada, agarró su mochila con un tirón brusco y salió del salón como un huracán. Los demás lo siguieron como patitos tras su mamá.

Afuera, el sol de la tarde doraba el pavimento cuando Mia señaló un vehículo que hacía sombra a todos los demás: una limusina negra, con vidrios polarizados y un chasis que gritaba "dinero".

—¿Tu padre es millonario? — Yuna parpadeó, incapaz de disimular su asombro.

Los guardaespaldas, como si fueran marionetas, voltearon al unísono hacia Mia, esperando instrucciones con la tensión de un cable de acero.

Ella sonrió, jugueteando con su collar.

—En realidad, mi padre no es millonario — dijo, como si revelara un chiste privado—. Es solo un hombre que… descansa después de tanto trabajar.

Ji-hoon tragó saliva.

—Entonces… ¿de dónde sacas tanto dinero? — preguntó, mirando la limusina con ojos de niño en una juguetería.

Adrián, el guardaespaldas más joven, se adelantó con una sonrisa profesional.

—Disculpen, pero debemos irnos — interrumpió, abriendo la puerta con un gesto—. ¿Suben?

Todos asintieron, hipnotizados por el lujo, excepto Seok-woo, que solo entró al ver a Yuna hacerlo.

Mia se acercó a Adrián, susurrando:

—Gracias, Adrián.

Él asintió, sin cambiar su expresión.

—No necesita agradecerme, señorita. Es mi trabajo.

—Quizás lleguemos a ser amigos — murmuró ella, con un tono que hacía imposible saber si bromeaba o no, antes de subir.

En Casa

—Cariño, ¿qué quieres para cenar? — Mia preguntó, revolviendo una olla con ritmo alegre.

Seok-woo apretó los puños.

—Escúchame bien, Lee Mia — dijo, cada palabra saliendo como un latigazo—. Esto solo lo diré una vez. Si me vuelves a llamar cariño, amor, o cualquier estupidez así… no seré bueno la próxima vez.

Ella dejó la cuchara, volteándose con una sonrisa que no llegaba a los ojos.

—Lo siento, amor… pero eso no se puede.

—¿POR QUÉ NO? — él golpeó la mesa, haciendo saltar los cubiertos.

Mia suspiró, como si explicara a un niño.

—Ah… es una historia larga — dijo, volviendo a su olla—. Otro día, ¿sí?

Ella evito el tema ese día, y así paso el tiempo

Un Mes después, en la madrugada…

Mia se retorcía en la cama, atrapada en un sueño:

Una niña de cinco años, con un vestido blanco manchado de lágrimas, corría tras dos figuras que se alejaban en un pasillo infinito.

—¡Mamá! ¡Papá! ¡No me dejen! — gritaba, pero sus padres no volteaban. La puerta de la mansión se cerraba con un click final.

—¡NO! ¡NO! — Mia se incorporó de golpe, sudando y jadeando.

Los guardaespaldas irrumpieron en la habitación, Adrián al frente.

—¡Señorita! ¿Qué pasa? — revisaron cada esquina, las manos en sus armas.

Mia se frotó la cara, forzando una sonrisa.

—Nada… solo es hora de despertar.

—Pero… son las 4:00 AM — Adrián frunció el ceño.

—Así tengo tiempo de hacer el almuerzo — dijo, levantándose… y tambaleándose.

Adrián la atrapó antes de que cayera, sintiendo cómo su cuerpo temblaba.

—Señorita, no está bien — insistió, pero ella ya se enderezaba, como si nada.

—Solo es el frío — mintió, ajustándose el batón—. Vinimos de un lugar cálido, ¿recuerdas?

—Pero…

—Vamos, Adrián — lo interrumpió, caminando hacia la cocina con pasos que fingían firmeza—. Acompáñame a cocinar.

Él la siguió, sabiendo que algo estaba muy mal…

CONTINUARÁ…



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En el texto hay: drama amor, enemistolover

Editado: 11.08.2025

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