Prometida por Obligación, Amante por Elección

Capitulo 10

El viento aullaba contra las ventanas, sacudiendo los árboles del jardín como si la noche misma quisiera entrar. En el salón, solo el tictac del reloj y los pasos nerviosos de Min-ji rompían el silencio.

—¡Puedes dejar de caminar así! ¡Me estás mareando! —Seok-woo gruñó desde el sofá, donde estaba recostado con los brazos cruzados, como si el mundo entero fuera un inconveniente menor.

Min-ji se detuvo de golpe, clavándole una mirada que podría haber derretido acero.

—¿En serio? ¿Eso es todo lo que se te ocurre decir? —Su voz temblaba entre la furia y la preocupación—. Lee Mia nunca llega tarde. Algo anda mal.

—¿Y qué quieres que haga? —Seok-woo se encogió de hombros—. Tiene guardaespaldas las 24 horas. Si no vinieron hoy, será porque ella los despistó como siempre.

—¡Dios, a veces odio que seas mi hermano! —Min-ji arrebató su abrigo del perchero con tanta fuerza que casi lo arranca—. Si no vas a moverte, yo lo haré.

—¡Estás loca! ¡Mira el clima! —gritó él, señalando la ventana, donde las ramas de los árboles se doblaban bajo el vendaval.

Pero ella ya había girado el picaporte.

La puerta se abrió de golpe, y el viento helado se coló en la habitación, trayendo consigo una figura inesperada.

Un joven alto, con el cabello revuelto por el viento, sostenía en brazos a Lee Mia, inconsciente. Sus ropas estaban húmedas, y sus labios temblaban por el frío.

—Buenas tardes… ¿Me permiten entrar? —Su voz era firme, pero el temblor en sus manos delataba el frío que lo recorría.

—¡¡LEE MIA!! —Min-ji gritó, corriendo hacia ellos—. ¡Pasa, recuéstala en el sofá!

Seok-woo se levantó de un salto, los ojos clavados en el desconocido.

—¿Qué le pasó? —preguntó, pero en su mente algo más urgente resonaba: "¿Dónde he visto a este tipo antes?"

Adrian no perdió tiempo. Con movimientos precisos, acomodó a Lee Mia en el sofá, pidiendo un cojín a Min-ji para apoyar su cabeza. Luego, con un gesto inesperadamente íntimo, le quitó los zapatos, como si fuera algo natural.

—Disculpen la hora —dijo Adrian, secándose las manos en el pantalón antes de mirar a Seok-woo—. La señorita no se sentía bien y se desmayó. Y usted, su prometido, ni siquiera salió a buscarla. ¿Eh?

Seok-woo soltó una risa cortante.

—¿Eso te dijo? —Su sonrisa era fría—. Claro, ella siempre juega a la víctima. Seguro te contó una linda historia, pero—

Un gemido interrumpió su discurso.

Lee Mia se incorporó de golpe, los ojos desorbitados, la respiración entrecortada. Su mirada se fijó en Adrian, como si fuera un fantasma.

—Tú… —susurró—. ¿Quién eres? ¿Por qué me ayudaste?

El silencio se apoderó de la habitación.

Adrian esbozó una sonrisa lenta, casi peligrosa.

—Ya veo que me olvidaste. Otra vez —dijo, inclinándose un poco hacia ella—. Pero qué ingrata eres, señorita. Ayudo a una dama desmayada, la llevo a casa bajo la lluvia, y en lugar de un "gracias", me preguntas "¿por qué?". —Su tono era burlón, pero había algo más ahí… algo cálido y coqueto que hizo que el rostro de Lee Mia se encendiera.

—Ah… —tragó saliva—. Lo siento. Gracias. Y… disculpa la molestia, Adrian.

Seok-woo no podía creer lo que veía.

—¿Se conocen? —preguntó, los ojos estrechándose—. ¿Y tú quién diablos eres?

Adrian se enderezó, las manos en los bolsillos, como si la situación fuera graciosamente trivial.

—Adrian. Uno de los guardaespaldas de la señorita Lee. Sabía que algo andaba mal, así que la seguí. —Hizo una pausa, mirando a Lee Mia con una intensidad que hizo que el aire se espesara—. Y sí, fue suerte encontrarla antes del anochecer.

—¿Suerte? —Lee Mia parpadeó—. ¿Por qué dices eso?

Adrian se acercó, tan cerca que su aliento rozó su oreja al susurrarle algo que solo ella pudo escuchar.

Min-ji, que había estado observando todo con ojos de halcón, vio cómo el rubor en las mejillas de Lee Mia pasó de un rosa tímido a un escarlata ardiente. Adrian desvió su mirada de Lee Mia (aún temblorosa por su susurro) hacia Min-ji. El silencio en la habitación era tan denso que podía escucharse el crujido de la madera del piso bajo sus pasos.

—¿Me abriría la puerta, joven señorita Kim? —preguntó, con una voz suave pero cargada de algo más… algo que hizo que Min-ji sintiera un escalofrío.

Ella parpadeó, sorprendida por la formalidad.

—Ah… —tragó saliva, sintiendo de pronto que todos los ojos estaban sobre ella—. Me puedes decir Min-ji.

Adrián esbozó una sonrisa lenta, casi peligrosa en su encanto.

Min-ji —repitió, como si probara el nombre en su boca—. Será un placer.

Y entonces ocurrió.

Al pasar frente a Seok-woo, Adrian no pudo evitar lanzarle una mirada fría, casi desafiante. Un mensaje claro: "Tú no la mereces."

Min-ji lo guió hacia la entrada, consciente de que Lee Mia seguía clavada en el sofá, los dedos aferrados a la manta como si fuera un salvavidas. El aire entre ellos vibraba con preguntas no dichas:

  • ¿Qué le susurró?
  • ¿Por qué la miró así?
  • ¿Y por qué diablos Seok-woo apretaba tanto los puños?

Justo al cruzar el umbral, el viento nocturno acarició el rostro de Adrian, iluminado por la tenue luz del portero. Se detuvo, sin volverse, y dijo en un tono que solo Min-ji pudo escuchar:

—Cuídala… porque yo no estaré lejos. Hasta mañana señorita— inclinando la cabeza—

Y entonces, desapareció en la oscuridad, dejando atrás un rastro de misterio… y el corazón de Lee Mia latiendo como un tambor de guerra.

—¡Lee Mia! —exclamó, tocándole la frente—. ¡Estás ardiendo! ¡Seok-woo, busca un termómetro! —Pero luego se detuvo, notando algo más. Una sonrisa pícara se dibujó en sus labios—. Aunque… no creo que sea solo fiebre. —Inclinándose hacia su amiga, con los ojos brillantes de curiosidad—. Vamos, ¿qué te dijo?



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En el texto hay: drama amor, enemistolover

Editado: 11.08.2025

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