—¿Como profesor? ¿Y por qué tan... pegado a mí? —Mia cruzó los brazos.
—Eso... Adrian limpió una gota de sudor, —es información clasificada. — Su sonrisa reapareció, pero esta vez, Mia notó algo distinto: una sombra de preocupación que no había estado allí antes.
En ese instante, Mia lo comprendió. Ese juego de seducción que parecía inofensivo era solo la fachada de algo mucho más grande... y peligroso. Al intentar desviar la mirada para calmarse, notó una figura familiar acercándose por el pasillo. Su estómago se encogió. Reconocía esa mirada. Y lo peor: él también la había visto.
—Hola, Mia —saludó con voz amable, pero con un matiz helado que congeló el aire a su alrededor.
Adrian se giró bruscamente y bajó la cabeza en señal de respeto. —Buenos días, señor —dijo con voz tensa, tragando saliva como si lo hubieran sorprendido con las manos en la masa.
—Buenos días, Adrian. Me alegra ver que estás cumpliendo tu deber. Pero... —desvió la mirada hacia Mia— ¿qué hacen ustedes dos solos aquí afuera? Y mejor aún: ¿por qué una mujer comprometida está charlando a escondidas con otro hombre?
Mia, tartamudeando, le tomó del brazo. —Ho-ho-hola, tío. ¿Cómo puedes pensar eso de Adrian y de mí? ¡Él es mi guardaespaldas! Siempre tiene que estar cerca... Mi esposo está adentro, solo estábamos... cuadrando detalles de seguridad —dijo, esforzándose por mantener la compostura.
—¿Detalles de seguridad? —repitió con escepticismo, clavando la mirada en Adrian.
Sin alzar la vista, Adrian respondió con firmeza: —Sí, señor. Me asignaron el rol de profesor encubierto, y estoy cumpliendo.
—Bien. Ve a buscar a tu esposo, Mia. Yo los alcanzo...
Ella asintió y se apresuró a entrar, dejando atrás a su tío y a Adrian. Apenas pasaron unos segundos antes de que el silencio se rompiera:
—Tranquilo, Adrian —musitó el tío con una sonrisa perversa—. Estoy de tu lado. No le diré a mi hermano que andas coqueteando con su hija.
Adrian se quedó paralizado. Pero el tío soltó una carcajada y entró al aula, riendo con descaro. —¡Jajajajaja!
Mia, en un intento por desviar la atención, se colgó del brazo de su tío con una sonrisa radiante y una energía electrizante. Brincó hacia Seok-woo como un cachorrito feliz que ve a su dueño tras una larga espera.
—¡Amoooooooooooooor! —gritó, con una sonrisa desbordante.
Por puro instinto, Seok-woo la alzó en brazos. Pero apenas se dio cuenta de lo que estaba haciendo, intentó apartarla, recordando que ese teatro se suponía que ya había terminado. Ella le susurró al oído:
—Quédate quieto. Solo finge que me amas... Te pagaré luego.
—Quiero que te vayas y salgas de mi vida —le respondió en el mismo tono bajo.
—Lo haré. Pero solo si me sigues el juego —dijo con una sonrisa dulce que no alcanzaba sus ojos—. Si no, no cumpliré mi parte. No menciones nada de esto. Di que soy tu adorable y perfecta esposa... y que estamos enamorados como dos tontos felices.
Él la bajó con cuidado, con una mirada fingidamente enamorada, y murmuró:
—¿Qué pasó, car... carii... cariño?
Yuna, Adrian y Ji Hoon quedaron pasmados. Adrian dio un paso hacia adelante, instintivamente, ignorando por completo la jerarquía. Temía por Mia. Pero al ver que ella le hacía una seña sutil con la mano, se detuvo. Sus ojos se encontraron con los de ella, suplicantes. Él entendió... y se quedó quieto, aguantándose las ganas de intervenir.
—Mira, amor —dijo Mia, aferrándose a Seok-woo—. Mi tío vino de visita y quería saludarte.
—Hola, Seok-woo. Cuánto tiempo sin verte. La última vez estabas muy pequeño. Soy Ji Chang Wook.
—¿Eres... el amigo de mi padre?
—¡Sí! ¿Cómo lo supiste?
—Hay una foto vieja de ustedes dos, y los nombres están grabados en el reverso.
—Vaya, aún existe esa reliquia... —dijo el tío, con tono nostálgico—. Ha pasado mucho tiempo.
—¿Y por qué viniste a Corea, tío? —preguntó Mia.
—Vine a ver cómo va tu compromiso, mi querida sobrina. —Se acercó y bajó la voz—. También vine a confirmar si has cumplido tu promesa... la que hiciste antes de venirte.
—¡Ja, ja, ja! ¡Por supuesto, tío! —respondió, aferrándose al brazo de Seok-woo como si fueran una pareja de revista—. ¿Cuánto tiempo te quedarás?
—No lo sé. Lo suficiente. Tengo dos misiones, y debo cumplirlas sin fallo. Ya sabes cómo soy.
—Sí, tío... —dijo bajando la mirada.
—¿Y dónde se quedará este... caballero? —preguntó Seok-woo, con un tono que intentaba ser educado pero no podía ocultar su fastidio.
—Puedes decirme tío. Después de todo, somos familia... ¿cierto, Mia? —dijo con una sonrisa que rozaba lo burlón.
—Tienes razón, tío —susurró Mia, lanzando una mirada de súplica a Seok-woo.
—Claro... tiene razón... ti... tío —repitió él, tragando orgullo—. ¿Dónde se alojará?
—Por un tiempo, en su casa. La mía está en reparación.
—¿¡En su casa!? —reaccionó Mia antes de pensarlo dos veces, mirando a Seok-woo en busca de apoyo. Él la miró. No sabía por qué, pero desde hacía rato no podía dejar de hacerlo. Algo en ella... lo desconcertaba. ¿Desde cuándo ese tigre feroz se había convertido en un gatito adorable? Sonrió sin saber bien por qué.
—Sí, tío. Mi casa es incómoda. Tal vez un hotel... —intentó razonar Seok-woo.
Mia miró desesperadamente a Adrian, pidiendo ayuda con la mirada. Él lo entendió sin palabras y se acercó con discreción:
—Señor, vivo solo. Puede quedarse conmigo. La señorita podrá visitarlo cuando lo desee, después de todo, seguramente usted está cansado...
—¡No! —dijo Seok-woo sin pensarlo, con una firmeza que ni él entendió. Mia lo jaló del brazo con gesto de "¡¿qué haces?!", pero él la ignoró. Tomándole la mano, agregó—: Creo que es mejor que se quede en casa. Así podrá ver a su sobrina... y ella no tendrá que estar yendo de un lado a otro.
—No me importa dónde me quede —intervino el tío—. Pero si es en su casa, mejor. Así puedo conocerlo mejor... ¿cierto, Mia?