—Sí, lo eres —dijo Joo-da, evaluando a Seok-woo como quien decide si una fruta está suficientemente madura—. Pero él es sexy… y lo sexy le gana a lo lindo. Le hizo un gesto con la mano, como quien espanta una mosca con perfume. —Mejor ve al gimnasio, corazón.
—¿¡Qué!? —Seok-woo se quedó paralizado entre la humillación y el desconcierto. Su expresión era un poema: confusión con dignidad herida en verso libre.
Adrian observó divertido. La escena era tan surrealista que parecía escrita por alguien con exceso de café y cero límites. —Señorita… —dijo con una sonrisa traviesa— aún no me ha dicho su nombre.
—¡Oh, tienes razón! —respondió Joo-da con un giro sobre sí misma, como si desfilara para una pasarela invisible—. Soy Yeo Joo-da, tengo 19 años y tres meses. Estoy en el salón de al lado, tengo dos hermanos menores, mi madre es una mujer hermosa… y mi papá creo que se perdió mientras buscaba pan.
Silencio. Las miradas se congelaron. Incluso las cigarras guardaron respeto.
—¡Es broma! —estalló en una carcajada chispeante—. Mi papá está bien, chicos. ¡Pero sus caras! Parecían actores de drama coreano en cámara lenta. ¡Me encantan!
Adrian se inclinó con discreción hacia Mia, y en tono confidencial le susurró: —Señorita, sin ofender… pero debería elegir, mejor a sus amistades. Ella me cae bien… pero está completamente loca.
Mia no necesitó pensarlo. Le hundió el codo en el abdomen con precisión quirúrgica.
—¡Agh! —Adrian se encorvó levemente, pero disimuló el dolor con una sonrisa—. Vaya... tiene reflejos rápidos.
Ella se alejó y tomó a Joo-da del brazo como quien adopta una mascota ruidosa y adorable. Joo-da la siguió feliz, brincando casi como una cabrita que acaba de descubrir el sol.
Allí quedaron solo los dos hombres. Uno frente al otro. Las cigarras cantaban, el sol caía sin misericordia, y la incomodidad se podía cortar con una pala.
Adrian se ajustó la camisa y soltó un suspiro que parecía actuar más que respirar. —Eh… bueno. ¿Almorzaste?
—Sí —respondió Seok-woo con tono seco, como quien solo quiere enterrar la conversación—. Compré algo en la tienda. Pausa dramática... —¿Y Tú?
—¡Sí! —Adrian sonrió como si hubiera ganado el premio mayor—. La señorita me trajo un almuerzo exquisito. Bueno como ya sabe en realidad todo le queda exquisito, aunque Qué raro que tú allá comprado en la tienda pan, y no lo pruebes… ah, verdad, tú nunca has probado su comida. Le lanzó una mirada con veneno dulce. —Qué desperdicio de tiempo…
—Ja —Seok-woo sonrió como un suspiro sin alegría—. Lo tendré en cuenta desde ahora. Después de todo, ella va a ser mi esposa algún día.
Adrian arqueó una ceja. —Disculpa la pregunta, joven, pero si Mia va a ser tu esposa… ¿qué pasará con la señorita Park Yuna?
—¿Qué quieres decir con eso?
—Solo quiero saber... ¿vas a mantenerla como una amante secreta?
—¡Tú! —Seok-woo frunció el ceño—. No tienes miedo de decir lo que piensas, ¿verdad? Yuna y yo nunca fuimos nada.
—¿Y eso lo sabe la señorita Park?
—Yuna es solo una amiga de la infancia —dijo cruzando los brazos como si se protegiera de una acusación invisible—. Pero debido a un acosador que la persigue, fingimos estar juntos. Así podíamos mantenerla a salvo. Nunca nos separamos, era parte del plan.
Adrian se inclinó levemente, serio por primera vez. —¿Un acosador? —dijo, como si no supiera si seguir con sarcasmo o prestar atención—. Y yo que pensaba que solo eras un imbécil con exceso de ego.
—¡Oye! —Seok-woo lo fulminó con la mirada.
—Tranquilo —dijo Adrian con una expresión mesurada—. Solo quería saber. ¿No fueron a la policía? Es lo más lógico. Y según sé, aquí los casos de acoso se resuelven más rápido por lo frecuentes que son.
Seok-woo bajó la mirada y su voz se volvió más grave. —Lo hicimos. Pero no había pruebas. Ese tipo… es inteligente. No deja huellas, ni rastros. Siempre la encuentra, no importa dónde esté. Cambia de número, pero aun así le escribe desde el mismo. Le envía fotos tomadas desde lejos, como diciendo: “te estoy mirando”. Yuna fue al psicólogo por un tiempo, hasta que se cansó. Después de eso, hicimos un pacto: nunca estar sola. Siempre juntos, siempre al aire libre. Para que hubiera testigos. Los mensajes se redujeron… dejó de enviar fotos. Este año han minimizado, casi como si estuviera en silencio. Pero la tensión sigue. Intentamos buscar pistas. ¿Y qué pasó? Las cámaras por donde ella pasaba... todas averiadas. Justo en los momentos críticos. Como si alguien supiera dónde buscaríamos. ES debido a eso que la policía no ha iniciado la investigación, no vale como prueba solo su palabra, normalmente, los acosadores se dejan ver, de esa manera la victima sabe a quién demandar, pero él es diferente, solo la persigue, sin más, le manda regalos, y las fotos, pero jamás se a mostrado, no hay nombre, y cara, sin esas simples pruebas, no hay agresor evidente del que la policía pueda buscar.
Adrian escuchaba en silencio. El calor del ambiente no le incomodaba tanto como el peso en las palabras.
—Ahora entiendes porque nunca me despego de ella, ni ella de mi —concluyó Seok-woo—.A veces pareciera que estamos solo luchando contra el viento.
—Eso suena a alguien con recursos. Y con tiempo —murmuró Adrian, entre impresionado y perturbado.
—Fingimos estar enamorados. Pero eso no significa que mis sentimientos no sean reales. Yo quiero a Yuna, pero solo como mi hermana.
Adrian guardó silencio. Por primera vez en toda la conversación, su sonrisa desapareció.
—Entonces… si vas en serio con Mia, ¿quién protege ahora a Yuna?
—Yo. Como amigo. No como pareja. No la dejaré sola. Le prometí a su madre.
Adrian lo observó con ojos más humanos que irónicos. Luego asintió. —Solo porque veo que hiciste algo noble… voy a ayudarte. Hablaré con algunos de mis hombres para que refuercen la seguridad de la señorita Yuna. No estará sola.
Seok-woo lo miró, sin saber si creerle. —¿En serio? Pensé que me odiabas.