Prometida por Obligación, Amante por Elección

Capitulo 19

—No estás equivocado. Te odio —dijo Adrian sin pestañear.

—¿Entonces...? —Seok-woo lo miró de reojo, con media sonrisa.

Adrian soltó un suspiro teatral y se encogió de hombros. —Pero eso no me quita la humanidad.

—Aun así vas a ayudarme. Te pagaré el favor algún día —dijo Seok-woo, más honesto esta vez, tomándole las manos con expresión suplicante—. Gracias.

Justo en ese momento apareció Mia, que se había devuelto por temor a que los dos estuvieran peleando o, peor, lanzándose escritorios. Pero lo que vio... fue mucho más perturbador: una escena digna de drama romántico europeo. Dos chicos tomados de las manos, mirándose fijamente. Ella carraspeó, arqueó la ceja y soltó: —Vine preocupada por una posible pelea... pero creo que mejor los dejo solos. Rió discretamente, clavando la mirada en sus manos entrelazadas.

Adrian, aún sin captar del todo el comentario, siguió la mirada de Mia hasta sus manos... y cayó en cuenta. Soltó de inmediato la mano de Seok-woo, se acomodó la chaqueta y aclaró la garganta con torpeza. —No es lo que parece, señorita —dijo, con tono innecesariamente formal.

—¿Ah sí? Pero yo no dije nada —replicó Mia con tono burlón, cruzándose de brazos como quien espera una buena explicación.

Seok-woo se acercó a ella con paso lento, y susurró en tono cómplice: —¿Acaso... estás celosa?

Mia lo empujó con ambas manos, aunque sin fuerza suficiente para alejarlo del todo. —¡Estás loco!

—Tranquila, hermosa —sonrió él—. Solo tengo ojos para ti.

—¿Qué...? ¡Estás completamente demente! —exclamó Mia, girando sobre sus talones—. ¡Jum! Y se fue casi corriendo del lugar, como si hubiera pisado fuego y no quisiera que alguien notara que la sonrisa le ganó.

Adrian se quedó mirando cómo Mia se perdía por el pasillo como una ráfaga de perfume con zapatos. Seok-woo se acomodó la camisa del uniforme con aire triunfante.

—¿Crees que corrió porque estaba nerviosa… o porque la palabra “hermosa” fue demasiado directa? —preguntó, alzando la ceja con sonrisa ladeada.

—Tal vez porque lo dijiste con la sutileza de una patada voladora —respondió Adrian, aún intentando borrar de su memoria el momento de las manos entrelazadas—. Aunque debo admitir... fue efectivo.

—Yo solo hablo con el corazón —dijo Seok-woo, llevándose la mano al pecho con dramatismo de protagonista mal doblado.

—Eso explica por qué siempre terminas en problemas.

—Estas mal el único que esta mal dirigido eres tu.

—Oye… ¿esas son palabras para tu compañero? —preguntó Adrian, ladeando la cabeza como quien acaba de escuchar algo fuera de personaje.

—¿Compañero? ¿Desde cuándo somos compañeros? —replicó Seok-woo, fingiendo indignación mientras se cruzaba de brazos. Aunque el brillo en sus ojos lo traicionaba… ya no era el mismo gruñón de antes.

—Vamos a atrapar al acosador juntos, ¿no? Ya estás en el equipo. Y una vez que entras… no puedes retractarte —Adrian lo señaló con una expresión seria que se disolvió en una sonrisa burlona—. Lo lamento, el contrato invisible ya está firmado.

Seok-woo soltó una risa entre dientes. Adrian suspiró largamente, como si pudiera escuchar en su cabeza el eco de todas las veces que prometió no involucrarse con personas "complicadas".

—¿Qué pasó con el Seok-woo que odiaba al mundo? —dijo Adrian mientras caminaban por el pasillo—. El que despreciaba a la señorita y todo lo que se le pareciera. Ese sí era consistente... y malhumorado.

Seok-woo se llevó las manos atrás como si fuera un sabio de otro siglo, bajando el tono y poniendo voz de abuelo dramático.

—Bueno, querido compañero —empezó, como si estuvieran en una obra de teatro y él fuera el narrador—… cuando uno se enamora, cambia. Se ablanda el alma, se ilumina el ceño… y, bueno, se vuelve un poquito más idiota de lo normal.

Adrian soltó una carcajada.

—Y tú estás en nivel experto, ¿eh?

—Eso no lo niego —dijo Seok-woo con una mueca entre resignación y orgullo. Ya no le dolía admitirlo… le gustaba hacerlo.

Ambos empezaron a caminar hacia el salón. Ya casi era hora de clase. El sonido de pasos, risas y ecos estudiantiles les envolvía como parte del decorado. Solo que esta vez, el telón se abría para una nueva versión de Seok-woo: menos sombra, más sol.

Pero justo antes de doblar por el pasillo, algo los detuvo.

Joo-da.

Corriendo. Literalmente desbocada, como si el suelo le ardiera o estuviera huyendo de un enjambre de abejas existenciales.

—¿Qué fue eso? —preguntó Seok-woo, frunciendo el ceño.

—¿La pose de Naruto con zapatillas de conejo? —añadió Adrian.

Pero no había tiempo de comentar más. Entraron al salón. Seok-woo se dirigió directo a su asiento, aún mirando el pasillo de reojo. Adrian, en modo profesor, esperó el timbre con cara de “esto se va a salir de control, y lo sé”.

Y desde la distancia… Joo-da desapareció en una esquina. La pregunta no era por qué corría. Era por qué lo hacía con esa postura tan extraña.

Continuara...



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En el texto hay: drama amor, enemistolover

Editado: 11.08.2025

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