Prometida por Obligación, Amante por Elección

Capitulo 20

La luz dorada del amanecer se colaba entre las cortinas del aula, iluminando los mechones rebeldes del cabello de Mia mientras copiaba apuntes con furia concentrada. El murmullo de la clase era solo ruido de fondo... hasta que una sombra familiar bloqueó su luz.

—¿Te gustan los arándanos?

Esa voz. Profunda, juguetona, y tan irritantemente segura de sí misma.

Mia alzó la vista lentamente, como si esperara que al hacerlo despacio, Seok-woo dejara de existir. Pero no. Ahí estaba él, apoyado sobre su escritorio con esa sonrisa que le hacía hervir la sangre (y acelerar el corazón, aunque eso lo ignoraría hasta el día de su muerte).

Una cajita de muffins caseros aterrizó sobre sus apuntes, el aroma a vainilla y mantequilla derretida invadiendo su espacio personal.

—¿Envenenados? —preguntó, frunciendo el ceño con escepticismo profesional, aunque sus dedos traidores se aferraron al borde de la caja por puro instinto.

Seok-woo se inclinó un poco más, lo suficiente para que su aliento caliente le rozara la oreja al susurrar:

—Solo con amor.

Y luego se fue, dejándola con la piel erizada, la boca semiabierta y una clase entera suspirando como coro de telenovela.

Todos menos ella.

Mia apretó los dientes. No. No caería en su juego otra vez.

—Gracias, pero odio la vainilla —dijo en voz alta, levantando la caja como si fuera una prueba en un juicio—. Y aunque me gustara, me daría indigestión solo por saber que salió de tus manos.

Seok-woo se detuvo en seco, girando sobre sus talones con una lentitud calculada. Sus ojos brillaban con un desafío silencioso.

—Entonces lo botaré —dijo, extendiendo la mano para recuperar los muffins.

Mia, movida por un impulso que luego maldeciría, le arrebató la caja antes de que pudiera tocarla.

—¡Aja! ¡Entonces sí te interesa! —Seok-woo sonrió como un gato que atrapó un canario.

—¡No! —Mia se puso de pie de un salto, avanzando hacia el escritorio de Yuna con determinación—. Solo significa que... que...

Sin terminar la frase, dejó los muffins frente a una Yuna sorprendida.

—Disfrútalos —le dijo con una sonrisa falsamente dulce, ignorando cómo Seok-woo tensó la mandíbula.

Al volver a su asiento, él la interceptó, bajando la voz a un susurro que solo ella pudo oír:

—Te los hice a ti.

Mia lo miró directamente a los ojos, desafiante:

—Y yo se los regalé a ella. ¿Algún Problema?.

Seok-woo no se inmutó. En cambio, esa sonrisa tonta se transformó en algo más... peligroso.

—Esto no ha terminado —murmuró, sus dedos rozándole el dorso de la mano al pasar.

Mia sintió un escalofrío.

Y la clase entera contuvo el aliento.

El sonido de los pasos de Seok-woo resonó en el aula vacía mientras se acercaba a Mia, apoyándose en su pupitre con una mezcla de seguridad y provocación que solo él podía lograr.

—Alguna vez te dije lo linda que eres? —preguntó, su voz suave pero cargada de una intención que hizo que Mia levantara la cabeza de golpe.

Ella lo miró como si acabara de crecerle una segunda cabeza.

—Yo no soy linda —espetó, apretando el lápiz entre sus dedos hasta que los nudillos palidecieron—. Soy hermosa. Y tú jamás me lo dijiste. Solo dijiste me que querías lejos de tí, que te repugnaba compartir el mismo aire. —Se inclinó hacia él, sus ojos ardiendo con una mezcla de furia y algo más que no quiso nombrar—. Así que… dime, ¿qué demonios te pasa ahora?

Seok-woo hizo una mueca, como si cada palabra de ella le atravesara el pecho. Pero se recuperó rápido, esa sonrisa tonta regresando a sus labios como si nunca se hubiera ido.

—Bueno… —se encogió de hombros, fingiendo indiferencia aunque sus ojos no mentían—, tal vez cambié de opinión.

Mia soltó una risa cortante, una carcajada que sonó más como un desafío que como diversión.

—¡Ja! ¿Cambias de opinión como de boxers? —Preguntó, su voz cargada de sarcasmo—. Porque hace apenas unos días me empujabas contra un locker. Dime la verdad, ¿estás enfermo?

Seok-woo no se inmutó. En cambio, sus ojos se tornaron serios por primera vez, oscureciéndose como el cielo antes de una tormenta. Se inclinó un poco más, bajando la voz hasta que solo ella pudiera oír:

—No. Solo me di cuenta de que quizás… —hizo una pausa dramática, su mirada recorriendo su rostro como si lo memorizara— eres alguien que llevo esperando mucho tiempo.

Mia se quedó paralizada. ¿Esperando? ¿Qué diablos significaba eso? ¿Acaso había algo más en sus palabras?

—¿Y por qué se supone que yo debería ser esa persona? —preguntó, su voz un poco más aguda de lo normal, delatando su confusión.

Seok-woo sonrió, como si disfrutara cada segundo de su desconcierto.

—Mejor trata de recordarme.

Mia entrecerró los ojos, su mente revolviéndose en busca de respuestas.

—¿De qué diablos estás hablando? —preguntó, su tono ahora más bajo pero igual de intenso—. ¿Acaso nos conocemos?

Él no respondió. En cambio, su mirada descendió lentamente, deteniéndose en el pequeño lunar apenas visible bajo su cuello.

—Qué lindo lunar —murmuró, como si estuviera hablando consigo mismo.

Mia sintió un escalofrío. ¿Cómo sabía que estaba ahí? Nadie lo notaba a menos que…

Pero antes de que pudiera preguntar, la campana sonó, cortando el momento como un cuchillo.

Adrián se colocó frente a la clase con su habitual aire de calma impenetrable.

—Bueno, chicos —dijo, pasando la mirada entre Mia y Seok-woo con una expresión que sugería que había visto más de lo que debía—, hoy hablaremos de su instrumento favorito.

Mia apenas escuchó. Su mente seguía atrapada en esa última mirada de Seok-woo. ¿Qué juego estaba jugando? ¿Y por qué, a pesar de todo, una parte de ella quería descubrirlo?

...Continuara...



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En el texto hay: drama amor, enemistolover

Editado: 11.08.2025

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