Si enfrentas un miedo, podrás superarlo; Pero si huyes, saldrá tras de ti.
Kelly
Reí sobre el comentario Irene. No pude evitar recordar que es la primera vez que lo hago desde que Johan volvió a mi vida.
Ese mal nacido.
Mi humor volvió a decaer un poco al recordar nuestra discusión ¿Por qué se cree con derecho de decidir lo que debo y no debo saber? Todo derecho sobre mí lo perdió el día en que el me abandonó y me dejó sola, cuando había prometido jamás hacerlo.
Y por eso no le creí con respecto a la muerte de mis padres. Algo en sus ojos me había hecho dudar de él.
Aún no puedo creer que una simple gripe me haya mantenido en cama, y además inconsciente. No fue tan simple después de todo ¿Y una desconocida me había tocado? Vale, es una mujer profesional y todo, pero eso no significa que me guste que alguien desconocido se tome tanta confianza. Es… incómodo.
Y Stephen, ¿de dónde sacó que yo soy la reencarnación de Erika, Elisa, Eva? ¿Acaso todos aquí se han vuelto locos?
-Kelly.- Reacciono al escuchar la dulce voz de Irene. Mis manos sujetan con fuerza una taza de té, con tanta fuerza que hasta temí romperla.
Intento relajarme a la vez que dejo escapar un profundo suspiro.
-Lo siento.- Digo.- No quiero romper tu taza favorita.
Es de color rojo, su color favorito. Su cabello ligeramente ondeado, es del mismo color de la taza, sólo que un poco más claro, y sus ojos son de un color verde intenso.
Me contó casi toda su vida en el poco tiempo que he estado con ella, con la única intención de distraerme de mis pensamientos.
Ella fue la que me apartó de Johan y nuestra acalorada discusión, dándole una mirada dura y fría, haciendo que este se alejara sin decir una palabra.
Vive con su hermana pequeña y su madre. Su padre murió hace siete años en una emboscada de lobos a las afuera del territorio.
Es un poco tímida, pero habla como una cotorra cuando toma confianza. ¿Les ha pasado que alguien les cae bien el mismo día en que la conocen? Puede que haya encontrado una amiga en medio de toda esta locura.
-Me alegro de escucharlo.- Dijo con una media sonrisa asomando por sus labios. - Entonces... ¿dices que no sabías que eras... ejem...?
-"¿La luna, compañera, hembra o mate" de Stephen? No, lo supe hoy. - Hice una mueca.- No puedo creer que todo el mundo lo viera venir menos yo.
-Que envidia. - Me miró con una mirada llena de picardía.- Es guapo y...sexy.
-¡Irene!- Exclamo con los ojos abiertos.
-¿Qué? Es cierto, hasta un ciego lo puede ver.- Se encoge de hombros.- Aunque es muy serio y casi siempre está de mal humor. Casi nunca se le ve sonreír.
Me quedo pensativa al escuchar esto último. Stephen conmigo siempre se ha portado amable, sonríe y todo. ¿Actuará diferente conmigo por qué soy su compañera?
-Puede ser lo más guapo que quiera...- Alzo la cabeza.- Pero no le veo más que cómo la persona solidaria que me dio un techo donde dormir, por el momento. -Me encojo de hombros.- Y ya le dejé claro que no me interesa, para nada, tener una relación amorosa. Ni con él ni con nadie más.
Recordé a Caleb, y también recordé que no le he contado a nadie sobre nuestro encuentro aquella mañana, ni sobre nuestra conversación.
¿Cabe la posibilidad de que el este atacando a esta manada por mi culpa? No, sus ataques son desde antes que yo viniera aquí.
Escuché pasos que venían con rapidez hacia el hogar de Irene.
-¿Qué quieres ahora?- Pregunto sin humor y sin mirarlo, sabiendo ya quien era.
-Vengo a buscarte. - Confesó con seguridad, entrando sin ser invitado. Supongo que no lo necesita siendo él, el Alpha. Irene inclinó la cabeza sólo un poco, por su expresión, odia hacer eso.
Dejo la taza con cuidado sobre la mesa, me levanto del cómodo sofá y finalmente miro a sus ojos cafés.- No pienso irme aún, así que...- señalo la puerta dejando en claro que se irá sin mí.
-Kelly, estuviste una semana en cama, sin comer bien. - Se acercó un poco. - Necesitas alimentarte.
-Me siento bien. -Digo.- No me trates como si fuera un bebé.
Suspiró.- Rayos. Tendré que obligarte ¿Verdad?
Alzo una ceja. Segundos después estuve encima de su hombro, con mi cara a su espalda y el sujetándome los pies para impedir mi escape. Suelto una exclamación.
-¡Suéltame! – Exijo a la vez que doy puños a su espalda, pero estos parecen no causarle ningún efecto. -¡Irene, ayúdame!
-Pero esta se quedó sentada, con los brazos cruzados y una sonrisa llena de humor formando sus labios.
-Lo siento, pero no puedo hacer nada contra lo que él decida.
Stephen atravesó la puerta llevándome consigo.
Resoplo indignada, y comienzo a revolverme para intentar salir de su agarre.- Si sigues moviéndote así… juro darle un par de azotes a tu trasero...
-¡Ni te atrevas! O juro que...- Me interrumpió.
-¿O juras qué? ¿Kelly?
-¿Así piensas conquistarme? Vaya idea más estúpida...
-En realidad...
Se calló de repente. Quise girar la cabeza para ver que o quien lo había interrumpido, pero sólo pude ver algunas personas curiosas que miraban en nuestra dirección.
Alguien se aclaró la garganta.
-Mamá, ¿Qué haces aquí?-¿Escuché bien? ¿Dijo mamá?
-Suéltame Stephen. - Exijo. Esta vez me soltó, dejándome sobre el suelo con cuidado.
En la entrada de la casa de Stephen hay una mujer bajita, de cabello castaño claro y bonitos ojos cafés chocolate que nos miraba con ojos sorprendidos y abiertos como platos. Su rostro está serio y no aparenta tener más de cuarenta años.
Pero luego sus labios fueron dibujando una sonrisa, cada vez más ancha y misteriosa. No sé si alegrarme porque su rostro ya no es serio o asustarme por su repentina y misteriosa sonrisa.
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Editado: 01.06.2020