Prometo Encontrarte

Capitulo 28: Novios

Carlos.

5 años atrás...

Había pasado una maldita semana y ya estaba de novio con mi hermosa vecina, Anabeth Green.

Admito que antes de que cruzaramos palabras por primera vez el día de mi cumpleaños, ya había estado echándole el ojo desde la ventana de la habitación de Charlie...

Bien, eso no suena tan bien. No es que sea un acosador ni nada por el estilo, pero Anabeth solía tener una especie de aura misteriosa por la cual me sentía realmente atraído.

Desde que la ví por primera vez en el jardín de su casa, haciendo una especie de meditación con su madre, no he podido apartar mis ojos de ella. 
Incluso ahora, en este preciso momento el monstruito de Charlie me regañaba por pasarme tantas horas en su habitación.

—Ya me cansé de este tonto juego de espiar a los vecinos por la ventana - gritó molesto.
Me asusté tanto que mi reacción fue callarlo con una bofetada. Inmediatamente me dí cuenta de mi error pero ya era demasiado tarde, el monstruito lloraba ruidosamente y me miraba con furia.

—¿Por- por qué lo has hecho? - lloraba soltando un hipo.

—Lo siento, Charlie - dije arrepentido - no fue mi intención...

—¡Si que lo fue! - gritó hecho una furia - ¡le diré a mamá! - amenazó

Mierda.

—Por favor, a mamá no... - en ese momento mi héroe de siempre hizo acto de presencia. Salvándome el culo por décima vez...

—Tobi - lloriqueó Charlie - Carlos me pegó - dijo en unos torpes lenguaje de señas. Para mi mala suerte Tobías pareció entenderlo y me lanzó una mirada de desaprobación.

—Hablaré con Carlos - dijo haciendo su habitual lenguaje - seguro no lo hizo con malas intenciones, tranquilo - sonrió estirando los brazos para abrazar a Charlie. 
El monstruito no se hizo esperar y saltó a sus brazos como un pequeño de cinco años. Bufé molesto ante la situación. Dentro de poco Charlie cumpliría diez años y aún sigue actuando como un niño mimado...por supuesto, la culpa es nuestra. Al ser el pequeño de la casa nos excedimos mucho en consentirlo en todo, pero esos días se acabaron. El niño debe crecer.

No llegué a leer lo que Tobías le dijo a Charlie porque este se encontraba de espaldas, solo sé que Charlie puso una sonrisa de oreja a oreja y salió corriendo de la habitación.

—¿Que le has dicho?

—En mi habitacion hay karatecas - contestó.

—¿Karatecas? - lo miré confuso. - aguarda, dímelo de nuevo.

Pude notar el esfuerzo que hizo Tobías para no poner mala cara, finalmente volvió a repetir la acción.

—En mi habitación hay Caramelos - explicó.

¿Ven lo que les digo? Lo consentíamos mucho.

—Ya, lo siento hermano.

—No hay problema, ¿Que te trae tan distraído?

—Nada - mentí.

—Claro - sonrió burlón - solo una linda novia de quién no puedes despegar los ojos en ningún momento.

Lo miré atónito. ¿Acaso él sabía sobre nosotros?

—¿De que hablas? - pregunté fingiendo indiferencia.

—No es asunto mío de todas formas - sonrió - me río por tí - dijo palmeando mi hombro.

Sabía que había entendido mal sus palabras, tal ves dijo que se alegraba por mi, lo que sea que haya dicho, parecía bueno y por supuesto, no pensaba hacerlo repetir la oración.

—Gracias, supongo - dije finalmente.

—¿Que ocurrió con Charlie? - preguntó entrecerrando los ojos

—Fue un accidente - me defendí.

—Los accidentes pasan - dijo asintiendo con la cabeza. - pero no quiero que se repita - advirtió - no vuelvas a golpearlo, ni a él ni a nadie.

—¡Por supuesto! - exclamé ofendido. - ¡nunca lastimaría a nadie! - lo miré irritado. Se supone que yo era el hermano mayor, quien se creía para venir a darme...

—Me alegro - dijo de repente abrazándome - hablaré con Charlie.

Tobías se despidió con la mano dejándome cómo siempre, confundido.

Tobías era un chico alegre, tímido y severo.

¿Entienden eso? ¿Alguna ves imaginaron a alguna persona con esas tres características tan diferentes?

Alegre. Tímido. Severo.

Mi buen hermano, Tobi.

***

Me encontraba afuera del conservatorio de música donde estudiaba Ana. Era pleno sábado y la pobre había consumido cinco horas de su día libre para practicar las cuatro partituras de piano que le exigió su molesta madre.

Sentía mucha preocupación por Ana, toda su agenda siempre se encontraba llena. Apenas podíamos vernos, por eso lo único que me quedaba era acompañarla a todos lados. No me quejaba, de hecho, lo disfrutaba mucho.

—Hola - saludó a lo lejos.

—Hola hermosa - dije acercándome a ella y plantando un pequeño beso en sus labios. Ella se ruborizó enseguida y yo no daba más de la felicidad. Se veía tan hermosa, por alguna extraña razón, sentía la necesidad de protegerla a toda costa, lo mismo me pasaba con su pequeña hermana, Sofi. 
Me sentía en deber de cuidarlas y de todos los peligros que acechaban.

Tenía que repetirme en la cabeza una y otra ves "No existe tal peligro, nada pasará" pero acá estaba, la sensación de peligro corriendo por mis venas.

—Por hoy no tengo que hacer nada - confesó Ana con una sonrisa radiante - ¿Quieres ir al cine?

—Claro - sonreí contagiado por su entusiasmo - ¿Que quieres ver?

—Hay una película antigua que me gustaría ver -confesó avergonzada - tal vez no sea de tu agrado...

—¡Iremos a por esa película! - dije haciendo una mueca graciosa. Ana no tardó en soltar una carcajada, convirtiendo el sonido de su risa en la mejor melodía que pude escuchar.

La película no era mala, aunque sí un poco triste. 
Empezaba con una chica que desde niña tuvo ciertas restricciones sobre absolutamente todo y cuando está crece y finalmente sus padres la dejan ser, ella no sabe por dónde comenzar, (puesto que antes vivía en una burbuja) y es ahí cuando empieza a tener malas amistades, la gente la estafa y sus padres se ríen de ella. Finalmente la chica termina suicidándose. 
En esa parte final solo me quedé sujetando la mano de Ana, se veía mal, a punto de llorar, pero hizo un gran esfuerzo por controlarse. Eso me hizo pensar mucho sobre ella. ¿Cuántas veces en el día guarda sus lágrimas? ¿Alguna vez se permitió llorar?



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En el texto hay: acción traición aventura, humor amistad drama

Editado: 31.07.2020

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