Prometo no amarte

Capítulo 6. Buena persona

 

 

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C A P Í T U L O  6

B U E N A  P E R S O N A

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Cuando Estela despertó, necesitó un par de segundos con los ojos abiertos para tratar de orientarse. Su mano derecha apretaba la cubierta de su cama con fuerza, pero no recordaba haberse acostado. Era como si después de un pestañeo se encontrara en un sitio distinto en el que estaba cuando sus párpados se cerraron.

¿Había tenido una pesadilla? Se sentó y con el movimiento las heridas de la noche anterior despertaron también. Aunque la esperanza la sedujo un segundo, tuvo que admitir que las imágenes que le poblaban la cabeza y se repetían desordenadas frente al ojo de su mente eran reales.

Un escalofrío le escaló por la columna vertebral hasta instalarse en su cerebro y quedarse ahí.

A paso lento, salió de la cama para acercarse a la puerta de su cuarto. ¿Qué había ocurrido? ¿Era de noche, de día, cuánto tiempo había pasado? Recordaba el sonido ensordecedor de un disparo y después nada. Aterrorizada, comenzó a abrir solo para sentir el peso de la puerta caer sobre ella. La atajó y la regresó a su lugar, y por si aún tenía una esperanza de que todo fuera una artimaña de su imaginación, se encontró con la bisagra reventada que su padre había quebrado al tratar de entrar a la fuerza y las marcas en la madera.

Al salir de la habitación, se encontró con la luz del sol colándose dentro de la casa, los muebles ordenados y el silencio total.

 

*

 

Ese día, Estela no caminó encorvada ni evitó las miradas, tampoco se tomó la molestia de maquillar los golpes. Mientras cruzaba los pasillos del prestigioso White Diamond, buscó en cada par de ojos aquellos que esperaba tuviesen las respuestas a las preguntas que solo incrementaban mientras analizaba a profundidad los retazos de sus recuerdos. Había logrado entrar antes de que cerraran el ingreso con la esperanza de encontrarse con Adam Black. Un esfuerzo que estuvo a punto de considerar vano al no hallarlo en los pasillos, pero que cobró sentido cuando lo ubicó rodeado de su grupo de amigos, como si fuese un día cualquiera.

Por unos segundos, se congeló al observar la escena de varios jóvenes que se reían y conversaban sin preocupaciones. La participación del hijo de la familia Black consistía en seguir con la mirada a quien tuviese la palabra, pero con solo eso Estela se cuestionó a sí misma sobre si no estaba delirando. ¿De verdad Adam había estado en su casa la noche pasada? ¿No había sido todo una mala jugada de su propia mente?

Una punzada de dolor respondió a sus dudas. Llevó sus dedos para acariciar la piel lastimada de su rostro y convencerse de que las imágenes que se reproducían una y otra vez en su cabeza no podían ser solo los restos de una pesadilla.

Avanzó sin pensar, porque cualquier intento de razonar de seguro la llevaría a dar media vuelta y alejarse, y se detuvo frente a Adam.

―Necesito hablar contigo ―susurró, para no tartamudear.

Tomó la mano del chico para que un segundo después un manotazo los separara. Al girarse impresionada, se encontró con el odio de los ojos de Grace.

―¿Qué te estás creyendo? ―casi escupió.

Estela tembló como cada vez que se encontraba con el gesto demente en ese rostro, pero por primera vez se plantó sobre sus propios pies para empujarla con fuerza hasta hacerla tropezarse y caer de trasero. No esperó la respuesta, en cambio, tomó de nuevo la mano de Adam y lo arrastró fuera del nido de víboras. Él no opuso resistencia y se dejó llevar hasta que Estela se detuvo, cerca de la puerta de su primera clase del día y a la suficiente distancia del resto de estudiantes.

―¿Qué...? ―Pensó un momento antes de completar la pregunta―. ¿Qué p-pasó ayer?

―Salió el sol ―respondió él―. Personas murieron, personas nacieron. Un nuevo emprendimiento quebró.

―Sabes a lo que me refiero. ¿Qué ocurrió en mi casa? ¿P-por qué tú...?

―Maté a ese tipo que te iba a violar.

Estela enmudeció. Esperaba que aclarara un mensaje ya de por sí explícito, pero Adam no agregó más.

―¿Lo... m-mataste? ―susurró la última palabra―. ¿Por qué?

―¿Por qué no?

La alarma de la entrada a la primera clase los interrumpió. En esa ocasión fue él quien la tomó de la mano para que lo siguiera.

―Hablemos de esto en otro lugar.

 

*

 

Decir que Adam Black tenía un apartamento no era una apreciación justa. Él vivía en un piso entero, el número once de su edificio, que abarcaba al menos mil metros cuadrados. En el interior del sitio dominaba la decoración minimalista, donde los colores oscuros y los blancos impolutos creaban contraste y generaban un halo de modernidad en el diseño. Estela no se consideraba una persona superficial, pero incluso ella olvidó por un momento lo que la había llevado ahí para dedicarse a admirar lo que la rodeaba. Más allá de lo costoso, le pareció entrar en alguna clase de entorno de ciencia ficción.

―¿V-vives aquí? ―preguntó sin salir de la impresión.

―Sobrevivo aquí.

Sobrevivir en un sitio así no era algo terrible, pensó Estela. Aun así, la respuesta de Adam la hizo salir de su ensoñación para regresar a la cruda realidad, y ya no logró que ese peso en sus hombros desapareciera.

Caminaron hacia los muebles que decoraban el primer espacio que se toparon al entrar, el cual consistía en una sala de sillones negros con cojines grises y rojos que rodeaban una mesa de metal con una lámina de vidrio grueso encima. Se sentó frente a él, quedando la mesa en medio.




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