Prometo no amarte

Capítulo 11. Clara Lovelace

 

 

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C A P Í T U L O 1 1

C L A R A  L O V E L A C E

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Tomó el periódico que le ofrecía la chica y detalló la fotografía antes de abrir las siguientes páginas para encontrarse con que la primera no era la única imagen. Como era de esperarse, el periódico era más bien una revista perfectamente impresa, con colores llamativos y títulos que pudieran llamar la atención de los adolescentes, y en el caso de su noticia, las cuatro fotografías ocupaban casi todo el espacio, mientras que la poca redacción se encontraba en letras pequeñas, quizá porque una vez vistas las pruebas no hacían falta explicaciones.

No llegó a ver más antes de que alguien le arrebatara lo que tenía en sus manos y leyera en voz alta lo que escribía. Estela sintió una punzada en el estómago cuando se volvió para encontrarse con Grace, que leía con un gesto de ojos entrecerrados y cejas altas.

―«Como si se tratara de una Cenicienta moderna, Estela Laurie ha capturado al príncipe con el que el resto de damas, más finas y deslumbrantes, estaban deseosas de bailar. Y la pregunta que surge de inmediato es, ¿cuál podría haber sido la razón por la cual el inalterable Adam Black, quien parecía tan cómodo en su torre de marfil, se dignara a descender de ella para tener contacto con el mundo real (y por qué con una parte tan austera del mundo real)?».

Sus mejillas se calentaron más y más conforme Grace avanzaba en la narración y las personas alrededor se arremolinaban cerca de ellas.

―Siempre me pareció que el hada madrina de Cenicienta era una vieja cruel ―dijo Grace al terminar con su lectura―. ¿Darle a una chica miserable una probada de felicidad aunque sabe que tendrá que volver a su infierno al acabar la noche? ¿No es más humano solo dejarla vivir en el lodo? ―Estela contuvo la respiración al sentirla acercarse hasta que su rostro y esa mirada espeluznante quedaron a escasos centímetros de ella―. ¿Cuánto más crees que durará tu hechizo?

―¿Cerraron la perrera pública o por qué estás aquí ladrando desde temprano?

Una tercera persona se involucró y la tomó por los hombros para alejarla de su agresora, lo cual agradeció a pesar de lo repentino de su agarre. Era una chica, pero no alcanzó a girarse para mirar su rostro.

―No es necesario que yo te pregunte por qué estás aquí, sé que los lugares donde trabajas solo abren en las noches ―atacó Grace con una sonrisa furiosa.

Escuchó una exclamación grupal. Ya no le prestaban atención a ella sino al feroz intercambio que inició entre la recién llegada y Grace, el cual continuó mientras Estela se hacía más pequeña a cada respuesta y sentía como si cada palabra le impactara al estar en medio de las dos.

Sus ojos gritaron por auxilio cuando Adam apareció como un milagro por detrás de Grace. Sería mentira decir que se abrió paso entre la muchedumbre, porque fueron ellos quienes despejaron el camino, sin quitarle la mirada de encima. Llevaba una copia del polémico periódico entre sus manos y el gesto desinteresado de siempre.

―Suéltala.

Tendría que preguntarle cuál era el secreto para que todos callaran cuando él hablaba.

Grace le dedicó al chico una expresión afligida que Estela no comprendió. Después, la observó furiosa antes de decir que aquello era una pérdida de tiempo y darse la vuelta para desaparecer entre el resto. Los demás, sin embargo, se mantuvieron en sus posiciones: alguien más interesante aún había entrado al espectáculo.

La persona que la sostenía obedeció y Estela se apresuró a colocarse al lado de su amigo antes de descubrir a su ¿salvadora?

Era una chica de su edad, de cabello negro que le llegaba hasta los hombros, con las puntas hacia adentro, y solo un par de mechones delanteros a cada lado que le llegaban hasta la altura del pecho. Tenía unos ojos grandes, también de un tono oscuro, y una piel perfecta. Toda ella parecía una muñeca detallada a mano, como si hubiese salido de una foto en alguna red social que los defensores del body positive usarían como ejemplo de estándar de belleza imposible.

―Mi nombre es Clara. Clara Lovelace ―se presentó la chica colocando una mano abierta a la altura de sus clavículas.

Sus movimientos gritaban que entendía lo inusual que era por ser una mujer especialmente bella, hija de una familia especialmente rica. Su seguridad le resultó aplastante.

―Sé quién eres ―dijo Adam.

―Le estaba hablando a ella, no a ti.

Una elección demencial para el resto de alumnado; también para Estela. Era a la primera persona que había visto dirigirse de manera retadora hacia el hijo menor de la familia Black.

―Y-yo soy Estela Laurie ―respondió, con los hombros altos como si estuviera respondiéndole a un general, sin saber por qué.

Clara Lovelace sonrió ante su nerviosismo.

―Lo sé. Espero que no te haya causado problemas mi reportaje.

Estela se lo pensó un momento antes de entender que se refería al periódico.

―¿T-tú lo escribiste? ¿Por qué?

Fue una pregunta sincera, no lograba descifrar si se trataba de otra muestra de matonismo o si, por el contrario, se debía a un actuar inocente.

―Te vi en la exposición en el museo y mi alma de periodista no pudo contenerse ―explicó ella, orgullosa―. Estaba tan inspirada que trabajé toda la noche para tenerlo hoy mismo en distribución.

Estela observó con disimulo a Adam. Como era común, no pudo comprender mucho de su expresión, pero concluyó que Clara Lovelace no parecía alguien que quisiera lastimarla, y su relación con Grace era terrible, así que quizá no se trataba de un acto malintencionado.




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