Prometo recordarte

No sé qué es lo que quieres de mí

Llevaban al menos una taza de té ahí encerrados y la preocupada madre adoptiva de Hansen no se quedó con los brazos cruzados y mucho menos a llorar en su habitación, rezando porque su “pequeño” regresara a casa por obra del Espíritu Santo, no señor. La mañana siguiente después del accidente, Elizabeth salió de casa, con ojeras descansando debajo de sus ojos y con un bate de madera en sus manos. Tal como lo hizo por la noche, entró con una actitud imponente, deshaciéndose de cada obstáculo vivo o no que se le cruzara en frente, nada importaba realmente.

Abrió la puerta de William Myers con una patada y luego se aproximó a su escritorio.

—Bien, mi hijo no apareció por el resto de la madrugada y tampoco lo veo sentado por ninguna parte de este horrendo edificio. Se supone que es su empleado, ¿qué pretende? ¿Qué aparezca solo?

Myers, quien descansaba plácidamente en su asiento acolchonado, se acomodó e inclinó su cuerpo hacia el frente.

—¿Y qué quiere que haga?

—Saldrá a buscarlo, lo quiero de vuelta y entero.

—¿Y qué si no lo hago?

—Me imagino que debe tener a alguien esperándolo en casa, con un plato de sopa caliente para que remoje su pequeño bigote en el y como consecuencia, tenga que limpiarlo y que por eso se sienta más hombre de lo que lo era antes. Okay, ahora imagínese que tendrá que arrestarme porque al llegar a su casa, su sopa caliente son los…

—¡Okay! Okay… entendí. Ya entendí —Myers refunfuñó—. El trabajo de su hijo era investigar este tipo de cosas, es el que más experiencia tenía en esto, aparentemente… así que tardaremos en encontrarlo. Como la veo muy decidida a resolver este problema, escoja a dos criaturas para que la ayuden a hacer movimientos legales.

Myers soltó una risita burlona. A pesar de que le parecía linda y atractiva aquella mujer de cabellos dorados, sobre todo por su exigencia, no era impedimento para jugar un poco pesado con respecto al tema; en cambio, ella se lo tomó demasiado en serio. Elizabeth asintió con la cabeza, cerró su mano libre formando un puño y se dio la vuelta, caminó algunos pasos y se detuvo en la entrada de la oficina, para así ver a todos y cada uno de los trabajadores. Cuando sus ojos cayeron sobre Napoleón, lo señaló con el bate.

—¡Tú! Hijo de perra… ven acá.

Napoleón obedeció sin reprocharle. Con tan solo escucharla, podía sentir su inmensa furia y desesperación y cómo era perforado con estas. Los dos regresaron a la oficina de Myers.

—Y usted. No voy a dejar que este hombre me lleve en su patrulla. Sí perdió a mi hijo, no sé qué me pasará al respecto.

—¿Yo? ¡Bah! Yo soy el jefe aquí, no hago trabajo de campo.

—No le estoy preguntando.

Elizabeth caminó del otro lado del escritorio y hurgó las bolsas de la gabardina del jefe, sacó las llaves de su auto y caminó con Napoleón fuera del edificio. William, entre reproches, le siguió el paso poco después.

Su búsqueda fue en vano. Al día siguiente visitaron la mansión McLaughlin y lo único que lograron hacer fue hablar con Marie; no pudieron entrar debido a la condición de Dove, parecía que el mismo Hansen que asesinó a su esposa y a su hija, había llegado a su cuerpo, o bien, aceptó su llegada después de bastantes años.

Volviendo a la situación de Hansen y recordando que llevaba una semana cautivo, se las había ingeniado para seguir con su plan; trataba de ganar la confianza de Michael contándole historias falsas sobre su persona y prometiéndole cosas estúpidas, como que se quedaría con él cuando sus piernas sanaran. Nanashi no apareció esos días o al menos no estando en sus 5 sentidos. Se mostraba de vez en cuando como una silueta oscura humana, inestable y humeante, pero luego se desvanecía en un parpadeo.

Con respecto a las mujeres, seguían encerradas. El espectro de Petra era quien le informada sobre sus estados.

Cuando Michael no estaba cerca del huérfano, hacía el intento por enseñarle a Petra el posesionar cuerpos o por lo menos poder teclear el teléfono lo más rápido posible para que así pudieran salir. Siendo realistas, era complicado, ya que ni Hansen sabía a ciencia cierta cómo lo hacía Nanashi.

Una noche, Michael desamarró a Hansen de la cama, no para que fuera al baño, sino para invitarlo a cenar en su cocina, aunque sus muñecas siguieron atadas. Caminó con dificultades y su torpeza acabó con la diminuta paciencia del criminal, así que su espalda recibió una patada y cayó.

—¡Eres tan lento, Aarón!

—No he caminado desde hace una semana, mis piernas siguen igual, no puedes exigir más.

Michael sostuvo a Hansen del brazo y lo llevó a rastras a la cocina. El pobre huérfano trató de levantarse en el camino, pero los rudos tirones lo volvían a hacer resbalar. Teniendo las rodillas raspadas, Michael lo sentó en una silla y fue por la cena. Después de haberla servido, esperó a que el huérfano comiera, sin embargo, este no probó ni un poco en los próximos tres minutos.

—¿No piensas comer?

Tras responder con un rotundo “No”, su boca fue llenada con una patata de su plato. Michael no esperó por mucho y luego metió un trozo de carne, posteriormente un brócoli y luego le llevó agua. Hansen procuraba tragar rápido, no obstante, terminó atragantándose.



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En el texto hay: boyxboy, drama, lgbt

Editado: 02.05.2022

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