Prometo recordarte

Los niños perdidos

Manel estaba más allá de tenso con respecto a lo que ocurrió esa misma noche. El simple hecho de ser uno de los sospechosos, lo hacía cambiar por completo, en especial, su lugar de trabajo. Al día siguiente, todo parecía marchar con normalidad hasta que todos los empleados llegaron y el señor Myers ofreció una conferencia exprés acerca de las labores de cada uno.

Sí, fue una conferencia larga y aburrida, más bien, cliché y terminó concluyendo en que Manel sería bajado de puesto. El Intendente Jefe se enfadó tanto que su cara se coloró del coraje y sus oídos casi sacaban humo. No se quedó callado y mucho menos se echó para atrás; levantó la voz.

—¿Por qué debería ser descendido cuando claramente era yo quien llegó con usted cuando la señorita Pussett se quejó?

—Porque ya dije que eres el sospechoso. No reproches más, ahora eres patrullero. ¿Alguna otra duda?

—Sí, señor. El sujeto que estuvo en la escena del crimen antes de mí, fue Hansen y Singh. ¿Qué pasará con ellos?

—Patrulleros, también serán patrulleros.

—Pero… —se metió Napoleón en la conversación y su boca fue cubierta por la mano de Hansen.

—¡Ese par de idiotas ya son patrulleros! —rezongó Manel.

Napoleón descubrió su boca y señaló a su amigo.

—Hans no.

Y Hansen golpeó su propia frente con frustración.

—Sí ese es el caso, están despedidos hasta que muestren lo contrario. Y antes de que quieras decir “¡Señor Myers! ¿Eso significa que voy a volver a tener mi puesto cuando compruebe mi inocencia?” Voy a decirte que no, no hasta que me lo demuestres, ¿entiendes? Siempre estás pegado a la máquina y al teléfono… ¿Es así cómo pones el ejemplo a los trabajadores de rango más bajo? Me das pena.

El señor Myers volvió a su oficina, cerrando de un portazo.

Al único que parecía afectarle más que a todo ese drástico cambio, fue a Manel. Lloró en silenció al menos una hora, mientras su vista estaba puesta en el teclado de la computadora. Por otra parte, el par de hombres que habían sido despedidos, tomaron tan natural y poco cierta la situación que, siguieron en lo suyo.

Cuando no soportaron más los sollozos de su superior, Manel se levantó de su lugar y se dirigió a él.

—Tranquilo. Hansen es el intelectual que sabe qué hacer para resolver esto. Volverás a tener tu lugar y nosotros volveremos a ser contratados.

Al tratar de responder, la lengua de quien alguna vez fue su superior se trabó y se enredó, haciéndolo balbucear y terminando llorando en el estómago de Napoleón, que parecía haberse reducido ligeramente.

—Hansen, tu compañero no se va a callar si no haces algo para que tenga la esperanza de que recuperará su trabajo.

Dijo Nanashi y a su vez sujetó al huérfano de las mejillas, formando una trompa con sus labios.

—Sí, sí… Ya le diré algo.

Antes de que fuera soltado, el espectro plantó un pequeño beso sobre sus labios. Hansen acarició su cabello y se levantó.

Una vez quedando frente a Manel, su antiguo superior, cruzó sus brazos y ladeó la cabeza.

—Señor, deje de llorar, por favor. Usted por lo menos es patrullero, nosotros estamos despedidos.

Manel despegó la cara del estómago de su compañero, dejando una máscara de lágrimas impregnada en esta. Hansen observó la mancha con algo de asco y Napoleón vio con lástima al sujeto de la cara larga.

—¡Pero yo no fui el que se brincó la barda, ni llegué con ustedes! ¡Venía con el señor Myers!

—Tal vez te confundió conmigo —Napoleón sonrió.

—¿Contigo? ¡Pff…! Es lo último que las personas harían…

—Está hablando del señor Myers —dijo Hansen—, alguien que ni siquiera sabe los nombres de sus trabajadores más que cuando debe presentarlos para algo formal. Que lo confunda es de lo más normal y que quiera tener la razón, también. Deje de llorar y veamos que vamos a hacer.

Nanashi pareció leer los pensamientos del huérfano y se aproximó hacia la salida, los dos abandonaron la Estación de Policía y un par de segundos más tarde le siguió Napoleón con una sonrisa, después de unos minutos fue Manel.

A decir verdad, Hansen no tenía ni la menor idea de por dónde empezar o qué es lo que debería hacer. Hizo una remembranza sobre lo ocurrido anoche y lo único que se le vino a la mente fue buscar nuevamente en el mismo lugar en donde encontraron a los niños y también en el orfanato. No tenían nada que perder, después del todo, su trabajo ya estaba en la basura.

Se dividieron en grupos: Manel y Napoleón buscarían en el ex orfanato, mientras que Nanashi y Hansen en el bosque. Su punto de reunión sería el portón de la propiedad.

***

La búsqueda de Manel y Napoleón fue un tanto rápida. No fue exitosa, pero tampoco un completo fraude. En lo que ellos conversaban sobre el repentino bajón de peso (y que ni siquiera fue extremo) del ex patrullero debido a que quería mejorar su condición física para el trabajo y también volver a la carrera e intentar conquistar a Elizabeth Cooper, el amor de su vida, fue cuando ocurrió lo que tanto esperaban o por lo menos una pequeña parte.



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En el texto hay: boyxboy, drama, lgbt

Editado: 02.05.2022

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