Prometo recordarte

En búsqueda de una madre

Era una noche calurosa de primavera aquella vez en la que Nanashi estaba pegado al marco de la ventana, esperando algo del cielo. Hansen yacía dormido en la cama de esa misma habitación, su habitación y cuando el reloj marcó la media noche, un lejano viento que soplaba con fuerzas, abrió la ventana, atravesando al espectro y haciéndolo retroceder. En un parpadeo, Rigel ya estaba de cuclillas sobre el marco, observando la habitación con una gran sonrisa, a pesar de traer cubiertos los ojos.

—¡Creí que no vendrías!

—¡Y yo creí que no iba a abrir la ventana!

Ambos rieron.

—¿Podemos aprovechar para comenzar la búsqueda? —preguntó Rigel con algo de vergüenza.

—Supongo que sí. Evitemos hacer demasiado ruido.

Creyendo que Hansen estaba sobre los brazos de un sueño profundo, ambos salieron por la ventana a su manera; Rigel brincó del marco y estando a punto de tocar el suelo, redujo su velocidad así cayendo como si tuviera el peso de una pluma. Por otra parte, Nanashi ni siquiera saltó de la ventana, se asomó y quiso creer que salió por ahí, ya que lo que hizo fue teletransportarse hacia abajo.

Lo que mantenía viva su adrenalina era el pensamiento de que tarde o temprano serían buscados por el enfadado del huérfano y que cuando los encontrasen, serían reprendidos como un par de adolescentes. Ni siquiera sabían por dónde empezar.

Hansen escuchó todo lo que dijeron. Estaba más despierto a como lo estaría por la mañana, sin embargo, le ponía de mal humor la idea de entrometerse en sus actividades de búsqueda nocturna. Se dio la vuelta y observó su habitación. Frente a su armario se encontraba una clase de silueta blanca casi invisible. El huérfano talló sus ojos creyendo que veía eso por el sueño o por el hecho de haber apretado mucho los ojos mientras fingían estar dormido, pero no fue así, esa silueta de verdad estaba ahí.

—Eres tan poco visible que te pasaron por alto los chicos que salieron por la ventana. Sí puedes moverte de ahí, ¿podrías cerrar la ventana?

Donde se suponía iría la cabeza de esa silueta se hicieron un par de orificios en los que podías ver a través de ellos lo que estaba del otro lado de la habitación con más claridad y poco después se formó otro debajo de estos dos, algo más grande. Ninguno formaba un círculo o tan si quiera un óvalo perfecto, ya que se deformaban como si fueran hondas de agua. La criatura trató de hablar, sin embargo, lo único que se escuchó fue el silbido que produce una ventisca. Extrañado por todo lo que conformaba a ese ser, el huérfano se levantó de su cama y se acercó a la ventana; tras cerrarla se quedó estático frente al espectro, atravesó su mano en él y un escalofrío heló sus huesos.

El espectro salió de la habitación atravesando la puerta, Hansen tuvo el impulso de seguirlo y sin notarlo esa criatura poco a poco se volvía cada vez más visible. Al final terminaron saliendo de casa y caminando por la calle.

Volviendo al asunto de Nanashi y Rigel, no fue como si les estuviera yendo de maravilla o fatal, podría decirse que 2/3. Sabiendo que en el cementerio no se encontraba casi ningún alma, recurrieron a preguntar a las de las calles, esos seres que se paseaban dentro de las casas o por el pueblo como si todavía estuvieran vivos; algunos interactuaban entre otros, sobre todo los que sabían sobre su estado, mientras que los que no aceptaban la muerte preferían seguir comportándose como un humano cualquiera.

La primera persona a quienes se acercaron fue al espectro de una niña herida con una bicicleta rota que esperaba que pasara quién sabe qué en la carretera. Nanashi se atrevió a tocar su hombro.

—Uh, hola… —murmuró Nanashi— Estamos buscando a la madre de mi amigo. ¿has visto a alguna mujer buscando a su hijo?

La chica volteó a ver a Nanashi y negó con la cabeza.

—Yo también espero a alguien y… ¡ahí está!

Entonces la chica cruzó la calle y se desapareció.

El par de amigos se miraron fijamente, Rigel parecía un poco triste por lo ocurrido, sin embargo, la positividad de Nanashi no se quedó atrás. Lo tomó de la mano y fueron por las siguientes personas.

El siguiente fue el espectro de un hombre ocupado y fastidiado con el trabajo que ni siquiera les respondió el saludo. Después fueron con una anciana sorda que alimentaba supuestas palomas en el parque, luego el espectro del caballero que yacía frente a su propia estatua del parque. Poco a poco las probabilidades de encontrar a la madre de Rigel se fueron escapando junto con la noche.

Rigel sollozaba de regreso a casa y se detuvieron cuando el huérfano se les paró en frente junto con esa silueta deforme que ahora podía apreciarse con claridad.

—Creo que falta esa cosa que viene con Hansen… —respondió Nanashi nervioso.

—Y creo que ustedes me deben una explicación cuando lleguemos a casa.

—No tiene caso preguntarle a esa criatura, Nanashi… —interrumpió Rigel.

—¿Por qué no? No pierdes nada con intentarlo.

—Además, esa criatura ha estado buscando algo también. —agregó Hansen.

Tanto el huérfano como el espectro, dejaron solos al par de criaturas desoladas. Se distanciaron más o menos una cuadra de ellos, pues tenían la corazonada de que eran ambos quienes se buscaban. De vez en cuando volteaban a ver lo que esos dos hacían que de todas maneras no era mucho, luego volvían a su silencio incómodo.



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En el texto hay: boyxboy, drama, lgbt

Editado: 02.05.2022

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