La relación de Napoleón y Elizabeth se formalizó entre ellos dos días después de la declaración. Después de su regreso a casa (el día de su declaración) se esforzó en buscar a fondo la flor perfecta para regalarle en el momento en el que le pidiera salir y para ello hizo una lista son anotaciones de cada una de las flores que llamaron su atención:
Volvió a revisar su lista en la mañana y salió a buscar claveles, tulipanes u orquídeas bajo el pretexto de que ayudaría a Hansen con el caso de hace días del que ni siquiera tenía idea de qué trataba, razón por la que en vez de ayudarle terminó provocando más problemas y recibiendo un sermón por parte de su amigo. Hansen al final le pidió que le ayudara a recolectar información sobre el caso y que lo anotara, Napoleón aceptó, no obstante, al alejarse apenas pocos metros, volvió con el huérfano.
—Discúlpame por ser una carga en vez de una ayuda, pero… ¿qué es lo que estamos buscando exactamente?
Hansen golpeó su frente y suspiró pesadamente.
—Se perdió el abuelo con alzhéimer de la señora Bernard desde hace tres días y no tiene ni la menor idea de a dónde fue a parar, ya que el hombre nunca salió de la casa y no hay forma de que pudiera hacerlo, debido a que estaba encerrado bajo llave en su casa. El día de ayer interrogué a los vecinos y las tiendas cercanas o que el señor Bernard solía visitar tanto acompañado como solo. ¿Sabes qué? ¿Por qué no regresas con la señora Bernard y le pides los teléfonos de sus allegados? Los interrogaremos para ver si alguno tiene información relevante del señor.
Antes de partir, Hansen escribió la dirección de los Bernard y se la entregó a su amigo, no se fue sin antes decirle que se vieran en la plaza en media hora con la información que se le requirió. A causa del tiempo que tenía, Napoleón se vio obligado a abandonar su búsqueda personal de las flores perfectas y correr hacia la casa de los Bernard. Tras llegar y tocar la puerta, no demoró en abrirle la señora, que esperaba con impaciencia la llegada de su familiar.
—¿Lo encontraron, oficial?
—Disculpe, aún no lo encontramos. Vine para pedirle algunos números telefónicos de los familiares o amigos del señor Bernard, de esas personas que usted cree o sabe que el señor pudiera comunicarse con ellos.
La señora le invitó a pasar, a pesar de no tener ni la menor idea de a quién pudo haber recurrido su abuelo. Bien tenía presente todos los días el abandono en el que ambos vivían desde el momento en el que al señor Bernard le diagnosticaron alzhéimer. Los únicos números que pudo darle fueron los de sus hermanas y su ex novio de hace 20 años.
Antes de abandonar la residencia, Napoleón le mostró imprudentemente la lista de flores con el fin de tener una opinión distinta a la suya sobre qué regalarle a Elizabeth. La mujer solo señaló las rosas sin pensarlo demasiado y le dijo que le regalara únicamente una, que era lo mejor para pedirle noviazgo a una chica y que un ramo de estas flores era pretencioso.
Llegó 20 minutos tarde a la plaza por su búsqueda. En su espera, Hansen se sentó frente al pedestal sin estatua y suspiró.
—¿Soy yo o últimamente estás de mal humor, Hansen?
—Lo lamento —suspiró—. No me siento con los ánimos de tratar a la gente y Napoleón hace cada cosa que…
—¿Qué te dan ganas de asfixiarlo con su corbata?
—Sí, eso mismo. Solo mira la hora —le mostró su reloj, notoriamente frustrado— llevamos aquí más o menos 20 minutos y él ni siquiera ha llegado.
Hansen se sintió con toda la libertad de poder reprender a su compañero, aunque a comparación como las otras veces, lo hizo con menos fuerza y enfado. Como dijo con anterioridad, estaba ya frustrado de la negligencia de Napoleón, que poco a poco la idea de serle indiferente durante el caso, lo seducía. Al final Napoleón se disculpó más de una vez y trató de reconfortarlo diciéndole que el día de mañana buscaría más información que la que él había conseguido los últimos dos días.
Napoleón intentó cumplir su promesa al día siguiente, sí, intentó, porque las florerías de la zona en la que “buscaba” lo atrajeron. Ninguna tenía claveles u orquídeas por la temporada, así que se resignó y compró solo una sola rosa roja como le había dicho la señora Bernard. Reanudar la tarea a la que se comprometió pasó a segundo plano luego de tener la flor en sus manos y a mitad del camino (porque iba rumbo a casa de Elizabeth), Hansen se le paró en frente, le metió el pie y Napoleón tropezó, pero no cayó.
—¡Oye! —exclamó Napoleón.
—¿“¡oye!” qué? —preguntó Hansen— ¿Qué pasó con la promesa de trabajar el doble el día de hoy? ¿La intercambiaste por una rosa?
—Estaba buscando…
—¿Sí? Entonces quiero ver la información que recolectaste.
Napoleón miró la rosa por un breve periodo y después a su amigo. A decir verdad, no tenía nada de información actual desde que salió de la Estación de Policía.
Editado: 02.05.2022