Prometo recordarte

No podré volver a casa hasta que la lluvia se detenga

Hansen y Napoleón fueron liberados la mañana del día siguiente. Antes de que Hansen pusiera un pie fuera de la prisión, Nanashi se puso delante suyo; su presencia solo consiguió detenerlo por lo menos unos tres o cinco segundos, puesto que después fue atravesado y sucedió lo mismo las próximas veces en las que volvió a detenerlo, solo que ahora Hansen ignoró su existencia.

Elizabeth había notado algo diferente en el huérfano… esa emoción que nació de la discusión que tuvo con Napoleón. Ella también estaba preocupada. Todas las preguntas en relación con el estado emocional o físico que le hizo a su niño fueron respondidas por Hansen de manera cortante, todas con un muerto «nada».

Al llegar a casa y cuando su paciencia no dio para seguir ignorando a Nanashi por mucho tiempo más, Hansen se detuvo en seco y lo miró a los ojos.

—Bien, ¿qué es lo que quieres de mí?

—¿Tú crees que estoy para que me ignores hasta que me necesites?

—¿Qué te hace creer que te necesito?

Nanashi contuvo el aire en sus mejillas y su pálida y amoratada piel adoptó un color rojizo. Cerró sus ojos y cruzó sus brazos, luego le dio la espalda.

—¡Ni siquiera pienses en pedirme ayuda con tu trabajo o tus problemas familiares!

Y desapareció.

Hansen no emitió ningún sonido, ni se movió y mucho menos realizó una expresión, no la primera mitad del minuto que transcurrió. Luego cerró sus puños con tanta fuerza que sus dedos se sonrojaron y sus dientes rechinaron. Antes de que Elizabeth pudiera preguntarle si quería acompañarla a comprar los ingredientes para la comida, Hansen se despidió secamente y salió de la casa.

Caminó sin rumbo fijo.

El cielo estaba azul, pero el sol había sido cubierto por una gran nube blanca. No se dejaría ver durante un par de minutos.

Caminó sin rumbo fijo.

Hansen y Napoleón fueron liberados la mañana del día siguiente. Antes de que Hansen pusiera un pie fuera de la prisión, Nanashi se puso delante suyo; su presencia solo consiguió detenerlo por lo menos unos tres o cinco segundos, puesto que después fue atravesado y sucedió lo mismo las próximas veces en las que volvió a detenerlo, solo que ahora Hansen ignoró su existencia.

Elizabeth había notado algo diferente en el huérfano… esa emoción que nació de la discusión que tuvo con Napoleón. Ella también estaba preocupada. Todas las preguntas en relación con el estado emocional o físico que le hizo a su niño fueron respondidas por Hansen de manera cortante, todas con un muerto «nada».

Al llegar a casa y cuando su paciencia no dio para seguir ignorando a Nanashi por mucho tiempo más, Hansen se detuvo en seco y lo miró a los ojos.

—Bien, ¿qué es lo que quieres de mí?

—¿Tú crees que estoy para que me ignores hasta que me necesites?

—¿Qué te hace creer que te necesito?

Nanashi contuvo el aire en sus mejillas y su pálida y amoratada piel adoptó un color rojizo. Cerró sus ojos y cruzó sus brazos, luego le dio la espalda.

—¡Ni siquiera pienses en pedirme ayuda con tu trabajo o tus problemas familiares!

Y desapareció.

Hansen no emitió ningún sonido, ni se movió y mucho menos realizó una expresión, no la primera mitad del minuto que transcurrió. Luego cerró sus puños con tanta fuerza que sus dedos se sonrojaron y sus dientes rechinaron. Antes de que Elizabeth pudiera preguntarle si quería acompañarla a comprar los ingredientes para la comida, Hansen se despidió secamente y salió de la casa.

Caminó sin rumbo fijo.

El cielo estaba azul, pero el sol había sido cubierto por una gran nube blanca. No se dejaría ver durante un par de minutos.

Caminó sin rumbo fijo.

Sí el sol había decidido no dejarse ver durante un tiempo, ¿por qué él no podría ser egoísta por una sola vez? Él también tenía derecho de no dejarse ver durante algún rato. Entonces siguió caminando sin rumbo fijo.

Sin rumbo fijo.

Sin rumbo fijo.

Sin rumbo fijo.

Sus pies se detuvieron antes de lo acordado y cuando levantó la mirada observó una entrada, seguida de un cartel en el que estaba escrito con mayúsculas “CEMENTERIO DE WHIPPERSNAPPER TOWN”, bajo el título, la frase “junto a ti como rosa de jardín”. ¿Acaso era una señal? La muerte de Isabelle se sentía como sí hubiera ocurrido hace décadas, pero el sentimiento que conlleva la muerte de un allegado seguía tan fresco como sí hubiera ocurrido apenas hace un instante. Seguía siendo doloroso.

¿Por qué de todos los lugares lúgubres que componían a Whippersnapper Town, sus pies se detuvieron en el cementerio? No era capaz de entrar, pero como un perro callejero, tampoco tenía un lugar a donde ir. Sabía que por cada paso que pusiera dentro del cementerio, sería como clavar una aguja en su corazón y que, cuando sus pies se detuvieran frente a la tumba de su tan preciada amiga, la última aguja que atravesara su corazón en realidad sería una estaca.

Hansen miró hacia atrás, nada que dejar, pero mirar al frente resultaba doloroso. Desde Este punto de la historia empezaba a sentirse un poco solo. Era verdad, su mal humor había echado a Nanashi. Quién sabe sí volvería, sí su ausencia permanente se sentiría como la de ahora o sería peor, pero de lo que sí estaba seguro era que de igual forma le dolería.



#2513 en Detective
#12580 en Fantasía
#4751 en Personajes sobrenaturales

En el texto hay: boyxboy, drama, lgbt

Editado: 02.05.2022

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.