Promise (fanfic Starker)

Capítulo Único

Solo dos años más. Solo dos años más. Solo dos años más.

Una y otra vez la Tony repetía estas malditas palabras mientras veía como Peter se inclinaba sobre su pastel y sonreía lleno de incomodidad mirando fijamente las velitas.

Tony sentía que podría escribir un libro de la cantidad de vueltas que le dio al que podía estar pidiendo de deseo. Su rostro dejó relegada la vergüenza y en su lugar se concentró mirando fijamente las velas como si de una lámpara mágica se tratara. Tony ni entendía ni le parecía muy adulto eso de pedir deseo a un puñado de velas, pero tampoco era que podía decirle nada, tampoco era como si tuviera lo que hace falta para marcarle que era infantil.

Sintió como alguien le daba un golpe en las costillas y sin correr su rostro, seguro que sus gafas ocultaban la poco apropiada forma en la que devoraba su estilo cada año más elegante dentro de esa camisa entallada y los pantalones de gabardina oscuros.

—Cuidado Stark —se burló una cantarina y divertida voz junto a él— Sí sigues mirándolo tan fijamente, cualquiera podría notar que estas tachando los días en tu mente.

Por el rabillo del ojo vio a Keener y los rodó cuando el bastardo se colgó de su hombro silbando de un modo completamente vulgar en lo que Peter se enderezaba satisfecho por la aparentemente proeza de haber apagado de un tirón y con un único soplido las diecinueve velitas.

La gente a su alrededor estalló en aplausos y Tony vio cómo uno a uno los invitados se acercaban al flagrante cumpleañero para darle besos y abrazos. Sin ánimos para aquella pantomima que le parecía absurda, cruzó una significativa mirada con su "pupilo" y sonrió cuando Peter le respondió el gesto dejando que su tía lo ahogue entre sus abrazos y gritos de júbilo.

Sin intenciones de responderle nada al puñetero de su ahijado, Tony retrocedió discretamente y se quitó sin elegancia alguna el brazo con el que el bastardo lo había rodeado.

Harley sonrió maliciosamente y Tony lo volvió a ignorar dispuesto a fingir que no lo escuchó y que, sobre todo, no le importaba un carajo que hubiera descubierto completamente sus pensamientos. Cogiendo una de las copas que habían traído los meseros, deambuló por la sala y se acercó discretamente a las puertas del amplio balcón cuando consiguió deshacerse de los asistentes al evento que se le acercaban para aprovechar la oportunidad y poder aburrirlos con mierdas que no le importaban en lo absoluto.

Le dolía la cabeza y no sentía poseer un gramo más de paciencia para aquella cosa, así que lo mejor era escurrirse y no arruinar con su acritud el ambiente. Ninguno de ellos tenía la culpa de que Tony llevará dos años enteros tragándose los días como si fueran piedras, a la clara espera de la mayoría de edad del chico. Nadie tenía la culpa, ni siquiera Peter, por haber tenido la maldita desgraciada idea de nacer tantos años menos que él.

Hacía tres horas su casa se llenó de invitados, se llenó de mucha más gente de la que le interesaba ver, pero por Peter, podía soportarlo. Solo que no tanto como le hubiera gustado. Soltando un suspiro, agradeció el fresco aire que lo golpeó y se aproximó a la barandilla de vidrió dándole un trago largo al champagne. No era malo, obvio, pero sabía horrible a su paladar desacostumbrado.

Su mirada vagó por los campos abiertos de ese sector del complejo y pensó que no le vendría mal hacer algo porque las vistas fueran más majestuosas. Su mente se enredó ligeramente en esta idea, se enredó pensando en árboles y putas flores. Sin dudas que una mente como la suya pudiera encontrar resguardo en un tema tan irrisorio era muestra suficiente de que Tony estaba a un paso de venderle el alma al diablo solo por conseguir algo que hacer consigo mismo en lo que Peter le hacía el maldito favor de cumplir esos puñeteros veintiuno que tanto facilitaría su vida una vez que se decidiera a reclamarlo.

La puerta a unos metros de él gimió al ser abierta y Tony miró el cielo deseando inmolarse.

—Pica Tony escondiéndose como una gallina en la terraza —dijo la fastidiosa e irritante voz del puñetero que a mala hora tomó como ahijado.

—Por qué no vas a ver si a Rhody se le antoja un trago —dijo de malas, muy de malas con el pequeño bastardo que no hacía más que burlarse de él— Estoy seguro de que, si lo dejas lo suficientemente ebrio, se le olvidará que eres un niñito.

Harley se rio sobradamente y Tony volteó el rostro sobre su hombro para verlo. El chico cargaba dos vasos bajos y por el color ámbar del líquido, reconoció una buena cosecha de whisky. Antaño hubiera babeado viéndolo, antaño, hubiera sentido su sangre acelerarse y su nariz cosquillear expectante. En ese momento, cuando llevaba limpio tres hermosos años, lo único que sintió fue miedo.

Su ahijado traía esa expresión de problemas y cosas que no quieres en tu vida. Su sonrisa sarcástica estiraba sus labios y sus chispeantes ojos azules lo perseguían como un cazador sofisticado.

— Tony...

—No. —lo cortó de golpe, volviendo la vista al cielo.

—Ni siquiera sabes que te voy a decir —se quejó.

Con una sonrisa volvió a voltear el rostro y vio como el chico lo miraba de malos modos soltando la puerta que había sujetado con la punta del pie. Esperó unos segundos viendo como esta volvía sola a su lugar y se giró entrecerrando los ojos.




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