Lágrimas bajo el cielo estrellado.
Las sombras de la noche caían lentamente sobre el paisaje devastado por la destrucción. Adael, con una mirada sombría en sus ojos, se acercó a Kyomi y a Hiroto en busca de respuestas en medio de la oscuridad que los envolvía.
—"¿Existen más refugios aparte del nuestro que ha sido asolado?" — Inquirió Adael con una mezcla de curiosidad y angustia en su voz, desgarrada por la desolación que los rodeaba.
Hiroto, con el semblante adusto y la mirada perdida en el horizonte, respondió con voz serena: "Sí, existen otros refugios llamados 'La Unión'. Son alrededor de cuarenta, dispersos pero unidos en un único propósito".
Un destello de incertidumbre cruzó el rostro de Adael al escuchar estas palabras. "¿La Unión?", murmuró para sí mismo, ajeno a la existencia de este vasto entramado de refugios que se alzaba en la vastedad del mundo más allá de El Muro.
"Es admirable la forma en que están organizados", prosiguió Hiroto, despejando las sombras de la incertidumbre. "Son como una red de ciudades interconectadas, separadas pero unidas en un solo propósito: sobrevivir".
Adael asintió con gesto pensativo, asumiendo la responsabilidad que caía sobre sus hombros. "Debemos buscar un refugio seguro, no podemos permanecer aquí en la intemperie", declaró con determinación. "¿Conoces algún refugio cercano, Hiroto? ¿Un lugar donde podamos encontrar protección y seguridad?".
Las palabras de Kyomi, cargadas de sabiduría ancestral y la experiencia de su abuelo, resonaron en el aire. "Conozco un lugar, la Unión Tierra Fuerte. Aunque está lejos, es más probable que nos reciban ahí que en otro refugio, puedo guiar el camino", ofreció con voz suave pero firme, despejando las dudas de sus compañeros.
Sin titubear, el trío emprendió un viaje incierto hacia lo desconocido, confiando en la guía de Kyomi y en la fuerza de su unión.
Día tras día, avanzaron por senderos impregnados de peligro y esperanza, vigilando los peligros que acechaban en la oscuridad de la noche.
Tras arduos diez días de travesía, divisaron a lo lejos la imponente silueta del Refugio Tierra Fuerte. Sus muros de hierro, custodiados por sombríos centinelas, desafiaban a los forasteros con su impenetrable fortaleza. No obstante, la determinación de Adael, la valentía de Kyomi y la astucia de Hiroto les impulsaron a desafiar el destino inevitable.
Divisaron a lo lejos las imponentes murallas de La Unión Tierra Fuerte, un bastión impenetrable custodiado por ágiles centinelas. Pero la bienvenida que esperaban se tornó en desconfianza y hostilidad cuando fueron desafiados por un arquero con aires de superioridad.
—¿Quiénes sois? ¿Qué buscáis aquí? —inquirió el arquero con desdén.
A las puertas del refugio, el arquero designado como guardián lanzó su desafío. A pesar de sus amenazas, Adael supo sostener el estandarte de la esperanza, exponiendo su dolor y necesidad con una convicción que estremeció al impasible arquero. La batalla de palabras se tornó en un feroz combate, donde la juventud y la sabiduría se enfrentaron en un duelo de voluntades.
Adael, empeñado en salvar a los suyos, desplegó un coraje desmedido que desafió al tiempo y al espacio. Herido pero indómito, logró doblegar al guardián en un esfuerzo titánico que le granjeó la entrada al refugio. La victoria, sin embargo, no fue motivo de celebración, sino de reflexión sobre la fragilidad y el sacrificio en tiempos de adversidad.
El contrincante se presentó, con el nombre de Tariq.
Eres valiente y me agradas dijo Tariq.
Tariq, con su mirada fija en sus nuevos compañeros de viaje, ofreció su ayuda con un gesto generoso.
"Seguramente no tienen dinero ni nada de eso, tengo un lugar en el que puedan quedarse, yo los guiaré", propuso en un tono amable, cargado de compasión y solidaridad.
Guió a los tres cansados viajeros a un refugio improvisado, donde finalmente podrían descansar sus cuerpos fatigados. Hiroto, exhausto, se retiró a su lecho en silencio, mientras Kyomi y Adael permanecieron juntos afuera, en lo que parecía ser un lugar tranquilo y apacible. Un segundo piso, con un balcón que se alzaba majestuoso hacia el cielo estrellado, se convirtió en testigo de su conversación íntima y emotiva.
Sentada en el suelo, Kyomi desvió su mirada hacia las estrellas titilantes, su corazón aún pesado por la reciente pérdida de su abuelo y de sus amigos caídos en batalla. Con una voz cargada de emoción, se dirigió a Adael con sinceridads.
— Estoy triste Adael, me duele mucho el corazón por lo sucedido, siento que se me va ah arrancar el pecho.
— "Adael respondió, siento mucho lo sucedido. Aunque el tiempo que compartí con ellos fue breve, lograron llenar un vacío en mi corazón que ni mi propia familia había podido ocupar. Tú conoces mi pasado, mis secretos y mis miedos. Confío en ti más allá de cualquier otra persona, después de Dios".
Adael, con una expresión de determinación en su rostro, tomó la mano de Kyomi en un gesto de consuelo.
— “Confío en ti, Kyomi, compartimos el mismo dolor, la misma pérdida. Pero debemos fortalecernos en esta hora oscura. Estoy aquí para protegerte, para ser tu apoyo incondicional. Te amo, Kyomi”.
Un beso selló sus palabras, uniendo sus almas en un momento de ternura y tristeza compartida, ambos se abrazaron con fuerza, dejando que las lágrimas fluyeran libremente en honor a aquellos que ya no estaban y a quienes tanto amaban.
Así, envueltos en la penumbra de la noche estrellada, Kyomi y Adael encontraron consuelo mutuo en un abrazo que trascendía el tiempo y el dolor, sabiendo que juntos podrían soportarlo todo.
Fin.