Propósito Celestial

Capítulo 7

ÉL DÍA ESPERADO

Los días se deslizaban como sombras fugaces, llevándose consigo los árboles que se mecían al viento en un danzar eterno. Fue en el noveno día de su intrépido viaje hacia el refugio Fuego Ardiente, que el destino les deparó un encuentro con el vasto mar, cuya magnificencia se reflejaba en la luz plateada de la luna y en el destello de las estrellas que puntuaban el firmamento como joyas divinas.

Los jóvenes descendieron de sus caballos exhaustos, acogiendo la noche en la orilla de ese mar de secretos y misterios. Una fogata crepitaba, iluminando sus rostros juveniles mientras tejían historias en la penumbra nocturna, disfrutando de una rareza en sus vidas plagadas de luchas y demonios acechantes.

Sin embargo, aquella noche, el noveno día de su periplo, trajo una calma inusual a sus almas agitadas. Kyomi y Adael se apartaron de la animada tertulia junto al mar, buscando la soledad para compartir palabras susurrantes cargadas de significado.

— "¿Qué opinas de este viaje, Kyomi?". — Preguntó Adael en un tono cargado de complicidad.

— "Ha sido una experiencia gratificante, hemos tenido la oportunidad de entrenarnos y conocernos mejor. Es reconfortante poder tener tiempo a solas para conversar". — Respondió Kyomi con una mezcla de gratitud y preocupación en sus ojos.

— "Me doy cuenta de que rara vez hemos disfrutado de momentos de tranquilidad como este". — Musitó Adael con una risa suave. — "Percibo cierta inquietud en ti, Kyomi... ¿Qué te preocupa?".

Kyomi titubeó antes de confesar. — "Siento que la sombra del pasado podría acecharnos en el próximo torneo. Temo que “ÉL”, esté presente y eso me atormenta".

— "Te protegeré con mi vida, siempre estaremos juntos en esto". — Aseguró Adael con determinación, envolviendo a Kyomi en un abrazo reconfortante.

“Llegó la gran jornada”.

— "Prepárense, queridos compañeros, hoy alcanzaremos nuestro destino". — Anunció Tariq en la claridad incipiente del alba. La emoción brillaba en los rostros juveniles, impregnando el aire con un palpable anhelo de lo que les aguardaba."

“En el horizonte, a una distancia de unos dos kilómetros, se alzaba imponente el refugio que tanto habían anhelado alcanzar. Michell, con una chispa de emoción en sus ojos, señaló hacia la imponente estructura y exclamó”.

— No puede ser, es el refugio! ¡Es magnífico!.

Los demás viajeros se asomaron desde sus carruajes con igual fascinación, contemplando la entrada majestuosa. Un castillo de proporciones descomunales se erguía en lo lejano, rodeado por un río de magma que lo envolvía en un halo de fuego. El paisaje, aún desde la distancia, parecía vibrar con una energía ardiente y misteriosa.

Avanzaron sobre un puente extendido que servía como puerta de ingreso al refugio Fuego Ardiente, sintiendo el calor palpable que se elevaba desde abajo. Otros carruajes de distintos refugios pasaban junto a ellos, formando una procesión variopinta hacia la entrada.

Un imponente guardián se interpuso en su camino, anunciando con autoridad:

— ¡Apartaos, que la condesa se dispone a pasar!

Cediendo ante la autoridad del título noble, los viajeros se apartaron para dejar paso al carruaje que se aproximaba.

Desde su interior, se distinguía la figura de una mujer de inexplicable belleza, envuelta en vestiduras verdes y cabello blanco como la nieve, emanando serenidad y gracia a su paso.

En ese instante, un joven travieso asomó la cabeza por la ventana del carruaje y, con tono socarrón, exclamó:

— ¡Haced espacio, insensatos, la nobleza avanza!.

Las risas y comentarios sarcásticos se propagaron entre los presentes, mientras Tariq, en voz baja, murmuró:

— Tentador resulta silenciar a ese arrogante muchacho.

Suyen, con una risa ligera, respondió:

— Oh, Tariq, siempre infundiendo terror con tus palabras.

Una vez instalados en una amplia residencia ofrecida para su alojamiento, Tariq se dirigió a sus compañeros con solemnidad.

— Mañana dará inicio el torneo. Disfrutad de este día libre para explorar y conocer los alrededores. Pero, sobretodo, por favor no se metan en problemas innecesarios.

Cada uno de los viajeros emprendió entonces un camino distinto, curiosos por descubrir los monumentos y la cultura de este refugio.

El sol se alzaba majestuoso en el horizonte, pintando de tonos dorados los verdes prados que se extendían sin fin. Adael y Leo, dos jóvenes de espíritu intrépido, se adentraban en aquel paisaje desconocido, sus pasos resonando en armonía con la melodía que la naturaleza componía a su alrededor.

El silencio les acompañaba, roto únicamente por el susurro del viento entre los olmos centenarios que se mecían suavemente. Leo, con su mirada perdida en el horizonte, rompió el hechizo que les envolvía al dirigirse a su compañero.

— "Adael, ¿por qué te separaste de Kyomi? ¿Ha surgido algún conflicto entre ustedes?". — La curiosidad tintaba la voz serena de Leo, mientras Adael desviaba la mirada con gesto sombrío.

— "No, no hemos discutido. Kyomi me dijo que tenía asuntos que atender, aunque desconozco cuáles". —Sus palabras resonaron con un deje de desconcierto, un halo de misterio envolviendo la ausencia de Kyomi en aquel instante crucial.

El trayecto continuaba, sumidos en sus propios pensamientos, cuando un brusco encuentro cambió el rumbo de aquella jornada. Leo, absorto en sus reflexiones, tropezó con un desconocido, desencadenando un efímero instante de desorientación.

Una bofetada resquebrajó el aire, impactando en la mejilla de Leo con la fuerza de lo inesperado. Aturdido, sin tiempo para reaccionar, el joven contempló atónito al agresor que impartía justicia con ira desmedida.

— "¡Ensuciar mis zapatos, miserable!". — Vociferó el extraño, desatando el vendaval de emociones que habitaban en lo más profundo de Leo. El ímpetu de su furia se desató, buscando venganza en un torrente de impulsos violentos.




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