COSAS INESPERADAS.
El sol había comenzado a acariciar la tierra con sus cálidos rayos, pintando de tonos dorados cada rincón del paisaje. Nan y Kyomi, con determinación palpable, se preparaban para proseguir su viaje, como si el tiempo consagrara su avance implacable.
— "Vamos, Nan, el día marcha y nosotros junto a él". —Instó Kyomi con voz suave pero firme, sacando a Nan de su letargo nocturno.
— Han pasado ya unas cinco horas, hay que avanzar.
Con gesto adormecido, Nan asintió, agradeciendo en su interior a Kyomi por su insistencia inflexible. Unidos en un propósito que trascendía palabras, reanudaron su camino.
“El viento helado siseaba a su alrededor mientras Kyomi conjuraba una ola de hielo que les impulsaba con gracia y velocidad”.
En otra parte, Leo y Neli, iban casi finalizando, llegando a la meta.
Compartían un instante de complicidad nacida de la adversidad superada. — "Gracias, Neli, tu valentía salvó mi existencia de las fauces ardientes de ese lago de fuego". — Musitó Leo, con gratitud sincera en sus ojos.
Neli, con una sonrisa maliciosa danzando en sus labios, espetó. — "Eres un insensato, Leo, pero eres nuestro insensato". — Un silencio marcado por la camaradería cómplice se intercaló entre sus palabras, sellando una amistad forjada.
Con ellos, en un vuelo que desafiaba cualquier esquema terrenal, Neli iba en vuelo mientras Leo flotaba a su lado, como dos espíritus intrépidos surcando los cielos incandescentes que se abrían a su paso.
Mientras tanto, en un desierto de misterios profundos y enigmas susurrantes, Adael, Tetsu y Suyen se encontraban en el desierto.
Dos jóvenes, Evans y Pablo, se detuvieron ante la impactante escena frente a ellos. Tres cadáveres dispersos yacían inerte sobre la tierra en aquel desierto, un espectáculo aterrador que desafiaba la lógica y la razón.
— Mira, ¿esos son cadáveres?. ¿Acaso están muertos? — Murmuró Evans, con un escepticismo palpable en su voz.
Pablo, con la cautela de quien se enfrenta a lo desconocido, respondió: — Voy a tocarlos con un palo para comprobarlo.
— Ten cuidado, Evans. — Advirtió su compañero, inquieto por lo que pudieran descubrir.
El joven extendió con temblorosa determinación el palo hacia uno de los cuerpos. Le bastó un leve contacto para despertar a Tetsu, quien, sorprendido, se incorporó de un brinco.
— ¡Hola!. ¿Están muertos? — Preguntó con desconcierto, como si el despertar fuera una revelación inesperada.
— ¿Qué?. ¿Muertos quiénes?. Pequeños niños que no dejan dormir?. — Murmuró Tetsu entre dientes, confundido al ver el sol resplandeciente sobre ellos.
La sorpresa invadió a Tetsu al darse cuenta de que habían perdido la noción del tiempo y dormido más de lo planeado. Las prisas y la confusión se apoderaron de el.
— Joder, Suyen, Adael, despierten — Instó Tetsu, tratando de recomponer la situación con urgencia.
— ¡Ya es de día!. — Exclamó Suyen al despertar, angustiado, evidenciando que algo había salido terriblemente mal.
Entre intercambios de presentaciones y explicaciones, se revelaron los extraños dones de Pablo y Evans, quienes invocaban el agua y la tierra respectivamente.
— Ustedes niños son muy pequeños. — Dijo Tetsu — ¿Que hacen aquí?.
Pablo — Bueno estamos en la competición al igual que ustedes.
— Suyen — Es raro ver a niños aquí.
— "¿Vendra con nosotros, niños?", preguntó Tetsu. La respuesta fue un gesto de asentimiento por parte de Pablo y Evans, cuyas miradas destellaba determinación.
Sin más preámbulos, Tetsu cargó a Pablo sobre sus fornidos hombros y se lanzaron a la carrera, seguidos de cerca por Adael sosteniendo a Evans y Suyen siguiéndole el paso.
Al correr unos minutos llegaron al cuarto terreno. Impregnado por la brillantez del magma incandescente, la incertidumbre se apoderaba de ellos. Ante el desafío que se presentaba en forma de un lago de magma, Adael externó su preocupación: — "¿Cómo cruzaremos este lago de fuego?"
Tetsu, mostrando una serenidad que ocultaba la agitación interna, formuló una osada propuesta que despertó la perplejidad en sus acompañantes.
— "No es un problema para mí atravesar esta extensión de fuego, sin embargo, el tiempo apremia" - — Argumentó, destacando la urgencia de la situación.
— Tengo una una gran idea. — Musitó Tetsu — síganme, subamos hacia ese gran volcán.
Una revelación inquietante se alzaba en el horizonte mientras un volcán amenazante parecía rugir anticipando su erupción. Ante este desafío colosal, Tetsu vislumbró una solución ingeniosa que desencadenó la incredulidad de sus amigos y una pizca de sarcasmo por parte de Suyen. Sin embargo, confiando en la sagacidad de Tetsu, decidieron emprender la escalada hacia la cima del volcán.
Con precisión y determinación, Tetsu reveló su plan maestro a sus camaradas mientras contemplaban el inminente estallido del volcán.
— "Calentaré el magma y dirigire la explosión de forma controlada y crear un camino seguro hacia nuestro destino". — Explicó, desatando la admiración en el rostro de sus compañeros.
Pablo, con su habilidad sobrenatural, creó una capa protectora de tierra antes de que la furia volcánica se desatara, ofreciendo un escudo contra las llamas mortales.
— "Prepárense, el volcán va a hacer erupción". — Anunció Tetsu con solemnidad, alertando a sus compañeros de la llegada inminente del peligro. El rugido del volcán era un presagio de destrucción, una advertencia silenciosa que resonaba en los corazones de quienes se aventuraban en aquel territorio en llamas.
Con un estallido terrible, el volcán expulsó su cólera en una violenta erupción, lanzando al aire llamas y rocas incandescentes que iluminó con su resplandor infernal. Tetsu, con la destreza de portador del fuego supremo, guiaba la ardiente corriente de lava con maestría hacia su destino, desafiando al fuego y desafiando al destino mismo.