MERCENARIOS ASESINOS.
Adael, recorría los caminos polvorientos con paso firme y determinado. Su figura enjuta y erguida llevaba sobre sus hombros un bolso de estilo militar repleto de pertenencias y provisiones, testigo silencioso de sus andanzas.
En aquellos caminos se adentro a un pueblo pequeño, en busca de información o de un mapa para llegar a “El Muro”, quedó sobrecogido por la desolación que lo envolvía. Las casas reducidas a ruinas, las calles silenciosas y un letrero de bienvenida maltrecho y carbonizado daban testimonio de un pasado trágico. Adael se preguntaba en silencio qué habría sucedido en aquel lugar destruido por el tiempo y el abandono.
En su búsqueda del camino hacia "El Muro", Adael se acercó a una pintoresca tienda atendida por un anciano de semblante hosco.
— Disculpe, ¿tendrá información o algún mapa para ir hacia “El Muro”?. — Pregunto Adael.
— Largate de aquí muchacho. — Respondió aquel anciano.
Al solicitar información o un mapa, Adael se encontró con la negativa del anciano, que con brusquedad lo instó a marcharse. Intrigado por la actitud hostil de los lugareños.
Adael recorrió aquel pueblo en busca de información y nadie le dio respuesta. Al llegar al final de aquel pueblo se topo con un hotel que estaba casi en el bosque. Al ver Adael qué ya era muy tarde y no había encontrado información paso al hotel en busca de una habitación.
— Disculpe, ¿tiene alguna habitación disponible?. — Se dirigió Adael al camarero del hotel.
— Si, con que pagarás?. — Pregunto
— Aceptan dinero?. — Pregunto Adael.
— No, aceptamos bebidas, comida o materiales.
— Cuantas noches me das por este cuchillo? — Inquirió Adael.
— Tres noches, — Respondió el camarero — toma las llaves, habitación diez, puedes ingresar de una vez si quieres.
— Gracias.
Tras negociar una habitación a cambio de un cuchillo, Adael se resguardó en la estancia sombría, observando las estrellas a través de la ventana antes de elevar sus plegarias al Altísimo.
Tiempo después de orar, puso su espada al lado de su cama y se acostó: De repente Adael sintió una presencia poderosa y se sentó rápidamente en la cama atento a la presencia de aquel gran don.
— Ah llegado alguien fuerte. — Inquirió Adael.
Los sentidos de Adael eran muy agudos y sintió aquel gran don; Luego de unos minutos volvió a acostarse y durmió. Tiempo después en la madruga la paz de la noche se vio abruptamente interrumpida por un ataque sorpresivo: una flecha veloz se abalanzó hacia él, desencadenando una confrontación inesperada.
Con destreza sobrenatural, Adael desbarató el violento intento de acabar con su vida.
En aquel momento Adael cogio la flecha con sus dedos y la partió en dos, justo antes de que impactar en su cuerpo.
— ¿Viento? — Se preguntaba Adael al ver que la flecha iba dirigida y paso por aquel pequeño orificio.
Adael al sentir la presencia de aquel que envió la flecha, salió expulsado rápidamente con su poder de rayo, cargando su espada en la mano.
Adael corría por los árboles a gran velocidad buscando a aquel que había enviado la flecha. De repente en medio del bosque, Adael se detiene al sentir la presencia de varios enemigos.
En lo profundo del bosque, con la densidad de los árboles ocultando la luz del sol, la figura de Adael se alzaba imponente y temeraria. Un destello eléctrico en sus ojos denotaba la fuerza que lo impulsaba, esa misma energía que lo empujaba a correr entre las sombras de la maleza, descalzo y sin camisa, como si su piel resplandeciera con la misma intensidad que su poder.
Un crujido de ramas traicionó la presencia de aquellos que habían urdido la emboscada.
— "¿Por qué no salen a enfrentarme de frente?". — Retumbó su voz en el bosque, como un desafío a la mismísima naturaleza que los rodeaba.
Tres hombre y dos mujeres salieron de entre los arbustos: El líder de aquel grupo, un hombre de aspecto desagradable con dientes de plata relucientes, reconoció a Adael y reveló su verdadera intención: — ¿Tu eres el de este cartel cierto?. — Pregunto el líder de aquel grupo.
— “Así que por eso me buscan”. — Inquirió Adael.
— Si, vamos a reclamar esta recompensa amigo, claro también a quedarnos con tus pertenencias. — Exclamó aquel hombre calvo con una carcajada.
En aquel instante una táctica sucia fue desplegada contra Adael, la traición se manifestó en forma de tierra que lo aprisionaba, uno de aquellos hombres con el don de la tierra undio los pies de Adael amenazando con dejarlo inmovilizado. Sin embargo, la destreza y la velocidad del señor de los rayos lo libraron de aquel yugo terrenal, dispersando la amenaza con un estallido de poder.
La arquera preparaba su ataque, la flecha en el arco vibraba con la promesa de un impacto mortífero.
La chica lanzó su flecha con gran poder, aquella flecha arrasaba con todo y el poder del viento era cortante en gran manera.
Adael desenvaino su espada y envío una rafaga de poder contrarrestando aquella flecha que iba dirigida hacia el.
— Les dire algo que alguien me dijo, — Inquirió Adael — ustedes son fuertes, pero no están en mi rango.
Adael se abalanzo sobre la arquera, ensestandole un puño en el pecho dejándola fuera de combate.
El combate se desató con ferocidad, las habilidades de cada uno se entrelazaban en una danza mortal.
La sorpresa se manifestó en una táctica inesperada, una joven con el poder de incrementar el peso de las cosas desafió a Adael, lanzando un puñetazo hacia el, pero la destreza de guerrero impidió que su ataque surtiera efecto.
El choque de acero resonó en la penumbra al tiempo que la espada de Adael caía al suelo, despojada de su agarre por un artificio de peso manipulado. La joven enemiga sonrió con malicia al explicar su habilidad, desafiando a Adael con su poder prodigioso.
— ¿Qué le hiciste a la espada?. — Preguntó Adael.
— Mi poder es manipular el peso de las cosas, por eso mi golpe fue tan fuerte ya que puse todo el peso en mi mano, y al tocar tu espada le incremente diez veces más su peso. — Respondió aquella chica.
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Editado: 21.12.2025