Propósito Celestial

SEGUNDA TEMPORADA CAP 5

LA CHICA MISTERIOSA

El sol se desvanecía tras el horizonte, dejando una estela dorada en el horizonte mientras Adael regresaba exhausto a su habitación, marcada por la batalla y el conflicto que había presenciado. La fatiga se apoderaba de sus miembros cansados, invitándolo al dulce abrazo del sueño reparador.

Al despertar con los primeros rayos de sol, Adael se encontró frente al camarero, encargado de aquel lugar de paso. La ventana rota en la habitación testificaba la intensidad de la batalla que había tenido lugar en esos muros. Con calma, relató al camarero los sucesos de la noche anterior, justificando así el destrozo.

El hombre de servilleta en mano le informó sobre los daños y la necesidad de compensación. Sin embargo, Adael, astuto y conocedor del valor de las cosas, no tardó en desvelar la artimaña detrás de las exigencias del camarero. La discusión se enredaba en un baile de palabras afiladas, cada uno protegiendo sus intereses con fervor.

La higiene llamaba al guerrero, imperturbable ante la adversidad. Con tono decidido, preguntó por el camino hacia los baños, recibiendo como respuesta la indicación de dirigirse al río, único oasis de limpieza en aquel pueblo de frontera.

Con paso firme y pertrechos en mano, Adael se encaminó hacia las orillas del río, buscando purificar su cuerpo de las cicatrices invisibles de la batalla. Fue entonces, en la intimidad del paisaje acuático, que el destino le tendió un guiño sorprendente.

Una figura femenina, radiante y pelirroja, se disponía a adentrarse en las aguas, ajena a la presencia de Adael. La desnudez de la dama, bañada por la luz matutina, conmovió a Adael.

— "Acabo de verte desnuda, así que para estar a pases yo también me despojaré de mis vestiduras". — Pronunció Adael con una sonrisa pícara, rompiendo el silencio que envolvía aquel instante fugaz.

La joven chica se volvió hacia él, sus mejillas encendidas en un rubor delicado. — "¿Qué haces, idiota? No es necesario". — Expresó con timidez y firmeza a la vez, sin apartar la mirada de los ojos curiosos de Adael.

— "En tal caso, mis disculpas". — Respondió Adael con una carcajada contagiosa que resonó en el aire sereno del atardecer, rompiendo la tensión que se había creado entre ambos.

— "Por cierto, mi nombre es Adael". — se presentó el joven, buscando establecer un puente de comunicación con la enigmática acompañante.

— "Me llamo Rosa". — Respondió ella, revelando solo un fragmento de su mundo misterioso y cautivador.

— "¿Fuiste tú la que observaba desde el árbol anoche, verdad?". — Inquirió Adael, intentando desentrañar el enigma.

— "Sí, eres fuerte". — Fue la respuesta de Rosa, cuya mirada denotaba una mezcla de intriga y respeto hacia su interlocutor.

— "¿Formas parte de ese grupo?", — Preguntó Adael.

— "Yo no pertenezco a esos débiles". —Afirmó Rosa con determinación, desatando una chispa desafiante que encendió una atmósfera cargada de energía entre ellos.

— No te creo — Respondió Adael.

Ambos desplegaron sus auras, emanando colores y brillos distintivos que reflejaban sus personalidades y fortalezas internas. Un juego de poder y voluntad se desencadenaba en ese encuentro fortuito en las orillas del río.

— "¿Quieres desafiarme?, ¿Estás seguro de tus posibilidades?". — Inquirió Rosa, desafiantemente.

Adael, en un gesto que denotaba humildad y confianza a la vez, replicó:

— No creo ganar, pero tampoco creo perder.

Una risa compartida rompió la tensión del momento, como si el destino mismo les jugara una broma. Entre risas, se fueron conociendo, descubriendo afinidades en medio de la extraña confrontación.

— Me caes bien, Adael. Es un placer — Confesó Rosa, con una sonrisa que iluminaba el ambiente.

— También me caes bien. ¿Qué te trae por aquí? — Preguntó Adael, deseoso de conocer más sobre aquella misteriosa mujer.

— Nada en particular. Estoy reuniendo gente para explorar las ruinas del desierto — Reveló Rosa, añadiendo un aura de intriga a sus palabras.

El eco de la aventura resonó en sus corazones, llevándolos a un terreno de posibilidades infinitas. La sospecha y el interés tejían un hilo invisible entre ellos, enredando sus destinos en un baile de sombras y promesas.

— ¿Te gustaría acompañarme? — Propuso Rosa, extendiendo una invitación cargada de enigmas y promesas.

Adael — Mmm, pensaba ir solo.

— "¿Ibas a ir solo, Adael?" — Preguntó con un tono juguetón que resonaba en el aire cristalino de la mañana. Sus ojos chispeaban con una curiosidad contagiosa mientras observaba al joven con interés.

Adael, respondió con calma a la provocación de Rosa. — "No pensé en ir acompañado, sinceramente. Pero me intriga tu propuesta, Rosa. — ¿Quieres que te acompañe en tu búsqueda en las ruinas?" — Su voz era suave, llena de matices que revelaban una reserva interna.

La joven asintió con entusiasmo, sus ojos azules brillando con determinación. — "Estoy en busca de un objeto perdido, un arma de poder inmenso que se rumorea descansa en las ruinas ancestrales. Y tú, ¿cuál es tu objetivo en este viaje?".

Adael guardó un instante de silencio antes de confesar: — "También tengo mis propias razones para recorrer este camino. Mis objetivos son… complejos". — Sus palabras dejaron entrever un universo de misterios por descubrir.

Rosa sonrió con complicidad, como si intuyera los secretos que se escondían tras la mirada de Adael. — "Entonces, ¿decides acompañarme en esta aventura? Juntos podemos buscar más compañeros para nuestra travesía, “Es peligroso ir solo, estarán seguramente los más fuertes ahí, todos van en busca de algún tesoro”.

Adael — Entiendo, pero no puedo ir, debo antes hacer algo.

— Entiendo, igual si en algún momento cambias de opinión, te daré este mapa, estaré en esta ubicación en seis meses, esperare ahí una semana si no llegas, daré por entendido que no iras. — Inquirió Rosa.




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