Propósito Celestial

SEGUNDA TEMPORADA CAP 8

LÁGRIMAS DEL REENCUENTRO ESPERADO

El sol ya comenzaba a ocultarse detrás del Muro cuando Adael escuchó pasos en la hierba. Pasos ligeros, conocidos. Su corazón se tensó.

La figura apareció entre el vaivén dorado del valle: una mujer de cabello blanco como la nieve, recogido en un moño desordenado, con una mirada firme. Vestía una túnica sencilla y caminaba con la prisa de alguien que teme llegar tarde… y con el peso de quien carga demasiados recuerdos.

Cuando sus ojos se cruzaron, aquella mujer se quedó inmóvil.

— A… Adael… — Susurró, incrédula.

Él se levantó lentamente.

— Te estaba esperando, mamá… Anne.

La bolsa cayó de sus manos y Anne rompió en llanto. Corrió hacia él y lo envolvió en un abrazo desesperado, aferrándose como si tuviera miedo de que desapareciera de nuevo. Adael la abrazó con igual fuerza, sus hombros temblando mientras una lágrima cálida se deslizaba por su rostro.

— Pensé que habías muerto… — Sollozó Anne contra su pecho — Pensé que el mundo exterior te había arrebatado para siempre…

Adael hundió la frente en su hombro.

— Lo siento… Sé que tardé demasiado. He vivido cosas difíciles, luchas que no esperaba… pero estoy aquí, madre.

Se quedaron abrazados hasta que el viento frío del valle les obligó a respirar hondo. Anne se separó un poco para verle el rostro.

— Estás cambiado… más fuerte… más adulto — Dijo con un orgullo melancólico — Cuéntame… ¿qué has vivido allá afuera?

Adael suspiró.

— He tenido que pelear contra demonios, madre. Contra cosas que no sabía que existían. He puesto a prueba mi don… el don del rayo que heredé de mi padre. Y aun así… aun así, siento que no es suficiente.

Anne desvió la mirada, con un temblor en los dedos.

— ¿Mis hermanos como están? — Preguntó Adael.

— Están bien — Respondió simplemente, sin añadir más. Su voz era suave, pero cargada de un silencio protector.

Hubo un instante de quietud. Entonces Anne frunció el ceño.

— Adael… ¿por qué volviste? ¿Qué buscas aquí?... Sabes que no puede volver. Ellos, te mataran.

Él se irguió, con una determinación nueva.

— No te preocupes madre, vine a verte a ti, se que no puedo volver a ese lugar. Aunque también tengo otras razones — Continuo Adael: — Madre… quiero saber si puedo obtener tu don también. Ya tengo el de padre, pero… no basta para lo que enfrento. Quiero ser más fuerte. Quiero tener los dos.

Anne abrió los ojos con asombro y un miedo profundo.

— Hijo… — Susurró — Cada don tiene su peso. Tener uno ya exige más de lo que muchos soportan.
Tener *dos*… podría destrozarte.

Adael dio un paso hacia ella.

— Lo sé. Pero aun así quiero intentarlo. Lo que viene… lo que me espera… no podré enfrentarlo con un solo don, he fortalecido mucho mi don del rayo con mi hermano Esteban, pero tengo poco tiempo para fortalecerlo aun más, creo que para facerlo más fuerte ya depende del tiempo.

— Qué bueno que hayas conocido a Esteban, ¿supongo que el te conto todo? — Espeto Anne.

— Si madre, me contó algunas cosas.

Anne lo miró largo rato. Su mirada temblaba entre el amor, el temor y el deber.

Finalmente, bajó la cabeza… y asintió cambiando el tema.

— Es difícil… muy difícil… que un cuerpo soporte dos dones. Pero… — Anne lo tomó de las manos, su voz quebrándose... — Podemos intentarlo.

El viento del valle sopló más fuerte, como si anunciara el inicio de algo grande. Algo peligroso.

Adael apretó las manos de su madre.

— Estoy listo.

Ella cerró los ojos, respiró hondo… y dijo:

— Entonces te enseñaré lo que significa cargar con mi don.

Fin.




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