DESPEDIDA
Cinco meses habían transcurrido desde que Adael comenzó su entrenamiento con Anne. En ese tiempo había crecido, no solo en dominio elemental, sino también en madurez, concentración y fuerza. Cada día junto a su madre había sido una mezcla de disciplina, descubrimiento y un vínculo que ambos creían perdido.
Al amanecer, después de una sesión de práctica más tranquila que de costumbre, Adael guardó su espada y se acercó a Anne con una expresión seria.
— Madre… — Comenzó, limpiando una gota de sudor de su frente — Creo que ya estoy listo para irme. Rosa me espera para ir a las ruinas del desierto. Es hora de reunirme con ella.
Anne lo miró en silencio por un momento. Sus ojos, tan calmados y sabios, reflejaban una mezcla de orgullo y tristeza.
— Lo sé — Respondió con voz suave — Era cuestión de tiempo. Has mejorado más de lo que imaginé en estos cinco meses, Adael.
Adael sonrió apenas, con algo de picardía.
— Eres la mujer más fuerte que conozco madre, había visto tu poder pocas veces, pero ahora entiendo y se que ni siquiera Esteban puede ganarte.
Anne soltó una ligera risa.
— Necesito ser más fuerte para cumplir mis objetivos Adael, llevo bastante entrenando, ya soy bastante vieja espero contar contigo hijo.
— Siempre te apoyare madre — Respondió Adael.
Pero la sonrisa de Anne pronto se apagó. Dio un paso adelante y puso una mano en el rostro de su hijo.
— Adael… — dijo con un susurro quebrado — Perdóname. Perdón por no estar contigo cuando más me necesitabas. Lo he pensado cada día desde que volviste a mí.
Adael sintió un nudo formarse en su garganta. Agarró la mano de su madre y la apretó con cariño.
— Ya no importa eso, madre. Estoy aquí ahora. Y gracias a ti… soy más fuerte. Más seguro. Ya no estoy solo.
Las palabras hicieron que los ojos de Anne se llenaran de lágrimas. Lo abrazó con fuerza, como si quisiera memorizar la sensación de tenerlo allí.
— Te amo muchísimo, hijo — Dijo entre un suspiro y una sonrisa triste — Cuídate… no mueras allá afuera. Y vuelve. Por favor, vuelve a mí.
Adael apoyó el rostro en su hombro, sintiendo que la despedida dolía más de lo que esperaba.
— Volveré. Te lo prometo.
Al día siguiente
El viento del valle soplaba suave, como si acompañara el momento. Adael tomó la mochila que Anne había preparado para él, y dentro, cuidadosamente guardado, el mapa que Rosa le había dejado para encontrarse con ella en el desierto.
Dio unos pasos hacia el sendero que lo llevaría fuera del valle. Antes de marcharse, miró a su madre una vez más.
— Gracias por todo, madre.
Anne levantó la mano, con una sonrisa que escondía lágrimas.
— Adelante, Adael. El mundo te espera.
Con el corazón latiendo fuerte y una mezcla de nostalgia y determinación, Adael se dio vuelta y comenzó su camino. Sabía que ese no era el final, sino el comienzo de una nueva etapa… una que debía enfrentar por sí mismo.
Y mientras se alejaba, el valle quedó en silencio, guardando la promesa de un reencuentro futuro.
Fin.
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Editado: 21.12.2025