Protegida Por El Alfa

CAPÍTULO 3

MIA

—Dios mío. —suelto un jadeo.

No quiero bajar. Por mi vida que no quiero bajar, estoy paralizada desde los pies hasta la cabeza. ¿No se supone regresaría en tres días? ¿Por qué regresó? No, esto no puede estar pasando. Esto no puede ser real. Esto debe ser una pesadilla. Sí, eso debe ser.

Cierro los ojos fuerza, contando mentalmente hasta que el corazón deje de latirme con violencia, el temblor en mis manos desaparezca y la sensación de ponerme a llorar en cualquier momento se calme. Pero vuelvo abrirlos y todo sigue igual. Él está ahí, mirando por la ventana como si fuera una gacela y él el leopardo que me cazará para ser su víctima.

—Creí que regresaría para la graduación. —sisea Paul con tono preocupado.

—También pensaba eso. —hablo con la respiración dificultándome con cada segundo que pasa. —Debo irme, Paul.

Me toma de la mano.

—¿Estás segura? —pregunta con ojos precavidos.

Asiento repetidas veces aunque estoy muriendo de miedo por dentro.

—Gracias por haberme traído.

—Cuídate. —besa mi frente.

Vuelvo asentir y salgo del auto con paso apresurado.

Camino hasta la entrada de la casa con las manos sudorosas, la respiración irregular, el frío subiendo desde mis pies, el corazón golpeando con fuerza mi pecho, las lágrimas acumularse en mis ojos y mis oídos zumbando. Estoy siendo consumida por el miedo porque sé muy bien lo que me espera al cruzar la puerta.

No llego ni a rozar la perilla cuando la puerta se abre de un jalón y mi padre aparece en su campo de vista con los labios apretados y su mirada furiosa me atraviesa con dagas.

Escucho el auto de Paul alejarse y reprimo un grito cuando su mano toma mi cabello en un puño mandando una sensación de quemazón en mi cabeza.

—¡Auch, papá! ¡Suéltame, por favor, me estás lastimando! —grito dando traspiés cuando me empuja al interior de la casa y me lleva al salón.

—¡Te lo mereces por ser una perra! —devuelvo el grito en respuesta y lanza al suelo. Mis rodillas duelen por el golpe al igual que la parte derecha de mi cuerpo. Todo duele. —No puedo creerlo. No han pasado ni veinticuatro horas de lo que me he ido y tú ya te habías ido con ese chico a abrirte de piernas.

Niego de inmediato levantando mi cabeza para verlo.

—No digas eso, papá. —murmuro con la voz quebrada. —Es Paul, tú lo conoces desde que éramos niños. Entre él y yo no hay nada.

—¿Y tú crees que me voy a creer ese cuento?—espeta con una sonrisa irónica. —Cada día me arrepiento más de no haber hecho que te mueras en el parto en vez que tu madre. —escupe con veneno.

Las lágrimas que picaban en mi rostro comienzan a salir al igual que mi corazón se vuelve a quebrar.

—Por favor, no digas eso. —repito agachando la cabeza.

—¡Es la verdad! —ruge agachándose y tomando mi rostro en su mano. Aprieta con fuerza mis mejillas mientras me observa. Su respiración es agitada y la vena de su cuello resalta. —Cuando tú empezaste a llorar y tu madre empezó a convulsionar, empecé a odiarte con toda mi alma. Mataste a mi Leticia. Eres una asesina.

Suelto un quejido cuando hace más presión en su agarre, me está lastimando la mandíbula con su apretón que temo que lo quiebre.

Pero ese dolor no es nada comparado al que siento en mi corazón y mi alma, se están partiendo en miles de pedazos por el odio en sus palabras. La forma en cómo me mira me mata. Un puñetazo es menos doloroso que escuchar a tu padre decirte esas palabras tan hirientes.

—No sabes cómo te aborrezco. Alejaste a todos a los que yo quería. A mi Letty, a mis padres y a mi hijo. Nunca debiste haber nacido.

—Yo no quería que eso sucediera. —me quejo cuando me suelta seguido me da una bofetada que me hace girar la cara. Sin embargo, sigo hablando a pesar de que soy un mar de lágrimas. Necesito que lo entienda, que se dé cuenta de lo hace y que debe cambiar. Necesito intentarlo.—No quería que mamá muriera, tampoco que los abuelos se alejaran de ti ni que Aiden se vaya. Yo no pedí nada de esto, papá.

—Pero hiciste que pasara. —grita colérico cerca de mi cara. —¡Tú malograste mi vida! ¡La arruinaste, eres la culpable de todo esto!

—¡Yo no te pedí nacer! —chillo sin pensarlo.

—Y no sabes cómo me arrepiento de haberlo permitido. —responde secamente. —Pero tu madre quería tenerte, insistió tanto y yo la amaba tanto. Solo quería complacerla pero de haber sabido que ibas a ser su ruina yo...

—¡Es suficiente, Señor Ashton! —grita Tessa con voz demandante.

Mi mirada va a ella. Aparece por la cocina con una mirada seria y sus zapatos repiqueteando el suelo. Camina con la barbilla en alto a pesar de que luce más pequeña que mi progenitor, pero eso no la detiene y se pone delante de mí, cubriéndome.

—Tessa, por favor no te metas. —le suplico estirando mi mano hacia la suya e intentar que se aleje.

Se suelta de un movimiento rápido manteniéndose en su lugar.

—¡No lo haré! ¡Estoy harta de tener que aguantar que maltrate a mi niña! —su rostro amable se contrae por el enojo. Incluso se ha puesto roja que temo afecte su corazón. Ella es una mujer mayor y este tipo de alteraciones pueden afectarla. —He sido yo quien la ha criado a esta niña y no puedo permitir que todos mis esfuerzos se vayan al tacho de basura solamente porque usted no sabe amar. Me cansé de ver cómo maltrata a la bebé que usted me entregó a mi cuidado. —su voz tiembla por la ira al igual que sus manos. —Usted no amaba a su esposa, sólo quería poseerla, manipularla mientras se aprovechaba de su amor. Y de su hijo, ni qué hablar. Nunca lo quiso, solamente lo utilizaba y manejaba a su antojo…

Mi grito de horror se combina con el sonido estruendoso que ocasiona la bofetada que mi padre le da a mi nana, haciendo que esta se caiga de la fuerza a mi lado.

—¿Ves lo que ocasionas? —escupe volteando a verme con repulsión. —Haz hecho que la servidumbre me falte el respeto, solo ocasionas problemas y eso merece un castigo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.