AIDEN
Siempre he creído que tengo una maldición.
He perdido a todas las personas que amaba y se preocupaban por mí, ya sea porque el destino me las quita o mis acciones los alejan.
Perdí a mi madre a muy temprana edad, con el pasar de los años he olvidado cómo era su voz, cómo se sentía recibir un abrazo suyo o cuál era el aroma de su perfume. Todo lo que queda de ella son recuerdos plasmados en fotos en mi memoria, pero temo algún día llegar a olvidarlo.
Perdí a Mia. Cuando Tessa me presentó a la bebé me prometí cuidarla de todo el mundo y ella sería mi luz, mi pequeño rayo de esperanza que me daría la fuerza para soportar cualquier golpe. Sin embargo, tuve que dejarla por años.
Perdí a Gerouk, quien en ese poco tiempo fue la mejor figura paterna que pude tener. Si bien Ethan me ayudó a mejorar mi control, todo empezó con aquel vampiro solitario que en más de una ocasión me repitió que le preocupaba y que creía que la vida me había dado una oportunidad al transformarme en licántropo.
Luego la perdí a ella haciendo que se aleje de mí.
El trastorno explosivo que sufro desde niño es una maldición, se siente como una. Solía ser un niño solitario, el raro y que todos temían luego de una crisis que tuve en el colegio, nadie quería acercarse a mí y hablaban a mis espaldas. Después de lo que sucedió con Geourk temía de mí mismo. La culpa es un sentimiento poderoso que tiene la capacidad de atormentarte toda tu vida de ser posible.
A veces pienso que vivir con la culpa es para pagar lo errores que cometí. Tengo que sufrir lo que otros sufrieron por mi culpa.
—Lo lamento. No debí preguntar.
Parpadeo. El rostro de Gerouk desaparece de mi mente. Volteo y un malestar se asienta en mi estómago al ver la mirada apenada de Paul.
—Tranquilo. Hace mucho no contaba esto, solo Ethan y… alguien más lo saben.
—¿Cómo conociste a Ethan?
—Meses después de mi primera transformación. Estábamos cazando por la misma área cuando nos encontramos.
—¿Estuviste solo esos meses? —Asiento. —Debió haber sido difícil.
—Lo fue —exhalo—. Lo peor fue cuando volví a mi forma humana y vi lo que pasó. Cuando era un lobo no era consciente de lo que sucedió, era como estar poseído. Los recuerdos de esa noche volvieron cuando vi a Gerouk a unos metros de mí… muerto. Ni siquiera pude disculparme o ayudarlo.
—¿Qué sucedió después?
—Seguí lo que una vez me dijo. Lo enterré en el jardín de su cabaña, quería estar siempre en su hogar. Voy dos meses al mes a visitarlo y ver que el lugar esté bien.
Pongo el auto en marcha nuevamente.
—Por la forma en cómo te refieres a él, le tenías mucho aprecio.
—Como ya he dicho, no estaría aquí de no ser por él. —piso el acelerador y volvemos a la carretera— Si algo he aprendido, es que puedes encontrar una familia en donde menos lo esperas. Gerouk fue más que mi mentor, fue el padre que siempre quise.
Nos quedamos en silencio.
De reojo lo veo mirando por la ventana. Debe estar pensando en su familia. Seguro lo están buscando, no me imagino la desesperación y el miedo que están sintiendo sus padres luego de que su hijo desapareciera tras celebrar la graduación con sus amigos.
Su caso no es tan diferente a otros licántropos que he conocido. Muchos renuncian a sus familias, a veces para siempre. Pero ese no será el caso de Paul, no lo permitiré. Cuando aprenda a transformarse a voluntad propia y pasar tranquilo las lunas llenas, será libre de visitar a su familia las veces que quiera.
Yo estoy contando las horas para volver a Mia. Ethan debe estar en camino a Chicago, cuando llegue le contará todo y vendrá a la fortaleza. Le explicaré y pediré disculpas de rodillas de ser necesario, recuperaremos el tiempo perdido y seremos la familia que siempre tuvimos que ser.
—¿Tienes compañera, Aiden? — pregunta el rubio repentinamente.
La pregunta me cae como un balde de agua fría. Mi corazón duele.
—Si, la tengo. —respondo luego de unos minutos. Percibo la dificultad con la que salen las palabras. Duele. Duele hablar de ella.
—¿Dónde está? ¿No se supone debería estar contigo?
Sin duda alguna, Paul tienen el talento de sacar tema de conversación por muy seca que sea la respuesta. Y, sobre todo, el talento de sacarte de casillas.
—Escucha, solo diré esto y permanecerás callado el resto del viaje ¿vale? —espeto dejando muy lejos la amabilidad. Mis nudillos se ponen blancos de lo fuerte que agarro el volante. —Sí, tengo compañera. Y no, no está conmigo porque Gerouk no fue la única persona a quien lastimé.
No responde. Y con eso, sé que entendió bien el mensaje y puedo conducir tranquilo.
MIA
—Aquí está tu croissant.
Dejo el plato en la mesa evitando la mirada de Ethan.
—Gracias. Lo necesitaba, no tienes ni idea del viaje que tuve.
—¿No eres de aquí?
Sacude la cabeza.
—He venido desde Portland. —levanto la mirada. Detallo su rostro mientras demoro una eternidad en colocar un portavasos. No debería estar hablando con un cliente, pero lo estoy haciendo. —Conduje más de treinta horas.
Mi boca se abre por la sorpresa.
—¿Más de…? ¿Por qué?
—Tengo que hacer algo muy importante.
—Debe ser bastante importante para preferir conducir treinta horas en vez de tomar un avión —dejo su vaso de limonada.
Sonríe marcando un hoyuelo en su mejilla.
—Si. Vale la pena. —me mira.
Ahí está nuevamente.
A pesar de que el cansancio se refleja en las ojeras bajo sus ojos, su mirada es… entusiasmada. Es contagioso. Sino estuviera trabajando me sentaría por mera curiosidad a saber qué lo tiene así, quiero saber más de este chico y su misteriosa historia.
Pero en el momento que me llama otro cliente vuelvo a la realidad.
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Editado: 23.11.2024