AIDEN
«Lo siento. El número que usted ha marcado, no se encuentra disponible.»
—¡Maldita sea!
Cuelgo la llamada antes de escuchar el timbre del buzón de voz. La ira me gana y lanzo el celular al otro lado de la habitación.
—¡Aiden! —chilla Alina, sobresaltándose en su sitio. —Cálmate, por favor. Me estás poniendo nerviosa.
Le lanzo una mirada incrédula. A ella y a la miniatura que llama perro, el cual suelta un ladrido como si demostrara su apoyo. ¿Cómo me puede pedir eso ante las circunstancias? ¡Mi hermana está desaparecida! ¡Su hermano está desaparecido! Debería estar igual de alterada que yo.
—¿Que me calme? —repito, exaltado— ¡Mi hermana y tu hermano podrían estar desaparecidos! ¿Cómo mierda quieres que…?
—No le hables de esa manera —Paul sale en su defensa. Su mirada es una clara advertencia mientras da un paso hacia mí, dejando de moverse por la habitación y apartando el celular de su oreja.
—Sigue llamando. —le ordeno, ignorando su forma de hablarme.
—No me contestan ninguno de los números que me has dado.
Siento un nudo en el estómago. ¿Ninguno? ¿Ni ella?
—Intenta otra vez. —insisto.
—Ya llamé a cada uno. Tres veces.
—Pues vuelve a intentarlo.
Sabía que esto pasaría. Lo supe desde que el último mensaje que recibí de Ethan era que habían parado en una gasolinera. Cuando intenté decirle que era mala idea, ya era demasiado tarde. Los mensajes no le llegaban y las llamadas no eran respondidas.
Estoy a punto de perder la cordura.
—¿Por qué estamos perdiendo el tiempo? —pregunta Paul. La ansiedad en su tono de voz me está enloqueciendo, al igual que verlo caminar de un lado a otro. —Debemos ir a buscarlos. Convoquemos un grupo de licántropos para ir.
—La ruta desde Chicago abarca muchos kilómetros, Paul —explica Alina—. Podrían estar en cualquier parte. Además, Cedric no permitirá una búsqueda a ciegas.
—Pero… si no está Ethan, el que está a cargo es Aiden. —siento la mirada de Paul puesta en mí, esperando que confirme que está en lo correcto. Está tan desesperado que percibo su disposición a acatar cualquier orden.
Oigo a Alina suspirar.
—Es más difícil de lo que parece.
Sus palabras son como cuchillos afilados clavándose en mi cuerpo. Sé a qué se refiere, y la situación se pone peor. No soporto escucharlos más, me pongo de pie de un salto. Salgo de la habitación sin mirar atrás, dando un portazo que los deja en un tenso silencio.
Camino entre los pasillos, con mi mente pensando a mil por hora. No es tan fácil ir divulgando que Ethan está desaparecido. No sólo alteraría a nuestra manada, también al pueblo. De por sí, Ethan ya llevaba casi un mes fuera de New Mystery antes de conocer a Mia. Eso se pudo cubrir. Pero cada vez se está haciendo más difícil. Si esto llega a las manos equivocadas podríamos enfrentar una rebelión o peor, una invasión.
Necesito encontrar a Cedric o algunos de nuestros líderes de mayor confianza, aunque no me guste la idea, es momento de actuar.
Entonces, en medio de todo ese tornado que se forma en mi mente, llega como una brisa fresca un aroma que detiene mi corazón. Lo reconozco. Y me desestabiliza, porque a pesar del tiempo que ha pasado, lo tengo fresco en mi memoria. Una mezcla de jazmín, romero y vainilla que me dan la sensación de estar en casa.
Es ella.
Ha vuelto.
Estoy por dar un paso más, pero otro olor se asoma. Este es todo lo contrario al primero. Es asqueroso, nauseabundo y tóxico. También lo reconozco con facilidad.
Wolfsbane.
—¡Despejen el camino! —la voz autoritaria de Cedric truena en la fortaleza. Escucho sus pisadas fuertes y apresuradas, los murmullos y exclamaciones de las personas que se encontraban en la primera planta y sus corazones latiendo con fuerza y preocupación.
Empiezo a correr, llevándome a varias personas conmigo en el camino. No me disculpo, pues mi mente está en blanco a causa de la sorpresa. No puedo formular ninguna palabra, tampoco puedo respirar. El corazón me quema como si me hubieran atravesado con un hierro ardiente.
Me detengo con brusquedad a mitad del pasillo cuando veo quienes acaban de aparecer en las escaleras. Cedric lleva un pañuelo envuelto en su rostro a la altura de la nariz. Está cubierto de tierra de pies a cabeza llevando puesto solo un pantalón desgastado, algunos cortes
Mi corazón arde al ver el cuerpo que tiene en brazos. Su cabello se balancea en el aire, su brazo presiona con fuerza su abdomen donde la sangre cae dejando un rastro en el suelo y su ropa está hecha un desastre, está rasgada y manchada de sangre. Puedo escuchar desde aquí su respiración débil.
¿Por qué? ¿Por qué debíamos reencontrarnos de esta manera?
—¡Oh dioses! —Alina sale detrás de mí, corriendo en dirección a su hermano mientras grita su nombre.
—Alina, aparta. Debo llevarla con Rupert. —ordena Cedric. Su hermana obedece y se pone a un lado, pero los sigue mientras ametralla con preguntas.
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Editado: 23.11.2024