Protegida Por El Alfa

CAPÍTULO 31

ETHAN

—¿Habrá sido buena idea dejar a Mia sola con Hillary? —Anna vuelve a cuestionarme, sosteniéndose del salpicadero del auto. —Creo que debí quedarme con ellas.

Aprieto el volante con fuerza. Sus palabras no ayudan en nada a aligerar la tensión. No me gusta estar lejos de ella, pero era necesario. Miro la hora rápidamente. Ya debió haber llegado al pueblo y está reuniéndose con Aiden y Paul.

Por el espejo retrovisor, veo a Elena conducir su auto en zigzag, evitando que la camioneta que nos sigue llegue a nosotros. Sabía que no podía ser solo un grupo, y menos que nos hubieran perseguido desde Chicago corriendo. Debían ser más. Y ahora lo estaba confirmando. Por fortuna, la carretera está despejada y no tendremos público innecesario en esta batalla. Odiaría que haya víctimas inocentes.

—Estarán bien. —respondo con seguridad.

Anna mantiene su mirada al frente.

—Estaba recordando mis conversaciones con mi tía —habla. Volteo a verla rápido y su mirada parece estar ausente. —¿Sabías que la primera vez que fue internada en UCI milagrosamente fue dada de alta a los días por no tener ningún rasguño? Los doctores no entendían qué había pasado.

—¿A dónde quieres llegar con esto? —pregunto, tenso de pies a cabeza.

—Solo estoy tratando de unir las piezas. —se encoge de hombros— Sanación rápida, la cruz celta, su maldito aroma raro… y aunque parezca irrelevante, es toda una cerebrito. —chasquea la lengua, negando con la cabeza— Comienzo a creer que Elena tiene razón.

La escucho en silencio. No tengo nada que objetar porque he pensado lo mismo desde que la conocí y fui siendo consciente de las particularidades que diferencian a Mia de los seres humanos. Sé que es una criatura sobrenatural. Es una de nosotros. La pregunta es: ¿Qué es? ¿Una licántropo? ¿Una vampiro que no completó su transformación? ¿Bruja? ¿Elfa? ¿Hada? La lista de opciones es muy larga.

—De serlo, ¿resultaría un problema para ti? —la miro de reojo, esperando que su respuesta sea lo que estoy esperando.

Voltea a verme con el ceño fruncido.

—Es mi amiga, Ethan. —dice en un tono ofendido. Mis hombros se relajan y asiento volviendo mi vista al frente. —Además… ¡Detente!

Piso el freno con fuerza. Las llantas chirrían en la pista mientras nos deslizamos. Por instinto, pongo un brazo frente a Anna que evite que salga volando. El auto se detiene y nos damos una sacudida de adelante hacia atrás, aún con nuestras miradas puestas en las dos personas que están paradas frente a nosotros.

—Debiste dejar que la matara. —masculla Anna a mi lado, antes de salir del auto disparada.

Le sigo dando grandes zancadas para tomarla de los brazos y detenerla. Pelea por soltarse, pero pongo más resistencia hasta que no puede moverse.

—¡Maldita! ¡Suéltala! —grita, sus ojos enchispados por la rabia.

La pelirroja sonríe socarrona mientras sostiene a Hillary del cuello y hunde el filo de un cuchillo en su abdomen. Nuestra amiga tiene rastros de sangre en su nariz, boca y cabeza, sus manos están atadas adelante con una cuerda. Todo su peso lo apoya en su pierna izquierda, ya que la derecha la tiene levemente encogida.

Siento un peso caer en mis hombros al darme cuenta que cometí un grave error.

Hillary está herida y fue capturada por los vampiros. Eso quiere decir que tengo a una de mis mejores guerreras fuera de combate y a mi compañera sin protección y paradero desconocido.

Maldita sea.

—Dile a tus lobas que bajen las garras. —habla la pelirroja, marcando un acento irlandés que no había detectado antes. —O la brujita tendrá un collar de sangre adornando su perfecto cuello. —amenaza haciendo presión a la hoja del cuchillo en el cuello de Hillary.

Miro a mi lado dándome cuenta que hay un grupo de vampiros rodeándonos. Elena está a mi lado, pasando su mirada por cada vampiro con una mirada mortífera mientras muestra las garras. Genial, estamos rodeados.

—Bajen las garras. —digo en voz baja— Las dos. Ahora.

Elena suelta un gruñido antes de acatar mi orden. Me cuesta que Anna obedezca, pero termina haciéndolo, y sólo ahí la libero de mi agarre. Se posiciona a mi costado, en silencio.

—Muy bien, ya lo hicieron —asiento, haciendo una seña—. Ahora suéltala.

La pelirroja ladea la cabeza haciendo una mueca pensativa, burlándose.

—Bueno, ahora que lo pienso creo que no lo haré. —responde. La sonrisa de su rostro se borra. —Mató a nuestro líder, lo despedazó. Debe pagar el precio.

—Lo volvería hacer con gusto. —dice Hillary sonriendo, la cual aumenta cuando la mujer la jala del cabello y expone su cuello. —¿Es todo lo que tienes?

Maldigo entre dientes. Esto pasó a ser un asunto personal de venganza. No se detendrá hasta sentirse satisfechos.

—Si hablamos de pagar tú me debes un auto, estúpida. —escupe Anna.

—Esto se hubiera evitado si ustedes nos hubieran entregado al fenómeno.

—Cuida tus palabras o cortaré tu lengua —amenazo.

Suelta una risa desquiciada, fuera de sí. En sus ojos se ve que hace mucho perdió la cordura.




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