MIA
Luego del desayuno que compartimos todos, Alina y Anna nos llevaron a Elena y a mí literalmente empujándonos a la habitación de la primera para comenzar a alistarnos para el aniversario del viñedo en el pueblo. Alina era la más emocionada ya que será su primera aparición en público después de haber estado viviendo en el extranjero por años junto con Cedric. Quiere lucir radiante y ansía ver el impacto que tendrá en las personas, sobre todo en Paul. He conversado con ella del tema y, al igual que su hermano y yo, ambos han acordado ir lento antes de hacer la marca.
No he visto a Hillary después del desayuno, tampoco a Ethan y Paul. Mi amigo me dijo que tendrían una reunión importante y que se unirían a nosotros para ir al pueblo. Tengo curiosidad de saber de qué se trata su reunión. ¿Será sobre mis poderes? Últimamente soy el centro de atención y no me gusta. Quiero que todos sigan sus vidas sin preocuparse por tener que asegurar mi seguridad cada vez que desee salir a caminar.
—¿Estás nerviosa por tu cita con la médium? —pregunta, curiosa Alina mientras se pone rímel en sus pestañas.
Hablé con Delina esta mañana antes del desayuno para reservar una cita. Conseguí su número gracias a Rupert. Además de brindarme su contacto, apoyó la idea de que es una de las médiums más visitadas del pueblo, sus visiones y su capacidad de hablar con los muertos ha llamado la atención de todos e incluso los turistas se animan a visitarla desde distintas partes del mundo. Voy aprovechar ese tiempo con ella no solo para descubrir qué fenómeno soy, sino también para encontrar a Tessa y Dominic. He dejado pasar mucho tiempo y no quiero perderlo más, tengo poderes y aunque no sé controlarlos aún, los utilizaré para rescatarlos y protegerlos.
—Bastante. —admito pasando la plancha por mi cabello. Me cansé de mi cabello ondulado.
—Todo va a estar bien. Además, Ethan estará a tu lado. —me anima sonriéndome en el espejo.
Le devuelvo la sonrisa.
—Lo sé, gracias. —sigo planchando mi cabello, pero noto su mirada aún en mí. Me giro hacia ella dejando la plancha en el tocador. —¿Hay algo que quieras decirme?
Se relame los labios, dudosa y al final chasquea la lengua antes de hablar.
—Paul me pidió que no dijera nada, pero creo que es tu derecho saberlo. —giro por completo mi cuerpo sin romper el contacto visual. Le hago un gesto para que continúe. —Cuando llegó al pueblo, se puso en contacto con sus padres para decirle que iba a viajar con unos amigos antes de entrar a la universidad, y también intentó llamar a Lena, pero... —hace una pausa. —no contesta las llamadas. Y su novio tampoco.
La confusión me invade. Lena y Landon son esa clase chicos que nunca dejan el celular, siempre están al pendiente de las redes sociales, mensajes y llamadas. No importa la hora o lugar en el que se encuentren, siempre atienden.
Lo primero que hice cuando Sophie me entregó mi celular fue encenderlo para intentar contactarme con ella. Me encontré con quinientas llamadas y mil mensajes en todas mis redes enviadas por Lena. Le respondí los mensajes y traté de llamarla para tranquilizarla, pero hasta ahora no he recibido respuesta, ni tampoco de Landon.
Eso no está bien.
La alarma se activa en mi cabeza y una extraña sensación se instala en mi pecho, un mal presentimiento de que algo ha pasado. ¿Será que están ocupados con la mudanza en Columbia? Las clases están próximas a empezar. Puede ser por eso, ¿verdad?
Observo a Alina y le sonríe forzadamente.
—Gracias por decírmelo.
Tomo mi celular para cerciorarme si tengo un nuevo mensaje. Nada. Ni siquiera han visto los mensajes. La última vez que se conectaron fue hace días. Suelto un suspiro, quiero creer de verdad que se trata de la universidad y no porque les haya pasado algo.
—Oye tú. —interrumpe Anna saliendo de la ducha envuelta en una toalla mirándome. —Quita esa cara y sonríe que hoy es día de comida, baile y mucho alcohol.
—Aún no tengo veintiuno.
—Bueno, bueno. Piña colada sin alcohol para ti y Alina entonces.
Toma su celular y lo conecta a unos pequeños parlantes. Cuando la música empieza a sonar, suelta un gritito emocionada y baila sobre la cama meneando las caderas de un lado a otro dejando caer la toalla y poniéndose las bragas. Nadie se incomoda o hace un comentario al respecto. Después de todo, todas hemos vivido juntas y ya la conocemos.
La canción que se reproduce no está en inglés, reconozco de inmediato que es español. No comprendo todas las palabras, pero sí algunas básicas que me enseñaron en el instituto. En el caso de Anna, su español es muy fluido mientras canta.
—Anna, baja el volumen. —grita Elena. Es en vano, su voz se pierde y la música suena a todo volumen.
—Gózala. Que la vida es una mami, gózala... —canta la rubia mirándola y utilizando su cepillo de cabello como micrófono. — Mira que este mundo da mil vueltas...
—Ojalá y no llegues a mi puerta porque no te abriré. —continúa Alina. La miro alzando las cejas y me sonríe. —En la comunidad donde viví, conocí a un licántropo que era de Venezuela y se ofreció a enseñarme español. —explica.
—¡Uf, latinos! —exclama Anna abanicándose el rostro con sus manos. —Tienen esa alegría y diversión que les falta a los chicos de acá. En fin, ¡Viva Lationamérica!
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Editado: 29.11.2024