Protegida Por El Alfa

CAPÍTULO 38

AIDEN

El aniversario del pueblo y las fiestas tradicionales escocesas son la temporada más importante para el pueblo. En esos días, no existe la diferencia entre humanos, licántropos, brujos, médiums, hadas, duendes o vampiros habitando en el pueblo; solo somos una comunidad con un mismo pasado histórico que nos une y le rendimos culto participando en las actividades que se dan en el pueblo.

He vivido en la Fortaleza durante los últimos ocho años, y me sigue pareciendo extraño cómo todo se detiene en estas fechas. No se oyen a las personas trabajar, entrenar, charlar mientras pasean o las risas traviesas de los niños correteando. La mayoría se ha ido al campamento del bosque o ido al pueblo a ayudar. No hay ni un solo ruido, a excepción de las canciones de Ariana Grande que provienen de la habitación de Hillary.

Me he quedado porque estaba preocupado por ella y quería estar presente en caso se le ofreciera algo. Pero no me ha dejado entrar ni ha querido hablar, tampoco puedo leer sus pensamientos. Se ha encerrado en su burbuja. Es un hábito natural en ella, siempre queriendo lidiar con todo sola. A pesar del lazo, siempre hemos sido como libros entreabiertos, solo mostrando algunos capítulos entre nosotros.

«¿Si sabes que puedo oírte, verdad?»

Resoplo lanzando la pelota de básquet al cesto. He pasado los últimos dos años sin oír su voz en mi cabeza, es extraño.

«Había olvidado que puedes entrar en mi cabeza.» Respondo lanzando la pelota al suelo, dando rebotes.

«Yo igual.»

Hay una larga pausa hasta vuelve hablar:

«Ven a mi habitación. Debemos hablar.»

El cuerpo se me tensa de inmediato sosteniendo la pelota en mis manos. Sus palabras me hacen sentir en un deja vú. Ya he escuchado esas palabras en el pasado y el final no fue nada agradable para ambos. Recordarlo me produce el mismo dolor que sentí cuando la vi irse de mi lado esa noche.

Mi pecho se contrae, pero no respondo. Suelto la pelota junto a las demás y camino de regreso al interior de la casa. Astartea, Hillary y yo somos los únicos en la casa, la bruja prefirió quedarse investigando cómo ayudar a mi hermana. Agradezco bastante su apoyo, tenerla de nuestro lado ha sido una de las mejores cosas que le ha pasado a la manada, y ahora a mi hermana.

Llego a su habitación y antes de que pueda tocar, Hillary me abre la puerta poniéndose a un lado.

—Pasa. —murmura en voz baja. Se aleja para darme espacio y añade: —Y cierra la puerta.

Obedezco, girándome para mirarla. Inmediatamente sé que está preocupada y asustada. Y no es porque olor desprenda esas emociones, sino que está en pijama de tallas muchos más grandes y su cabello recogido en un rodete suelto que deja algunos mechones sueltos.

—¿Qué es lo que quieres decirme?

No me mira, sus ojos están puestos en el suelo con sus manos en la cintura, como si estuviera ordenando sus ideas para saber cómo hablarme. La ansiedad me carcome y maldigo internamente por no haber traído mi pelota anti-estrés.

—Es... sobre tu padre —comienza a hablar, mirándome con cautela.

—¿Qué hay con él? —pregunto, tensándome.

Entonces comienza a relatarme la historia oculta de Ashton Walker, conocido anteriormente como Owen Woodburn. Todo. Detalle a detalle.

Nació en el año 1880 en Escocia bajo un apellido que ocultaba su verdadera identidad: Era el primogénito y heredero legítimo a la corona de Escocia. Un Buchamp que había nacido en una situación que era la sombra de la vida lujosa y poderosa que su bisabuelo había logrado gozar antes de que la guerra los obligara a abandonar todo.

En sus primeros años, había sido preparado por su familia para reclamar el trono al lado de su padre, mi abuelo. Era su destino... hasta que fue truncado cuando cumplió dieciocho años.

En su primera transformación se reveló que no era un licántropo común y corriente. Era un licántropo destripador, que en su locura y sadismo natural, había destruido la última comunidad leales a la familia real. Fue una masacre total. Y su padre no iba a permitir que alguien como él pudiera ser rey algún día. Así que lo despojó de su título y se lo entregó a su hermano menor, Alaric Woodburn. No conforme con eso, lo exilió. Y fue así como durante siete décadas atormentó el continente europeo hasta que fue finalmente atrapado para su exorcismo.

—¿Aiden? —Las manos de Hillary toman las mías dejando caricias en las palmas en círculos lentos. Me observa preocupada por mi reacción, me inspecciona detenidamente. —Sé que es difícil, pero...

—¿El gen destripador es hereditario? —la interrumpo.

El suspiro que suelta antes de hablar es mi respuesta y la tensión en la habitación es aun más pesada.

—Se ha visto casos en que lo es. —confirma mis sospechas —Pero tu padre era humano cuando te concibió con tu madre. Entonces, no se presentó de la forma normal. El gen buscó otra forma de adherirse a tu organismo.

—El TEI —respondo asintiendo mientras el peso de ese secreto cae sobre mí como si se tratase de un muro de concreto.

La primera vez que el trastorno se manifestó fue después de la muerte de mamá. Regresar al colegio fue una de las cosas más duras que me tocó pasar, todos los adultos me miraban con pesar y me hablaban con tanto cuidado como si me pusiera a llorar en cualquier momento. Todos los adultos fueron excesivamente cuidados y los niños fueron unos imbéciles. Uno en especial comenzó a burlarse de mí, me llamó huérfano, que seguro mi madre murió porque le daba vergüenza su hijo obeso que apenas y podía correr. Eso desató una ira descontrolada para mi cuerpo de ocho años que no dudó en irse encima del niño y golpearlo hasta que rompí su nariz, un ojo hinchado que parecía una pelota de golf y mis nudillos llenos de sangre.

Recuerdo los gritos de algunos niños alentando la pelea y otros gritaban asustado: "Por favor detente, me estás asustando" o "Lo vas a matar", sus gritos en vez de detenerme e incentivaban a seguir, no tenía control de mí mismo y me importaba un carajo no tenerlo, yo solo quería herirlo, hacerlo sufrir y hasta matarlo. De no ser por el conserje y algunos profesores, tal vez lo hubiera logrado.




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