Protegida Por El Alfa

CAPÍTULO 40

ETHAN

El ron se siente como fuego en mi garganta. Normalmente suelo beber vino, pero en estos momentos no me apetecía un sabor suave. Menos cuando siento mi vida tan amarga desde hace una hora.

Las risas escandalosas y el choque de vasos de los demás clientes que hay en el bar, me impide escuchar la música que sale de los parlantes colgados en las esquinas. Esto es el lado negativo de la fiesta del pueblo. Hay un elevado aumento de descontrol por la mayoría que sólo ve estas fechas como un momento para exceder límites, olvidando en el camino el verdadero valor de la celebración. Es decepcionante.

—Alguien no está de buen humor. —comenta una voz conocida.

Alzo la vista de mi vaso para encontrarme con una mujer pelirroja con ojos marrones y una piel mucho más pálida de lo normal, mirándome con una ceja alza. Tiene apoyados los antebrazos en la silla vacía que está justo frente a mí.

—No sé a qué te refieres —mascullo.

Bufa una sonrisa.

—No te hagas el tonto. Te conozco, Ethan. —me evalúa detenidamente y aparto la mirada. Odio que haga eso. —Sólo vienes cuando estás estresado, molesto o preocupado. Y en casos excepcionales, cuando te sientes culpable.

Sonrío con amargura. Hago girar el vaso suavemente en mi mano antes de darle el último trago.

—Me conoces muy bien ¿verdad, Fiorella?

—No fui tu novia por dos años en vano, guapo.

Touché.

La familia de Fiorella se mudó a New Mystery cuando era un adolescente. Eran de esos pequeños grupos nómadas que se quedaban unos años antes de irse a otra ciudad. No eran los primeros que pasaban por el pueblo, y mis padres creían que pronto se irían como llegaron. Se equivocaron.

Fiorella comenzó a asistir a nuestro instituto, y coincidimos en varias clases. Empezamos a acercarnos poco a poco hasta volvernos inseparables. Me sentía cómodo con su compañía, y su personalidad desafiante y aventurera comenzó a atraerme. Cuando ambos confesamos lo que sentíamos decidimos darnos una oportunidad, aunque siempre tuvimos presente que nuestra relación, tarde o temprano, iba a tener fecha de caducidad. Y estuvimos bien con eso.

Ahora somos amigos y socios. Cuando terminamos la preparatoria, Fiorella se fue a prestar sus servicios en la corte Dragomir como intermediaria con sus relaciones con otros reinos o grupos minoritarios. Como la manada.

—Tierra llamando a Ethan. —chasquea los dedos frente a mí. Parpadeo y la observo—. ¿Vas a decirme qué pasa?

Suspiro pesadamente.

—Te gustan las adivinanzas. ¿Por qué no lo intentas?

Alza las cejas, interesada ante el desafío.

—De acuerdo. —Apoya su barbilla en su puño. Se queda en silencio estudiando mi rostro con atención. —¿El viñedo? No. ¿El regreso de Cedric? Tal vez, pero no es suficiente.

—¿Cómo sabes lo de...?

—Coincidimos en nuestra llegada. —se encoge de hombros. —Está tan amigable como siempre.

Me reservo mis comentarios. Cedric nunca ha sido conocido por ser amigable. Antes era muy cercano a Fiorella, pero un día se alejó de repente. Así era él.

—Continúa. Estás cerca. —respondo, volviendo al tema anterior.

—Mmm —se muerde el labio pensativa hasta que una idea pasa por su mente e ilumina su mirada. —¡Oh, ya sé! Es una chica.

Sonrío ligeramente.

—Alguien que le entregue su estrellita a la vampiro.

—No me digas que... —suelta una carcajada, incrédula. —Encontraste a tu compañera. —suena más a una afirmación que pregunta.

Alzo el vaso a modo de brindis.

—Tenemos una ganadora. —digo con voz apagada.

Ladea la cabeza.

—En otra ocasión disfrutaría de mi victoria, pero veo que estás mal. —suspira— ¿No quiere aceptar el lazo?

Niego bebiendo mi trago.

—No. Pasó algo y... tuvimos un problema.

—¿Muy feo? —indaga.

—Me pidió tiempo.

Hace una mueca siseando con los dientes.

—Ay no, Ethan. Pero, ¿Qué...? —se ve interrumpida cuando se escucha un escándalo al fondo del bar. Resopla fastidiada. —Ahora vengo, no te vayas a mover. —advierte apuntándome con el dedo.

Toma una jarra de agua y camina decidida hacia la zona donde está la mesa de billar. Los dos motociclistas corpulentos que hacen el escándalo, ahuyentan a los demás clientes cuando empiezan a empujarse. Podría acercarme a detenerlo, pero Fiorella es capaz de hacerlo sola. Tal vez utilice su hipnosis o sólo los eche de una patada en el trasero.

En la parte superior de la pared frente a mí, hay unos pequeños ojos rojos con luz de neón como decoración. Inevitablemente lo relaciono con lo ocurrido y recuerdo el ojo de Mia. Un tono rojo sangre que nunca había visto, ni siquiera en los vampiros. Era perturbador, pero el peor sin duda alguna fue el que tenía la esclerótica negra y el iris rojo. Había tanta oscuridad, crueldad y odio. Era todo lo contrario a lo que es Mia.

No fue ella en ese momento. Estoy seguro de eso. No sé cómo, pero no era ella. Incluso sus facciones habían cambiado. En ese momento había demasiadas emociones combinadas, pero en lo más profundo de su ser, encontré su miedo y confusión, como si no supiera qué estaba pasando en ese momento.

He estado pensando en todas las posibilidades, y solo hay una que suena lo más lógico, pero también lo más arriesgado. Cuando un druida pasaba a ser darach, entregaba su alma al infierno. De esta manera, los demonios devoraban su luz para crear un vínculo que les permitiera poseer el cuerpo para hacer sus fechorías en la tierra. Si ese fuera el caso, mi idea es que el demonio no está feliz con nuestro lazo, me considera una amenaza porque sabe que mientras haya alguien dispuesto a guiar a Mia a la luz, no sucumbirá en sus poderes oscuros.

Ha conseguido distanciarnos, por ahora. No será así por mucho tiempo, lo juro por los dioses.

—Odio a estos bárbaros. —farfulla la pelirroja volviendo a su lugar con la jarra vacía.

En ese momento, los hombres pasan detrás de mí y salen del bar con la parte superior de sus cuerpos mojados.




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