MIA
He pasado la última media hora meditando. Mi atención se ha concentrado en el sonido de la corriente del río, el silbido del aire entre las ramas de los árboles y los pájaros que han volado por encima de nosotras. Astartea dice que es necesario que el caos en mi mente sea apaciguado para poder conectar con la naturaleza y mis poderes armonicen. No sé si esté funcionando lo último, pero por lo menos me está sirviendo para relajarme. Este momento de paz, entre tantos problemas que resuenan en mi cabeza, logra que por primera vez el silencio no me ponga ansiosa.
—Bien, es suficiente.
Abro los ojos de inmediato ante la orden de Astartea.
Sigue en su misma posición, sentada en la gran roca sobre sus piernas, pero esta vez acompañada de una improvisada mesa de una tabla de madera y encima de esta, una piedra con los bordes pulidos, un gran nudo en medio de una cuerda y una botella de vidrio vacía.
—¿Qué es todo esto?
—Tus materiales para tus primeros conjuros. —responde con simpleza— Escoge el primer material, el que gustes.
Observo los tres objetos. ¿No puedo empezar por un orden y ya? Tal vez es cosa de brujas que los principiantes elijan. ¿Tendrá algún significado mi elección? Vuelvo a mirar los objetos y me inclino para posar mi mano en la botella. Al último segundo me detengo y termino tomando la piedra.
Levanto la vista hacia Astartea. Ha inclinado ligeramente su cabeza y no despega su mirada de la piedra. Es inquietante la forma en cómo se queda observando, como si estuviera analizando mi elección. ¿Es malo? ¿O una buena elección? Su cara no expresa nada.
—¿Ocurre algo? —me atrevo a preguntar.
Expulsa aire por la boca y niega levemente frunciendo los labios.
—No. —responde con total seguridad. Pero por la forma en cómo su mandíbula se tensa sé que oculta algo. Quiero volver a preguntar justo al mismo momento que vuelve a su posición de maestra. —Tu primera prueba será hacer que esa piedra levite. Debe durar el mayor tiempo posible en el aire. Vas a decir lo siguiente: Còta frock. —pronuncia cada sílaba despacio —Practica primero la pronunciación.
Asiento lentamente dejando la piedra por delante de los otros objetos.
No me toma mucho tiempo aprender la pronunciación correcta de la frase. Los dos primeros intentos fueron horrendos y por un momento creí que iba a invocar algo o insulté en un idioma desconocido. En el tercer intento, la pronunciación me sale muy similar al de ella.
Mi mirada baja a la piedra y me concentro en ella, en su cuerpo, sus dimensiones, sus curvas, su textura... todo lo que me ayude a fijar mi atención en esta.
— Còta frock —pronuncio con determinación con mis puños apretados encima de mis rodillas.
Uno...
Dos...
Cuatro...
Seis...
Diez segundos y no sucede nada.
La piedra se mantiene en su lugar, en la misma posición sin haberse movido ni un solo milímetro. Aprieto los labios, frustrada, y vuelvo a repetir las palabras sin ningún éxito.
¿Es en serio? ¿No puedo mover ni siquiera una piedra a mi voluntad?
Astartea suspira pesadamente removiéndose en su lugar.
—Tranquila, Mia. A veces no...
Niego con la cabeza rotundamente.
Me niego a aceptar que no puedo hacerlo. Me propuse aprender a controlar mis poderes y no me detendré hasta obtener el resultado esperado.
—No. —mascullo entre dientes. Cierro los ojos respirando hondo, dejo que el aire llene mis pulmones y mi cuerpo se mantenga sereno. —Còta frock. —pronuncio las palabras con más fuerza, como si estuviera dando una orden.
Y entonces sucede.
La alarma en mi cabeza comienza a sonar cuando la tierra debajo de nosotras empieza a temblar y la gran roca donde estaba sentada se sacude por el temblor. La sensación de vacío se instala en mi estómago cuando siento que estábamos ascendiendo y abro los ojos de golpe para ver lo que estaba pasando.
El escenario me deja sin palabras.
No era solo la piedra que tenía delante levitando. Todas las piedras de diferentes tamaños que estaban a nuestro alrededor lo estaban haciendo al mismo tiempo como las simples piedras del bosque, piedras que estaban sumergidas en el río e incluso las grandes rocas en donde Astartea y yo estábamos sentadas. El corazón me late con fuerza y la adrenalina corre por mis venas.
Por los dioses...
Me giro hacia adelante cuando escucho una carcajada. Astartea estaba riendo con la mirada enchispada. Contempla el lugar con fascinación y mi pecho se hincha de orgullo. Lo logré.
—¡Espléndido, Mia! —me felicita sin dejar de reír.
No sé si es propio de ella este tipo de reacciones, pero me satisface ver su reacción. Creo que no se esperaba ver algo así. Dioses, ni yo puedo creerlo a pesar de que la magia en mi cuerpo está despierta y vuelve acumularse en la punta de mis dedos ansioso.
—Has superado mis expectativas. —reconoce asintiendo lentamente —Vamos a ver si tus habilidades de lucha me sorprenden.
¿Qué?
Una esfera de energía se proyecta hacia mí como una bala. Mi instinto me hace levantar mis brazos y cubrirme, lleno mis pulmones de aire y espero el inminente impacto. Sin embargo, milisegundos antes de que logre siquiera rozarme, las piedras a mi alrededor se mueven y forman un campo de protección que se vuelve polvo cuando la esfera impacta, desvaneciéndose en el aire.
Increíble.
Dirijo mi mirada a Astartea. Se levanta sobre la roca e imito su acción, tambaleándome un poco. Apenas he logrado estabilizarme cuando más esferas salen de sus manos y las lanza para diferentes direcciones. La adrenalina hace que mi estado de alerta esté por las nubes, y mis brazos se mueven direccionando a las piedras que estallan al hacer contacto con las esferas. Pronto nos vemos cubiertas por una capa de polvo y escombros que se alzan en el aire y dificulta nuestra visión. Apenas logro notar la sombra de Astartea bajar de la roca y desaparecer de mi campo de vista.
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Editado: 02.07.2025