Protegida Por El Alfa

CAPÍTULO 45

MIA

Astartea cierra la puerta de su habitación luego de habernos sacado a todos de ahí. Dijo que iba a revisar con ayuda de Rupert el estado físico de mi... de Acacia.

Dioses, es una completa locura. Mi tía Acacia, la mujer que estuvo desaparecida por casi veinte años, había sido Tessa todo este tiempo. Una de las druidas más importantes escondida bajo la identidad de una anciana... ¿Por qué haría eso? Esto es muy confuso. No sólo para mí, también para Aiden y Anna, especialmente para mi amiga. Todo este tiempo creyó que mi tía era la suya y resulta que no fue así. ¿Fue todo este tiempo? ¿O hubo un momento en el que de verdad conocimos a la verdadera Tessa?

—Entonces, ¿no es envejecimiento temprano? —pregunta Aiden.

Hillary niega con la cabeza. Está parada frente a nosotros, con su espalda apoyada en la puerta para que nadie la cruce.

—De haber sido envejecimiento, no hubiera rechazado la cura que quisieron proporcionarle Ast y Mia. Esa clase de hechizo son muy poderosos precisamente porque se usaban en tiempos de guerra, servía como escudo defensor para los espías y así nadie descubriera su verdadera identidad. —explica gesticulando con las manos. —Solo las grandes brujas como Astartea pueden revertirlos.

—¿Y cómo se da este hechizo? —pregunta Ethan a mi lado rodeándome con un brazo. —¿Qué requisitos se deben hacer?

Hillary lo mira y luego a Anna mordiéndose el labio. Está... nerviosa, trata de analizar el escenario para ver si debe decirlo o no. ¿Tan malo es?

Anna también lo nota porque alza su vista hacia ella frunciéndole el ceño.

—¿Qué?

—Yo... no creo que sea adecuado decirlo ahora. —Hillary suspira jugando con su cabello.

La rubia resopla.

—Hillary, solo dilo y ya.

—Para empezar, es magia negra. —el silencio es sepulcral en el tercer piso y todos nos tensamos ante sus palabras. Con ese inicio, no espero que lo demás sea más fácil de digerir. —Este hechizo se da mediante una pócima que debe contener la sangre, cabello o... un poco de piel de la persona de la que se tomará su identidad.

Trago saliva y abrazo mi abdomen cuando siento que se retuerce. La tensión en el pasillo es tan densa que podría cortarse con un cuchillo. Me fijo en la reacción de Anna y Aiden que parecen renuentes a creerlo. Y sí, yo tampoco quiero hacerlo porque, por donde lo veas es... horrible y asqueroso.

La sangre y la piel es uno de los recursos más usuales en la práctica de la magia negra. Las brujas oscuras los utilizan para conjurar maleficios y realizar sacrificios que a su vez cumplen como ofrenda para la diosa Morrigan quien además de ser conocida mayormente por ser la diosa de la guerra, también es de la muerte y la destrucción. De hecho, es considerada también como la madre de las brujas oscuras ya que una de sus habilidades que más destacaba era la magia negra.

No puedo creer que mi tía, una druida respetada y reconocida en el mundo sobrenatural por su reputación intachable, haya recurrido a todo lo opuesto a nuestras creencias druidas. Sin ir tan lejos, ¡fue mi nana! Una mujer amorosa, delicada, noble... ¿Cómo podría ser capaz de eso?

En medio de mi propia forma de hallarle una respuesta a todo esto, escucho a los demás discutir sobre el tema. No les presto atención ni quiero esforzarme a hacerlo. Mi cabeza quiere explotar. Ha sido demasiado en pocas horas, siento como que toda la adrenalina que se apoderó de mi sistema ha desvanecido y solo me queda el cansancio. Necesito dormir.

—Hay que matarla.

Alzo la cabeza bruscamente y concentro mi mirada en quien acaba de decir eso.

—¿De quién estás hablando? —pregunto mirando a Elena.

Adelaide suspira cruzándose de brazos.

—No podemos tomar decisiones tan severas solo por posibles probabilidades.

La rubia resopla sacudiendo la cabeza.

—Pero es obvio, ¿no? Esa mujer mató a la tía de Anna, a una de nuestras ancianas. Debe recibir su castigo.

El aire se esfuma de mis pulmones al comprender a quien se refiere.

—Esa decisión no te corresponde a ti. —espeto levantándome del suelo con una mirada severa.

—Tampoco a ti. —gira a verme dando un paso hacia mi dirección. Sus ojos azules fríos me recuerdan mucho a los de Ashton. —No eres una de nosotros.

—Elena, mucho cuidado... —la voz de Ethan ruge con autoridad y seriedad levantándose detrás de mí.

Alzo una mano para que se detenga cuando veo sus intenciones.

Aún no.

Me giro nuevamente hacia ella y avanzo alzando la barbilla.

—No, no lo soy. —detengo mis pasos una vez que estoy a menos de un metro de aquí. —Pero estás hablando de la mujer que me crío y a quien considero mi madre. La misma mujer por la que acabo de matar incluso a mi propio padre con tal de salvarla.

Aprieta su mandíbula entrecerrando los ojos.

—¿Es una amenaza?

Esbozo una sonrisa.

—¿Tú que crees?

—Creo que desde que apareciste en nuestras vidas solo has traído problemas. —escupe con veneno. —Todo iba bien hasta que...

—Es suficiente. —brama Ethan poniéndose en medio de nosotras, haciendo que retrocedamos. —En primer lugar, te recuerdo que Mia es mi compañera y la luna de la manada, así que exijo más respeto hacia ella. Y, en segundo lugar, nadie matará ni detendrá a Acacia dado a su condición. —mira fijamente a Elena quien es mucho más pequeña que él. Y aún más en estos momentos. —Será la última vez que vuelves a faltarle el respeto a tu líder. La próxima vez te exiliaré. Y esto va para todos. —mira a los demás— ¿Quedó claro?

Los demás asienten firmes y yo no puedo evitar sonreír. Mi sonrisa se mantiene incluso cuando Elena me lanza una mirada furiosa, claramente disgustada por las órdenes de Ethan. Creí que ese momento entre las dos esa mañana había logrado que las diferencias fueron olvidadas, pero ya veo que no. Tengo límites y ya lo rebasó. No tengo tiempo para aguantar sus tonterías con todo lo que está pasando. Si ella quiere atacarme tendré que asegurarme de dejarle en claro que voy a responder.




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