Protegida Por El Alfa

CAPÍTULO 47

AIDEN

¿Cómo puedo explicar mi estado mental después de todo lo descubierto?

No tengo palabras. Como siempre, soy un caos, una bomba de tiempo que acecha todo el tiempo con explotar y causar el mayor daño posible. Y no es algo que haya pedido, me fue heredado por él. La maldita escoria enferma que ha hecho tanto daño que cualquiera que lo escuchara podría no creer tantas atrocidades.

Y yo soy su hijo.

Soy el hijo del monstruo que aterrorizó pueblos enteros, que dejó ríos de sangre tras él, que torturó por diversión y que mató sin importar que fuera su sangre con tal de salirse con la suya.

Tengo náuseas de solo pensar que su sangre corre por mis venas y que comparto varios rasgos faciales con él. Ahora verme al espejo es insoportable porque solo lo veo a él reemplazando mi reflejo. ¿Acaso es una forma de decirme que seré como él algún día? ¿Qué mi destino es seguir sus pasos e infundir el dolor y la tortura? ¿Voy a ser un monstruo?

Vivir nunca había sido tan insoportable como hasta ahora, un castigo y una condena.

Es el karma.

Lo que él no pagó por sus crímenes puede ser que yo los tenga que pagar en su nombre junto con mi propia lista de pecados. Abandoné a mi hermana, maté a Georuk y a muchos inocentes que estuvieron en el momento equivocado cuando yo sufría mis crisis de ira. Quizás todo este dolor, culpa, y vergüenza sea mi forma de pagar todo el daño que he causado y que mi progenitor hizo alguna vez.

Todavía tengo memorizada la mirada de horror que tenía Mia cuando intenté tocarla. Ella lucía realmente asustada y consternada. Me odia, lo sé, y con justa razón. Soy el hijo del asesino de su padre, la abandoné a su suerte y jamás la cuidé. Fui un tonto al creer que todo estaría bien una vez que ella llegara a New Mystery, que todo terminaría y seríamos felices. Qué idiota de mi parte creer eso.

—¿Aiden?

La voz melodiosa de Hillary gobierna al bosque de repente. Sus pasos son ligeros, apenas se oye el crujido de las ramas y hojas que ocasiona su peso sobre ellas.

—Sé que estás aquí. —manifiesta con suavidad, como si le estuviera hablando a un niño. —Puedo sentirte.

Pego mis piernas a mi pecho. No quiero que me vea. No quiero que me encuentre. Estoy tirado en el suelo, oculto por un gran tronco de roble que cayó cuando hubo una fuerte tormenta. A veces los niños de la manada lo utilizan para esconderse cuando están jugando, ahora es mi turno de hacerlo.

Quiero esconderme del mundo hasta que pueda olvidar quién es mi padre y todos sus crímenes.

Mientras seguía a Mia de regreso a la mansión, no dejaba de desear en mi interior que sus palabras fueran ciertas, que de verdad no tuviéramos la sangre de Ashton Walker y nuestro verdadero padre fuera el buen hombre que la historia había retratado. Lo deseé con cada parte de mi ser que, cuando Acacia reveló la verdad, ese deseo denegado me hizo caer en picada a esos rincones que habitan en cada ser humano donde gobierna el dolor y la decepción.

—Escucha, sé que te duele, ¿de acuerdo? Lo puedo sentir. Estás furioso, dolido, culpable y —hace una pausa, deteniendo sus pasos. —está bien, amor. Está bien que te sientas así, no hay de qué avergonzarse ni ocultarse por ello.

Observo mis manos en silencio.

¿Bien? No, nada de esto está bien.

No está bien que yo sea hijo de un monstruo y que fui una de las razones por las cuales Mia no tuvo un padre. Es una blasfemia, una aberración de la naturaleza y una completa injusticia.

Nada está bien. Las cosas solo no dejan de empeorar cuando creemos que tenemos un respiro, es como si estuviéramos en una prueba con el objetivo de saber hasta dónde podemos soportar las adversidades que se nos presentan, cuánto daño podemos soportar antes de derrumbarnos. Estoy llegando a mi límite.

—Es un asco, pero sufrir es parte de la vida como también querer ocultarte del mundo cuando ese sentimiento te abruma. Lo comprendo porque yo también lo sentí, hace mucho tiempo y sé por experiencia propia que pasar por ese duelo solo, es complicado y yo no quiero eso para ti cuando estoy aquí. —suelta un jadeo tembloroso y los muros de mi corazón se quiebran ante sus siguientes palabras: — Te amo. Te amo más que cualquier cosa en este mundo, haría lo que fuera por ti. Por favor, no me alejes de ti cuando lo que más deseo es darte mi amor para que opaque tu dolor.

La carga emocional en sus palabras me impulsan a salir de mi escondite. El ruido la hace girar para verme con el alivio inundando sus ojos azules que parecen ser el único color que destaca en medio del bosque que comienza a sucumbirse ante la oscuridad de la noche.

Ninguno dice nada, solo nos quedamos en nuestro lugar. Ella quiere venir hacía mi y refugiarme en sus brazos, pero tiene dudas sobre si es oportuno. Teme que la rechace, que le cierre el acceso a mí y la aleje como antes.

Su cuerpo tiembla y veo la gran fuerza de voluntad que está haciendo para no caer como yo lo hice. La estoy abrumando con mis pensamientos y emociones, me siento culpable de no poder tener ese control de mantenerlos a raya de ella.

No tengo el control cuando estoy enojado o triste, mucho menos cuando tengo ambas.

Soy un desastre sin control.

—¿Sabes que es lo peor de esto? —mi voz sale más grave y alterada que llego a desconocerla. Las palabras salen solas. —Él me quería. Tuve un padre, uno de verdad y... no lo recuerdo. —suelto una risa amarga con el corazón oprimiendo mi pecho. —No recuerdo su cara, tampoco su sonrisa, o la calidez de los abrazos que, según Acacia, me daba. Ashton... Owen... me borró la memoria, Hillary. Olvidé a Alaric.

La tristeza cruza en su mirada.

—Aiden.

Cuando mi labio inferior tiembla y mis ojos se humedecen, me giro dándole la espalda. No soporto que me vean en ese estado tan vulnerable, jamás me ha gustado. Prefiero pasar el proceso solo, sin que nadie me vea y sienta lástima, me juzgue o me convierta en su tema de chismes con los demás. Sé que los últimos casos jamás pasarían con Hillary, pero aun así me niego a dejar que me vea así.




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