MIA
5 de marzo de 1923
¿Qué es el bien?
¿Qué es el mal?
Una vez me dijeron que en cada uno de nosotros tenemos un lado bueno y malo, ambos siempre están en conflicto por conseguir el dominio de nuestros pensamientos y acciones. A veces somos conscientes de esta lucha y vemos cambios, tratando de justificar nuestro proseguir. Otras veces no es así. Sucede de manera silenciosa y sigilosa, lentamente, hasta que llegamos al punto de quiebre que termina de ser el detonante de una bomba que arrasará con todo a nuestro alrededor.
Lo más peligroso de una persona no es su fortaleza física. La verdadera amenaza yace en su cabeza, y a veces basta solo un segundo, una acción o una herida tan profunda en el alma para definirnos como la amenaza.
¿Cuándo un ángel se convierte en un demonio?
Caer en la oscuridad es tentadora, fácil y atractiva. Aquella perversa, tétrica y retorcida entidad ofrece muchas cosas con tal de que se instale en tu mente y te cedas a ser su marioneta en su juego.
Yo lo sé.
Porque he estado ahí.
Caí en sus juegos, descubrí habilidades, capacidades y un poder tan adictivo que puede corromper hasta el ser más puro. Como dije, la oscuridad ofrece muchas cosas, en especial a aquellas almas desesperadas, destruidas e incompletas. Esas son sus favoritas. Es muy fácil que se adentre a aquellas que cargan con un peso de dolor, ira o venganza porque son las que buscan una salida de esas emociones y están dispuestas a todo con tal de lograrlo. Irónico. Porque terminas en el mismo punto solo que ya no eres la víctima. Eres el villano.
Luz u Oscuridad.
No hay otra opción.
O eso creía hasta que conocí a Astartea.
—¿Mia?
Pego un brinco de la sorpresa.
El diario de mi padre se desliza entre mis manos por unos segundos y tambalea en el aire. Tengo la sensación de que mi corazón subió a mi garganta cuando evito la caída del libro y lo aferro a mi pecho. Mi rostro arde, una sensación de haber estado haciendo algo malo corre por mi cuerpo poniéndome nerviosa.
Estaba tan sumergida en la lectura que...
—¿Mia, está bien? —insiste. Su voz suena apremiante.
—Sí. —aclaro mi garganta. Camino rápidamente para dejar el diario en mi pequeño librero. —Un segundo.
Vuelvo a mirar el diario. Se pierde entre los demás libros que le triplican el grosor, todos me los dieron Astartea y Adelaide. Hechizos, historia, árboles genealógicos, medicina herbal... todo lo que ayude a poner a prueba mi memoria fotográfica y para mi entrenamiento. Cabe mencionar que la bruja es quien más está al pendiente de ello, es una mentora muy exigente.
Paso mis dedos entre mi cabello húmedo mientras camino y abro la puerta. Mi tía está frente a mí, observándome de arriba abajo, como si estuviera buscando algo malo.
—¿Todo en orden? —vuelve a preguntar ladeando la cabeza.
Asiento con la cabeza.
—Solo tomé un baño. —señalo el albornoz que tengo puesto. —Pasa.
Me hago un lado para que ingrese. Ella también se bañó; o eso creo porque no lleva la misma ropa que tenía cuando fuimos al Nemeton.
—Acabo de hablar con Cedric. —su voz resuena en las cuatro paredes— Está con Aiden investigando sobre la identidad de la mujer.
—Su cuerpo —aclaro—. Aunque ya no lo hay.
Dudo mucho logren saber la identidad de la anciana poseída. Por la ropa que tenía es evidente que vivió alguna vez hace muchos siglos. Y si ampliamos el panorama no tenemos ni idea de cómo se llama y de dónde es, podría ser de cualquier lugar. Quien lo haya extraído se encargó de convertirla en una pista inservible al darle la orden al demonio de convertirlo en cenizas.
Muy astuto de su parte.
—Están trabajando con Zaira —la miro. Camina hasta detenerse frente a mi librero. Sus delgados y pálidos dedos acarician los lomos de los libros—. Quizás pueda conseguir descubrir algo. Es una bruja de la muerte.
—¿De la muerte? —cuestiono, interesada.
—Su especialidad es todo lo relacionado a lo que hay al otro lado de la muerte. Básicamente su poder proviene de los cadáveres, los huesos, cenizas... incluso pueden invocar a las almas, seres de luz o demonios menores.
«Eso explica porque es forense.» Pienso.
El ruido proveniente del exterior me distrae. Son voces un poco alejadas. Me asomo y veo a Ethan hablando con un grupo de licántropos... o más bien dándole órdenes que ellos asienten firmes como soldados. Según entendí antes de que subiera a mi habitación, iba a poner a unos guardias que custodien la cabaña y también me protegiera a mí cuando decida salir.
Reckfall también está ahí, mirando con severidad a los hombres y mujeres. Seguramente fue quien seleccionó a los responsables de mantenerme segura a mí y a mi tía. Es muy buen guerrero. Cuando Cedric me hizo enfrentarme a él perdí dos rondas seguidas.
En otras circunstancias hubiera dicho que no era necesario. Pero ya no se trataba solo de mi seguridad, también está mi tía y Dominic quienes aún siguen recuperándose. Me siento responsable por ellos. No puedo dejarlos indefensos ante el peligro, mucho menos ahora que tomé la decisión de reclamar mi derecho al trono que muy pronto sería anunciado. Los O'Pry, excepto Ethan, ya me declararon su apoyo, pero me han pedido tome mi tiempo para pensar si estaba totalmente convencida.
Sé porque lo hacen. Tantos ellos como yo saben que una vez decretado, vendrán más enemigos. La dinastía Buchamp ya arrastraba con varios incluso antes de mi nacimiento, razón por la cual mi familia fue perseguida para ser eliminados. Cuando los antiguos y nuevos enemigos sepan que hay una heredera Buchamp viva con ansias de reclamar lo que es suyo harán fila por mi cabeza.
¿Es algo que estoy dispuesta a asumir? ¿Voy a renunciar a mi deseo de paz por declarar la guerra?
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Editado: 10.09.2025