Protegiendo El CorazÓn (lady SinvergÜenza) | A.R2

I

Freya

Noviembre de 1804...

Últimamente a su hermano le había dado por sacarle a rastras de su amado hogar, solo por el placer de vengarse a causa de su lengua mortal haciéndola pisar todo tipo de salones antes del inicio de la temporada social.

Por lo menos no la obligaba a asistir a las fiestas de té de las damas estiradas, y viejas amargadas. Solo era a eventos en concreto que el resultaba ser el invitado principal.

Como ese día en particular, en donde por educación en la invitación estaba resaltado el nombre de los dos.

Y como no, si era el inicio de la temporada social en el Almack's, y aunque fuese a regañadientes seguía siendo pese a sus escándalos alguien importante, todavía como prospecto de esposa al estar en su última puesta en largo elegible.

Solo le causaba de ese evento gracia el pensar en la extremidad de quien puso su nombre en la lista.

Hasta torcidos tendría los dedos por el esfuerzo.

Así que, mientras estaba en el carruaje con ganas de saltar de este, en compañía su pariente recordándole con la mirada burlona sin palabras que el tiempo apremiaba, respiraba de forma pausada para no saltarle en la yugular, y mucho más después de que las horas corrían demostrándolo el reloj de bolsillo que acababa de guardan en la parte interna de su levita, y no estaba ni siquiera en sus planes tener un pretendiente.

—¿Ya desestimaste la idea de saltar del carruaje? —preguntó sin poderse morder la lengua por más tiempo Alexandre, con aire despreocupado sin un ápice de diversión en su voz, pese a que por dentro se estaba burlando de la mandíbula apretada y el humor tan agrio que había tenido las últimas semanas su querida hermanita —. Te tenía en un concepto más elevando en cuanto a riesgos se trata.

—Soy de riesgos, no estúpida —gruñó mirándole con los ojos casi a punto de calcinarle por las ganas que tenia de matarlo —. Puedo perfectamente arruinarte la velada sin necesidad de dañar mi inigualable belleza —sonrió macabramente, teniendo un buen argumento en su contra que utilizaría sin restricción —. Habrá personas poco deseadas para ti esta noche, y seguramente son de mi completo agrado —este rio de forma despreocupada por creer que sus intentos de fastidiarle se quedarían solo en eso.

La conocía, y estaba subestimándola.

—Dudo mucho que alguien de ese salón sea de tu agrado, porque es de mi conocimiento que la única amiga que tienes no estará presente —la miraba con suficiencia, pero ni siquiera se imaginaba que podía dañarle la noche con solo un par de palabras.

—¿Te suena el nombre de mi estimadísima Lady Luisa de Borja? —su cuerpo entró en completa tensión.

¡Ups!

Eso dolió.

» Ángeles no estará presente, pero su prima se ofreció a representarle acompañando a Duncan las veces que sean necesarias —vio como la mandíbula de su hermano se tensionaba más que la de ella —¿Ahora quién es el que quiere tirarse del carruaje sin importarle si estropea su rostro y cuerpo esculpido por los ángeles? —la observó con odio desmedido, provocando que su sonrisa se agrandase componiendo una mueca resplandeciente —. Repentinamente la ansiedad de llegar entró a mi cuerpo, así que espero que arribemos en la brevedad para reunirme con ella —echar sal a la herida resultaba en extremo satisfactorio.

—¡Freya! —advirtió en un gruñido, mientras su risa melodiosa invadía ese reducido artefacto.

—Alex, creo que hemos llegado —sentenció al ver que el coche mermaba la velocidad —. Así que se buen hermano, bajando para que me des tu mano y poder descender —aleteó sus pestañas coquetamente en sincronía con el bufido frustrado que este soltó, haciendo a regañadientes lo que ella le decía, no por gusto si no porque para su desgracia era cierto —. Y ni se te ocurra hacer parecer una caída como un accidente, porque no seré la única esta noche en tener su cuota de bochorno y burlas —añadió cuando vio los ojos maldadosos de su hermano con ganas de venganza.

—¿Me estas amenazando? —preguntó con una de sus espesas cejas alzadas, mientras le ayudaba a descender.

—No sería capaz de un acto tan ruin y descarado —exclamó con indignación fingida —. Solo digo que puede que mañana aparezca en la gaceta como el Lord francés más deseado de la década por ser tan escurridizo se mete en las faldas de una mujer de edad casadera, que aparte de todo está próxima a ser desposada —la tensión se podía palpar en el ambiente, y antes de enfrentarse a la furia de su hermano por sacar el tema a colación, que aparte de todo era una vil mentira escapó dirigiéndose a la entrada del lugar entregando el abrigo que la cubría de la frescura de la noche, la cual anunciaba que muy pronto el invierno se haría presente en su totalidad.

—Me las pagaras pequeño duende —le amenazó posicionándose a su lado, y ella no esperó para hacerle frente a la guerra que se desataría esa noche.

—Pues que empiece la contienda que la noche es joven —respondió mientras entrelazaba su brazo al de este.

Con solo cruzar el umbral se escucharon jadeos de las chiquillas acaloradas con su porte varonil enfundado en un traje negro que combinaba bien con su espeso cabello, y resaltaba sus bellos ojos celestes.

» Y después dicen que las coquetas somos las francesas — rodó los ojos fastidiada —. No esperan a que pise el lugar un hombre medianamente decente para suspirar sonoramente, dispuestas a rondar como buenas aves carroñeras convirtiéndolo en su próxima presa.

—¿Celosa, hermanita? —indagó con sorna a la par que descendían los últimos escalones después de ser anunciados.

No le gustaba que ninguna observara a su adorado hermano, pero eso él no lo sabría.

Tenía una reputación que cuidar.

—No lo digo por ti —rió sonoramente —, sino por Lord Londonderry que acaba de llegar junto a sus amigos —señaló con su cabeza a los granujas más codiciados después de su hermano, que sin saberlo llegaron a su rescate.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.