Protegiendo El CorazÓn (lady SinvergÜenza) | A.R2

VI

FREYA

Trató de luchar con todas sus fuerzas para soltarse.

Para librarse de las garras de aquel hombre, de esa bestia incomprensible.

¿Pero cómo hacerlo?, si ella llevaba deseando por tanto tiempo aquel intercambio, que tras un momento se rindió a lo que le estaba proporcionando.

A cada roce, y caricia de su lengua.

Dejó que su cuerpo se dejase llevar por las sensaciones, y que su boca tratara de corresponder a los embistes que la de este le propinaba.

No era un beso para nada gentil.

Era semejante a una lucha de poderes, en donde ganaría el primero que se dejase llevar por las emociones.

Que se rindiera.

Mordió, succionó y chupó a su antojo deleitándose con el sabor de este.

Dejó que saqueara su cavidad para que la probase a su gusto, mientras que sus cuerpos se acercaban a tal punto que no supo en qué momento se encontraba a horcajadas encima del cuerpo del pelirrojo.

Los jadeos de su boca eran silenciados por la de él, a la par que sus manos se cernían en su espalda apretándole sin sobrepasarse.

Abandonó su boca para descender por la columna de su cuello con leves succiones y mordiscos robándole más jadeos, haciéndole delirar hasta que de un momento a otro la separó abruptamente.

Con los sentidos embotados sintiéndose en la gloria, la liberó sentándola al frente, provocando que lo mirase sin entender mientras se abanicaba con la mano, porque el calor no había abandonado su cuerpo.

Se asemejaba a una hoguera.

Si la tocaba de nuevo se quemarían.

—¿Porque fue aquello? —preguntó aun jadeando, a la par que recuperaba de a poco la compostura, y él se avistaba más que tranquilo como si el encuentro propiciado por su persona hubiera sido solo una plática sin sentido.

Delatándolo solo el rostro enrojecido y los labios hinchados por el saqueo.

—Una pequeña muestra de lo que nunca será para usted —sintió como su cuerpo se enfriaba al completo en un parpadeo, por aquellas palabras dichas de una manera tan calculada —. Y de paso cobrarme la agresión que recibí sin merecerla —la sonrisa de arrogancia que esbozó le revolvió el estómago.

Percibió como sus ojos picaban, como su corazón dolía y por milésima vez se rompía gracias al único causante de haber conocido el amor.

Ese que cada segundo le aseguraba que la conveniencia al verse acorralada era la solución certera.

La decepción y el dolor fueron tal, que se encegueció permitiendo, que, como siempre sus impulsos reinaran. No supo cómo, pero en un parpadeo su mano estaba impactada en la mejilla de este, aunque no como una simple bofetada. Más bien, fue su puñetazo en donde iba impregnada toda su frustración, el odio no tanto por el si no así misma al seguirle afectando, y dejarse llevar por algo que debió haber previsto y anticipado para que no sucediese.

Era una completa estúpida.

Crédula.

Enamoradiza e idealista.

—Eso es para que se dé cuenta, que no está tratando con la misma niña que una vez le prodigo todo su amor. Ese en el que escupió sin contemplación —para ese momento le miraba sin una pizca de sentimientos —. Ese amor que después de un tiempo me di cuenta de que solo era un capricho, y se esfumó —verdad o mentira eso era lo que estaba sintiendo en esos momentos —. Tenga presente que prefiero convertirme en la amante del primer Lord que me lo proponga, antes de verme en vuelta, de nuevo, en algo con un truhan como usted —su cuerpo temblaba de la ira sin poderlo reprimir.

Inclusive no se dio cuenta que lagrimas amargas deslizaban por sus mejillas.

—Es bueno tenerlo en cuenta para un futuro —expuso ocultando lo descolocado que estaba, pero la ira de su cuerpo por el orgullo herido bullía sin poderla retener —. No está de más que se dé por enterada. que soy un Lord, y que puedo buscarle si bien me apetece pasar un rato ameno —se pasó.

La degradó, y poco le importó.

Los años lejos no le habían mejorado en absoluto.

—Váyase al diablo, cerdo misógino —con eso brinco del carruaje, y sin esperar su reacción salió corriendo para refugiarse en sus aposentos. Proponiéndose a sacarse con un buen baño los besos, y caricias que habían quedado grabadas a fuego en su piel.

Aunque del corazón y la mente nadie lo pudiera arrancar.

Siendo un inicio el querer erradicarlo para siempre de ella.

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Si era de su conocimiento que su grado de imbecilidad no podía llegar más alto, con Freya Allard, todo sobrepasaba los límites de lo racional.

Pese a que lo había provocado, no podía utilizar aquello en su defensa, cuando él le siguió el juego.

Se merecía aquel golpe, pero tenía que aceptar que valió la pena.

Ese beso fue por mucho algo que le dejó sin palabras.

Se atrevía a decir que el que compartió con Ángeles en el pasado no podía comparársele.

Este había sido sencillamente algo que lo superó con creces.

Hubo rabia.

Deseo reprimido.

Pasión.

Lujuria.

Pero por encima de aquello, en la pelinegra percibió una entrega total, que lejos de abrumarlo lo envolvió, haciendo que su corazón golpeteara con fuerza.

Movió su cabeza, y al despejarse lo suficiente para no parecer lo imbécil que era dio unos toques al techo del carruaje, y con eso emprendió rumbo a Montrose Palace.

Donde lo esperaba no precisamente un recibimiento ameno.

En la entrada con el gesto contraído se encontraba su progenitora, y no necesariamente dispuesta a decirle lo orgullosa que se sentía por haberlo traído al mundo.

Mas bien con su mueca maldecía si quiera haberlo concebido.




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