Protegiendo El CorazÓn (lady SinvergÜenza) | A.R2

XVI

FREYA

«—¡ARCHIVALD, POR FAVOR! ¡ESPERA! —gritó desesperada al verle a punto de abordar un barco que lo llevaría lejos de ella.

Sin importar ser vista por todos.

Sin interesarle ser el foco de las habladurías.

Lo único que quería era llegar a él.

No pretendía perderle sin haberle tenido.

O si quiera intentarlo por última vez.

Quería agotar sus fuerzas para convencerle de quedarse, y dejara que curase su corazón herido por culpa de un amor no correspondido.

Pese a que estaba en el mismo dilema.

Por suerte, al parecer escuchó sus sutiles alaridos.

Al ver que frenaba su avance posando sus ojos esmeraldas en ella, con un último aliento sacando las fuerzas donde no las tenía, corrió para darle alcance y después de tenerlo en frente se permitió respirar con tranquilidad posando las manos en sus rodillas.

Dándole aire a sus agotados pulmones, que pedían a gritos un poco de vida.

Se iba a morir.

Y después decían que de amor no se moría.

—¿Qué haces aquí? —preguntó entre sorprendido y contrariado.

No se imaginaba que ella supiera sus pasos.

Nadie, en realidad, pero sus habilidades de espía eran lo bastante superiores si quería algo con todas sus fuerzas.

Aunque, él no lo pensó de esa manera, porque la observó como si estuviese de verdad deschavetada.

No aguantando más su obsesión con seguirle a todas partes.

Una que ni ella misma entendía del todo.

Solo quería tenerlo cerca.

Estaba loca, pero era de esas que no se tornaban peligrosas, así que no le veía el motivo para que la admirara de esa manera.

Tomó una bocanada de aire, irguiéndose para darse seguridad, y decirle su plan.

—Vine a pedirte que no te fueras, que no abordaras ese barco —soltó sin cuento previo —. No puedo permitir que te vayas sin por lo menos intentarlo.

—¿No te cansas? —la miró con desprecio tensionándola al instante, pues de la forma en que había escupido ese interrogante fue lo suficiente ofensivo como para ruborizarse de la pena a la par de la ira —¿Cuándo te vas a dar cuenta que por más que lo intentes, nunca lograras que te quiera? —el tono que imprimió en esas palabras la dejó de una pieza.

Era de frustración.

Odio.

Fastidio, y hasta…

Hasta asco.

» No eres ella —nunca lo pretendió —. Así de sencillo, por eso desde un inicio debiste conformarte con la negativa permanente —lo vio pasarse las manos por el cabello rojizo alborotándolo.

Notando ojeras violáceas debajo de sus ojos.

En serio estaba sufriendo, y no podía culparlo por sus palabras, pero no quitaba que dolieran, puesto que se estaba desquitando con ella.

» No puedo darte eso que tanto quieres —ya lo sabía, pero no era porque no pudiera si no, porque no hizo nunca el intento para que ocurriera —. Hazte a la idea que esta vez tu capricho momentáneo no fue cumplido —se estaba pasando —. No soy un juguete, al que puedas usar a tu antojo —¿Qué decía? —, y jamás seré tuyo, porque prefiero unirme con la primera que se me cruce en mi camino, a atar mi vida a una mujer vacía que busca un poco de atención para no sentirse tan sola —le dio en donde más le dolía.

—Tu… —la lengua le pesaba —tu no crees aquello —soltó con algo de esperanza. Ocultando todo el daño que le había hecho.

Ilusa hasta la medula.

—No te lo había dicho antes, porque no quería dañar tu corazón solitario —la miró a los ojos para dar más credibilidad al asunto, esos que se tiñeron de una oscuridad perturbadora, pero no de buena manera.

Quería destruirla y fin de las deducciones.

» Siéndome imposible no tenerte cerca por lastima, y de paso para que me distrajeras de todo lo que me estaba ocurriendo, pero decidiste complicar más las cosas disque enamorándote —hasta dudaba de su sentir.

Que desgraciado.

» Un sentir que no pedí, y que sigo sin querer.

—Por favor, Archi… — ella sabía que todo eso lo decía para alejarle —pese a todo soy tu amiga, y puedo…

Estaba sufriendo demasiado con lo que vociferaba, y él no pensaba aquello.

—Deja de humillarte, recoge la poca dignidad que te queda y regresa a tu casa —señaló el camino, donde sin creerlo le estaba esperando su hermano.

Normal, pueste este lo sabía todo.

» Forma una familia, y deja de implorar amor en el lugar equivocado cuando puedes volver loco al hombre que desees —pero no al que amaba.

Las lágrimas bañaban su rostro, y al pelirrojo se le hizo un nudo en la garganta al verla tan mal.

—Eres una mujer hermosa e inteligente, no te será difícil encontrar sin necesidad de buscarlo a alguien que sepa valorarte —era un idiota —. Yo no soy el indicado —con esa despedida le dio la espalda, y se fue llevándose consigo su corazón.

Ese que no sabía si alguna vez recuperaría para ella, o alguien que si lo supiera estimar»

Un corazón que sufría cada vez que recordaba aquellas palabras.

Esa última conversación, que la marcó de una manera que aún no sabía cómo explicar.

Quizás no rememorándola con tanta fuerza como en el pasado, o si quiera con la frecuencia del inicio. Sin embargo, perpetuar esos instantes le servía para reafirmar, por qué sentir no podía entrar en sus planes de vida.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.