Protegiendo El CorazÓn (lady SinvergÜenza) | A.R2

XXIV

FREYA

Cálmate, Freya, o en cualquier momento te dará un ataque, te morirás y en vez de ser con el veneno de esas arpías, será con el tuyo que es más letal.

Respira profundo, y recuerda que en el baile de cierre del festejo de la condesa viuda se hará el anuncio de la fecha de tu enlace con Adler.

Pero, le tiré la puerta en las narices cuando trató de calmarme.

Se lo merecía por dejarse tocar de esa mujer.

Por darle atenciones que no se merece.

Por sonreírle, y dedicarle si quiera una mirada.

Si no fuera una dama refinada le hubiese arrancado uno a uno sus cabellos rubios, y de paso dejado ciega por atreverse a ver lo que no le pertenece.

Víbora descarada.

Y su esposo no se queda atrás.

La próxima vez que me coquetee no seré tan paciente.

Le escupiré un ojo, si con eso consigo que me deje de observar de esa forma tan lasciva.

Y yo que creía que las hermanas de Adler eran las peores.

Si esos dos no tienen comparación.

Hablar con su mente la puso aún más nerviosa.

—¡QUE IMPOTENCIA! —gritó frustrada mientras tiraba una almohada, y seguía caminando de un lado a otro sin dejar que la doncella que le había sido asignada pudiese tocarle después de un baño, que no fue para nada revitalizante.

Por más que trató, no le funcionó para calmar sus ímpetus.

Se había hallado gratamente sorprendida cuando entró a la habitación asignada por la Condesa viuda, en la cual percibió el aroma de la canela como esencia, una de las pocas que no causa un efecto desagradable en su sistema.

También encontró todo bastante cálido, gracias a la chimenea ya que pronto caería la noche, y pese al calor sofocante del recién ingresado verano, todavía tendía a refrescar entrada la noche.

Las sábanas pulcras.

Absolutamente todo como le encantaba.

Hasta denotó el detalle que le había mencionado.

Una rebanada de un pastel de chocolate, que era su perdición cada vez que lo servían en esas reuniones.

Hecho específicamente por la cocinera de esta.

Una señora de color regordeta entrada en la cincuentena, con un humor de los infiernos, pero que lo contrarrestaba con sus gloriosas manos.

No obstante, teniendo clara cada uno de los detalles para con su persona, la rebanada seguía intacta, sin haber si quiera obtenido la más mínima atención de su parte.

Siendo muestra fehaciente de su humor inaguantable.

—Deberías calmarte, antes de que asustes a todos los invitados con tu humor caótico —descubrió que no estaba sola con la doncella, cuando escuchó y visualizó a la persona que se hallaba en su dormitorio, ya lista para lo que sería la recepción de bienvenida.

Debió respingar del susto, pero así tenía la sangre de caliente que su actitud continuó igual de amarga.

» Ya tendrías que estar arreglada —regresó la vista a la castaña que la estaba reprendiendo con ganas de querer silenciarla, pero al toparse con sus orbes se mordió la lengua.

La lucha la tenía más que perdida si se ponía a medir fuerzas, pues Lady Luisa de Borja de por si atemorizaba con su presencia, arqueando una ceja escéptica hacia tragar grueso al más valiente.

Por eso se lo pensó mejor, y analizó su atuendo estando de acuerdo con esta, porque solo tapaba su desnudez una bata de seda.

—No pienso asistir —zanjó con rotundidad sin importar la cara de pocos amigos de su amiga, que poco a poco volvió a su estado de frialdad inescrutable, enseñándole lo caprichosa que se podía volver mientras la pequeña mujer que la atendía salía despavorida, al ver a una dama que destilaba fuego por los ojos, y a otra que desprendía displicencia con tan solo su presencia en el lugar.

Eso era una combinación letal, que no le apetecía presenciar.

—¿A qué se debe esa apresurada decisión, si te encanta ser el centro de atención? —preguntó acercándose a ella, tomándola por los hombros para que frenase su ataque de histeria.

Porque en realidad parecía loca.

—No quiero ver a Adler —no deseaba admirar como halagaba a esa mujer, sin contar con que seguramente la hermana de Londonderry ya se hallaba en el lugar.

Siendo dos problemas con los que no le apetecía combatir.

Sabía que la contención en ese aspecto no estaba en ella.

» Es una razón más que válida para encerrarme aquí, y pedir que me suban la cena —se cruzó de brazos bufando molesta intentando calmar el agite de su respiración, mientras Luisa soltaba el aire con lentitud para tener paciencia con su persona.

Se merecía el cielo, porque había soportado tantas rabietas y locuras como por dos vidas.

—¿Le darás el gusto a tus enemigos de verte caer tan fácilmente? —no se dejaría tentar por unas palabras tan llamativas —¿Permitirás que Lady Keppel juegue de nuevo con el hombre que está logrando conquistar tu corazón? —boqueó tratando decir algo, que ni siquiera salió de su garganta —. Sé que en el pasado luchaste por un imposible que creo tu cabeza, que te lastimó, y marcó de una manera que hasta hace poco lo único que provocó fue hacerte sufrir —sus ojos picaron, porque no era más que la verdad—, pero ahora que te has topado con un hombre que haría lo que fuera por tenerte a su lado, y tu seguramente con ese discurso, y advertencias salidas de tus labios lo aprecias de manera especial ¿Porque rendirte tan fácilmente si el pese a los obstáculos, solo tendrá ojos para ti? —no supo que responder ante eso —. No permitas que eso cambie. Esa mujer te lo arrebatara si es su deseo, si tú te das a la tarea de seguirle despreciando. Descuidando lo que tanto te ha costado entender, pese a que continuas sin darle un nombre. No ignores lo que otra te puede quitar sin siquiera merecerlo. Siempre ha sido tuyo, así que, apúrate a demostrar que también eres de el —no sabía si las palabras que decía Luisa eran las acertadas, pero calaron hasta el punto de hacerle un nudo en la garganta refrenando el llanto.




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